HOMBRES FACILITANDO SUS AGENDAS (parte 2 de 2)

Algunos beneficios para los hombres en el ámbito laboral, derivados de la manera en que la sociedad ha sido construida por ellos, son: mayores facilidades para acceder a puestos directivos, mejores sueldos, etcétera. Pero también implica pérdidas importantes. Una de ellas es, precisamente, la renuncia a la vida en familia, a las amistades, a los espacio de ocio, de convivencia, de encuentros humanos.

          Hace muchos años tomé un diplomado en alta dirección al cual asistían directivos de grandes empresas transnacionales, poseedores de sendos currículos, dotados de habilidades gerenciales, administrativas, contables, de comunicación, coordinación de equipos que, honestamente, me preguntaba por qué estaban tomando un diplomado que ellos mismos podrían impartir.

          Se trataba de hombres exitosos en el plano laboral, conocedores del mundo, con muchas horas de vuelo y carretera. En las clases se movían como pez en el agua: dominaban los conceptos, generaban ideas, proponían alternativas…

          Pero esa era una faceta de su personalidad, solamente. Fue en los recesos, cuando podíamos charlar acerca de nosotros cuando conocí la factura que habían pagado para sostener dicho éxito: se trataba de hombres que prácticamente habían vendido su alma a la empresa: viajaban por ella, estudiaban por ella… vivían para ella.

          Trabajaban de sol a sol entre semana, y fines de semana, también, pues no faltaban un congreso, un curso, una campaña, un lanzamiento o cualquier otro proyecto por cubrir. Resultado: ausencia casi total de la casa, de la familia. Más de alguno vivía esto con significativa tristeza. Hombres en un mundo construido por hombres. Atrapados en nuestra propia ratonera.

          Hombres que tenemos la posibilidad de construir un mundo diferente, uno donde exista espacio y tiempo suficiente para mantener en armonía nuestras diversas esferas de vida sin tener que sacrificar los vínculos humanos en aras de la producción, un mundo donde no funcionemos como máquinas de producción sino como personas sensibles.

          Lo cual puede comenzar por facilitarnos las agendas unos a otros, por renunciar a aquellos puestos que nos roban la vida y nos impiden cumplir con la crianza, el cuidado y la convivencia con los hijos e hijas, o mejor aún, diseñar dichos puestos para que el equilibrio entre trabajo y familia sea una realidad.

          Queda la invitación.

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