“No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que trata a sus hijos.” — Nelson Mandela
El Día Universal del Niño fue establecido en 1954 por la Organización de las Naciones Unidas y se celebra en noviembre de cada año para promover la unión internacional, la concientización y la mejora del bienestar de todos los niños.
Es un día hermoso y simbólico que deberíamos acoger con el corazón abierto. Es un llamado a la acción a todos nosotros para celebrar a nuestros hijos, desarrollar su confianza, nutrir sus espíritus y permitirles convertir los momentos más oscuros de nuestro mundo y los desafíos más profundos, en luz y esperanza.
No se equivoquen al respecto; nuestros hijos son embajadores y la luz para un mañana mejor. Tienen el futuro en sus manos.
Como adultos, nuestro trabajo es mantener sus luces encendidas para que puedan darse cuenta de su potencial y llegar a ser lo que deben llegar a ser, deseamos que al servicio de un mundo mejor.
¿Cómo lo hacemos?
Bueno, por supuesto, los alimentamos y nutrimos, los protegemos, los educamos y les enseñamos la diferencia entre el bien del mal. Pero, más que eso, necesitamos amarlos y permitirles ser quienes son: inocentes, juguetones, ilimitados y libres de miedo. Tenemos que dejarlos volar, no como nosotros creemos que deberían volar, sino como sus corazones quieren que vuelen.
Y al hacerlo, esperamos elevarnos nosotros también. Porque aquí está el gran secreto acerca de los niños, algo que a menudo olvidamos: nuestros hijos también son nuestros mejores maestros.
Los niños a menudo están más cerca de Dios y de la verdad que nosotros. Llegan a la vida con un corazón inocente y confían en su sabiduría. Saben amar y perdonar fácilmente. Cuando dos niños tienen un problema, cinco minutos después, están otra vez jugando juntos. Dejaron de lado su conflicto, comienzan de nuevo y pasan a la importante tarea del día: ¡jugar y disfrutar de la vida! Cuando perdonas fácilmente (como lo hacen los niños), vuelves a Zero Frequency® fácilmente. Y cuando estamos en Zero, todo es posible. En Zero, somos niños de nuevo; estamos más abiertos, flexibles y curiosos, y no tenemos resentimientos, preocupaciones y expectativas.
Pero, si queremos aprender de nuestros hijos, debemos dejar a un lado nuestro ego y las trampas mentales que nos permiten creer falsamente que sabemos más que ellos. Debemos observarlos y recordar que lo que vemos es lo que somos. Simplemente lo hemos olvidado.
En última instancia, el mundo de un niño es mágico porque no hay resistencia a la vida, no teme la muerte, no hay obsesión por los detalles, no se preocupa por el pasado o el futuro. Sólo existe el momento presente, que es la fuente de toda nuestra alegría, amor y sabiduría. Este es el regalo de los niños. ¡Es su lección para todos nosotros!
Y si realmente queremos honrar a nuestros hijos, no podría encontrar mejor manera que honrar y dar la bienvenida al niño dentro de todos nosotros.
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