Mara llegó a la ciudad de un pequeño pueblo situado en el norte del país. Era una chica de unos veinticinco años, era una persona agradable.- Pero su semblante se notaba triste, apagado.En cuanto bajó del autobús se dirigió a una colonia populosa, traía la dirección en su mochila. Así que leyendo las instrucciones que le había anotado su tía, pronto llegó a una casa antigua.A recibirla salió doña Toña, mujer cincuentona y risueña. Ya la estaba esperando, por lo que le mostró la casa y subieron al primer piso para que le mostrara su cuarto. Una vez instalada, se recostó y poco a poco se quedó dormida.La despertaron unos pequeños golpes en la puerta y notó que había anochecido. Bajó al comedor y le presentaron a varios de los inquilinos de la pensión. Todos le parecieron agradables, pero notó que ella era la única persona joven del grupo, pero no le dió importancia.Pasaron unos días y se colocó como empleada en una tienda departamental. Estaba muy agusto, ya que la trataban bien.Cierta noche en que no podía conciliar el sueño, evocó las circunstancias que la llevaron a radicar en la ciudad de México. Allá en su pueblo, la tradición cuando alguien enfermaba, o cuando alguien moría, en una alegría, en una tristeza, siempre tenían que acudir a "los brujos". Ellos se encargaban de curar, ahuyentar espíritus, arreglar las bodas, asistir en los funerales. Era como si todo girara alrededor de ellos. Mara lo aceptó cuando era niña, pero su sed de saber, de salir de ese lugar, fué tomado a mal por esa gente. Así que empezaron a molestar a su familia y a medida que les pasaban cosas raras, ella se convencía de que debía huir de ese lugar. Con esos pensamientos, se fue quedando dormida.De pronto sintió que alguien estaba respirando junto a ella, hasta sintió que el colchón de la cama se hundía. Volteó rapidamente, pero no había nadie, la puerta estaba cerrada y la ventana también.Esa sensación se repitió por muchas noches, hasta que en una de ellas, al abrir los ojos se encontró con una cara horrorosa, negra, de ojos brillantes, de la boca le escurría una especie de baba y gruñía y gemía como una bestia. Al sentir que ella lo había visto, el ser áquel saltó por la ventana, arrancando en su carrera las cortinas, tirando lo que había a su paso. Mara cayó inconsciente.A la mañana siguiente, se encontró con doña Toña, que la estaba cuidando amorosamente, mientras le preguntaba qué había pasado; que la había encontrado tirada.Mara recordó poco a poco lo sucedido y le empezó a relatar. Pero doña Toña la interrumpió diciéndole que sólo había sido un sueño, que si alguien hubiera estado en su cuarto y hubiera pasado todo eso, habría un desorden, que la ventana estaba intacta; es decir, que no había vidrios rotos, ni cortina arrancada. Todo en su sitio. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Mara al mirar directo al altar que había puesto con un crucifijo y la virgen de Guadalupe: no había nada! En ese momento doña Toña se dió cuenta de que el cabello de Mara estaba completamente blanco.
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