Era de noche, las luciérnagas volaban entre la gente. La noche era un poco fría, por lo cual juntaron leños y se encendió un fuego. Se juntaron las mujeres de todas edades del pueblo para escuchar a la anciana. Para ellas era gozoso estar ahí.
La mujer anciana comenzó a contar historias. Esta vez lo hizo mientras miraba a una de las mujeres con su cabeza gacha y su cara llena de dolor. “En el pueblo de Rocamar, había un rey que había ordenado que todos sus habitantes fueran felices. Que aquél que no sonriera, sería condenado a muerte. La reina de pronto tuvo desmayos, dolores fuertes en el vientre y espalda, sentía su corazón pesado y sin ganas de vivir; razón por la cual dejó de sonreír. La ley había sido ordenada para todos, y esto incluía a la reina. Después de unos días y ya presionado para hacer cumplir su palabra, el monarca cambió su ley a lo cual añadió: la tristeza es también parte de la vida, por lo cual, es necesario estar triste para tocar el corazón. No es posible reír todo el tiempo”.
Fue entonces cuando la mujer que estaba triste alrededor del fuego, miró a la anciana. Se miraron por largo rato. Una, agradeciendo a la anciana su presencia. La otra, acompañando amorosamente en el dolor.
¿Te imaginas qué diferente sería tu vida si tuvieras un espacio alrededor de un fuego con otras mujeres?
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