Sigue en movimiento el balón mundialista, rodeado de emociones y pasiones colectivas que pueden ser muy sanas, más allá de dramas innecesarios provocados por la descalificación de nuestra Selección Nacional.
Pero en esta ocasión no me detendré en lo deportivo ni en alguna quiniela para pronosticar cuáles serán los equipos que jueguen la final de la Copa Mundial. Me referiré a ese deporte o espectáculo en términos de la cultura o cuando el arte mismo lo decanta, ya se trate de una pintura o un libro.
Cómo no recordar, por ejemplo, esas ya clásicas figuras plasmadas en diferentes pinturas del pintor mexicano Ángel Zárraga. Porque además de su obra más famosa sobre el tema –Las futbolistas, que muestra tres mujeres de piernas musculosas ataviadas con uniformes propios de ese deporte– tiene otros interesantes cuadros de jugadores de balompié. Por poner solamente otros dos ejemplos, podemos hablar de las imágenes con el rostro de Pelé que difundió Andy Warhol en los años setenta o, en nuestro país y en época más reciente, la simbólica Pelota ponchada de Gabriel Orozco, de 1993.
Lo cierto es que el futbol ha permeado en el sentido más amplio a las artes visuales, lo mismo la fotografía que la escultura, e incluso las artesanías o el grafiti cuando conllevan una propuesta estética.
Es el caso también de las letras. Ahí, está, por ejemplo, el relato de Guillermo Samperio, “Lenin en el futbol”, que aborda la situación laboral de los futbolistas en los años setenta. En el terreno del ensayo, cabe mencionar el trabajo del antropólogo chiapaneco Andrés Fábregas, “Lo sagrado del rebaño: el nacimiento de un símbolo”, sobre las chivas del Guadalajara, o el breve y ácido texto de Álvaro Mutis, “Miseria del deporte”.
Pero no se trata de un asunto reciente: baste recordar el poema que el español Rafael Alberti dedicó al portero húngaro Franz Platko a finales de la década de los veinte. De manera similar, a principios de los años treinta, un joven Miguel Hernández dedicó un inspirado texto (“Elegía al guardameta”) al portero conocido como Lolo. En tiempos más recientes, Mario Benedetti dedicó un poema al argentino Maradona, además de que escribió algunos relatos alusivos al llamado deporte de las patadas.
Por supuesto, no podemos dejar de mencionar tres libros ya clásicos sobre este asunto: El futbol a sol y sombra, del uruguayo Eduardo Galeano (Siglo XXI, 1995); Dios es redondo, del mexicano Juan Villoro (Editorial Planeta, 2006), y Puro futbol, del argentino Roberto Fontanarrosa (Ediciones de la Flor, 2000).
No abundo con más ejemplos, pues la lista se agrandaría si incluimos las memorias de quienes han sido jugadores profesionales o cronistas deportivos y han dejado su testimonio por escrito.
Lo importante, en todo caso, es que cada quien investigue, sobre todo habiendo tantos medios hoy en día gracias a la red de redes. Claro que sería todavía mejor si leyéramos aquellos que más valen la pena, en especial en esta temporada de pasiones futboleras desbordantes.
Deseo, pues, a todas y todos, que concluyan gozosamente –con emoción pero sin dramas– este torneo mundialista.
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