Recién que llegué a Cancún, hace ya tres años, múltiple; mientras viví ahí, no tenía más remedio que ser sólo Azalea; Alejandra, Azucena, Lea y la Dama, cual vagabundas, vivían en el quicio de la puerta. Era inevitable la sensación de soledad ahí dentro, pronto empezó a resultarme vital el hacerme acompañar pero no hallaba qué o quién podría caber sin que eso supusiera apachurrarno...s. Una tarde, cuando salí a comprar un poco de despensa, apareció frente a mí un vivero, el rostro se mi iluminó y de inmediato pensé que podía hacerme acompañar de una planta, así que olvidé la despensa y me interné en éste en busca de mi futura inquilina. Me sentía cual Alicia en el País de las maravillas, como en ningún otro lugar, vi plantas en extremo hermosas, exuberantes y exóticas pero ninguna que se ajustara a mis expectativas y menos a mi bolsillo, las había de quinientos, mil y hasta dos mil pesos, ya me asustaba preguntar el pecio porque entre más avanzaba, más caras resultaban, empezaba a decepcionarme pero pronto la hilera de orquídeas terminó y al final del pasillo, arrumbada y casi invisibilizada por la belleza y exuberancia de las orquídeas se encontraba una flor de azalea, era chaparrita, con flores color bugambilia y varios botones, no había ninguna otra azalea a su alrededor, se encontraba tan sola como yo, decidí preguntar su precio con el temor de que fuese aun más cara que las orquídeas porque ciertamente las azaleas no son típicas de climas tropicales, así que pregunté con tensión en el cuerpo, esperando un precio impagable, cuánto cuesta la azalea, la qué, me contestó, la azalea le respondí señalándosela al vendedor, ah! esa, mmm llévesela en veinticinco pesos, qué!!! contesté exasperada, pero si es una azalea!!!; pues si eso cuesta, bueno deme veinte pesos y llévesela; la cargué de inmediato, por supuesto pagué los veinticinco pesos y me fui de ahí indignada mientras le explicaba a la azalea que lo tomara con calma, que esa gente no conocía su justo valor pero que por supuesto ella valía mucho más que veinticinco pesos, ya luego guardé silencio y la miré con atención, vi que se sacudía si el viento la acariciaba y brillaba intensamente cuando el sol la tocaba, jamás el precio la definió, jamás dejó de ser quien era junto a las orquídeas o en mis brazos. Llegamos al estudio, la coloqué en una esquina y en adelante, me sentí acompañada y en adelante me dediqué a observarla. Luego de tres años, ella murió, yo me he mudado varias veces, de hecho lo haré una más, siempre en busca de lugares cada vez más grandes que me permitan hacerme acompañar de mí y todas las que soy, las ausencias también me acompañan ahora y la ella la llevo en el corazón, no sólo porque fue mi primera compañera cancunense sino porque me enseñó a ser y florecer a pesar de todo, me enseñó a sacudirme cuando el aire me acaricia y a brillar intensamente cuando me calienta el sol.
LEA DÍAZ
Comentarios
gracias Beatriz y muchos saludos!
Que hermoso relato.
Cuando vivimos solas en ciudades nuevas, l@s comapñer@s del alma son indispensables, nos dan fuerza, nos enseñan,
Un abrazo a Lea y a ti Martha
Mil gracias hermosa amiga Miranda; Exactamente esa frase tambien me cautivo, en si deberiamos de ser como la flor de Azalea y florecer a pesar de todo. No hay que olvidar que hay dias comunes, otros malos pero otros especiales. Nunca hay que dejar de tener ese feeling.
Saludos con cariño.
Hola Ana, me da gusto que me hayas leído en otras ocaciones de cuando vivía en Alemania, ahora por lo pronto estoy aqui en México pero en la ciudad. Esta historia la escribió una amiguita que vive en Cancún y se llama LEA DIAZ.
Te mando un beso. MS