Cada vez que nos enteramos a través de los medios de comunicación o por una experiencia cercana, de algún acto de injusticia por discriminación, solemos indignarnos y lanzamos el reclamo de cómo es posible que la gente sea capaz de comportarse de esa manera, si al final de cuentas, todos somos iguales y no existe razón alguna para hacer a un lado a otra persona ya sea por su condición social, formación, religión, preferencia sexual u otras razones.
Pero lo cierto es que en menor o mayor medida todo mundo lo hemos hecho en algún momento y lo peor del caso es que, a pesar de darnos cuenta de este error, tratamos de justificar nuestra actitud y la razón por la que no pueden involucrarse en el núcleo en el cual nos desenvolvemos.
¿Qué nos mueve?
Descalificar a otros es el resultado de vivir con prejuicios y, como explica Francesc Miralles, autor del libro La dieta espiritual, Editorial Grijalbo, “los prejuicios se han convertido en la lente a través de la cual vemos el mundo y, por lo tanto, no los sabemos separar de nuestra mirada”.
A este respecto el doctor Vamil Volkan de la Universidad de Virginia, Estados Unidos y estudioso de los conflictos étnicos, explica que el ser humano empieza a instaurar prejuicios a partir de la infancia, los cuales aprendemos de la familia y del ambiente que nos rodea, por lo que cuando llegamos a la vida adulta ya están tan arraigados que resulta complicado deshacernos de ellos, pues implica transformar nuestros sentimientos y como consecuencia, la forma en que pensamos.
Si bien no hay fórmulas que nos ayuden a facilitar este camino, es justo decir que el principio radica en un extenuante trabajo con uno mismo, pues como explica el autor es necesario estar abiertos a conocer nuestras emociones y la forma en que respondemos a cada una de ellas, los sentimientos que nos hacen experimentar, para que de esta forma desarrollemos la destreza para comprender lo que sienten los demás.
Para poder aspirar a ser incluyentes hay que reconocer que las diferencias son parte de la vida y que de la misma forma en que a nosotros puede parecernos que alguien no pertenece a nuestro grupo, también estamos sujetos a no cumplir las expectativas de otras personas, así que lejos de actuar en represalia a las veces que nos hemos sentido rechazados, evitemos generarle este sentimiento a alguien más.
¿Cómo? Esforzándonos por ser empáticos, por medio de entendernos a nosotros mismos para poder comprender a los demás. La empatía, dice Francesc Miralles, “nos ayuda a absorber muchos detalles valiosos que permiten interpretar y entender a los demás… esta virtud se puede educar y potenciar como cualquier otra capacidad humana”.
La próxima vez que estemos frente a una persona que con pensamientos, condiciones físicas, económicas o sociales distintos a los propios, dejemos de lado los prejuicios, para darle espacio a la posibilidad de conocerla y mantenernos abiertos a aceptar que todo mundo es diferente y que es justamente esta característica la que nos enriquece.
Para reflexionar
https://www.youtube.com/watch?v=P8S23MvzyH4&feature=youtu.be
https://www.youtube.com/watch?v=Ta2HOZFBTrE
Colaboración de Fundación Teletón México.
“Los sueños se cristalizan con esfuerzo”.
Bojorge@teleton.org.mx
Comentarios
El conocimiento del otro nos hace mejores personas debido a que ya no dejamos que nada ni nadie nos diga lo que no es gracias