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El 27 de mayo de 1999, Karla Wheelock (Mexicana)  llegó a la cumbre  del Monte Everest, siendo la primera mujer latinoamericana en lograrlo.

Karla Weelock es la primera alpinista mexicana en llegar a la cima del Monte Everest  por la Ruta Norte. Ha impartido más de 500 conferencias en México, Sudamérica,  Estados Unidos y Europa.

Además ha sobresalido en el ámbito profesional como  funcionaria de gobierno y como integrante de organizaciones de la sociedad  civil.

¿Qué te parecería tener el sueño más grande del mundo? …del tamaño del Everest…

Tú, con tus virtudes y limitaciones tienes el derecho a soñar con logros enormes, y una vez que los sueñas, tienes la obligación de hacerlos realidad. Tu diablito interno puede decirte; “no eres tan inteligente”; “te falta educación”; “eres inseguro”; “eres tímido”; “no tienes dinero”; “estas feo”. Pero… ¿sabes algo? lo maravilloso de la vida es que los grandes logros en la historia de la humanidad no los han llevado a cabo los seres humanos superdotados, los han hecho realidad la gente NORMAL como tú y como yo. No es el más alto el que resulta el mejor basquetbolista (Jordan), no es el más docto el que descubre una medicina que cambia el mundo (penicilina). No es el más inteligente el que revoluciona la ciencia (Einstein CI:160. Hoy, personas con CI:250 que no han logrado nada). Tampoco es la persona más fuerte de México la que subió el Everest (Karla Wheelock).

Karla siendo una mujer delgada y de poca masa muscular, nace en un lugar nada propicio para practicar el montañismo. De niña, al verse desesperada en un mundo para ella limitado, su madre la insta a tener sueños grandes diciéndole que la manera de lograrlos es ser fiel en lo pequeño para ser fiel en lo grande. Un consejo sencillo que puede cambiar vidas.

Una montaña ubica al individuo en su verdadera medida; tan pequeño en presencia y tan enorme como pueden ser sus sueños y esfuerzos.

Para quien lo arriesga todo y para quien acepta el reto, viene la satisfacción de la victoria y de bienestar físico y mental. La recompensa: incomodidad, sufrimiento y cansancio. En la filosofía griega, Ponos representa el sacrificio de lo material para obtener el significado de la vida.

La montaña es una meta que toma cuerpo, un objetivo que seduce con su belleza, con el desafío de sobrevivir implícito desde el inicio, en cada maniobra, esfuerzo que no concluye cuando se conquista la cumbre, sino al estar de regreso.

Mis metas no fueron siempre montañas; por lo mismo, entiendo que existan otro tipo de objetivos. Empezaron siendo simples, pequeñas. Crecieron cada vez más altas, más difíciles.

La meta es un medio para adquirir confianza en sí mismo. Si puedo dar este paso, daré el siguiente, y si los sumo, llegaré a donde me lo proponga. El ser humano es integral; en el deporte, mis metas se llaman montañas, en lo profesional se llaman conferencias y en lo personal se llaman familia.

Es más fácil avanzar con un objetivo claro, con una meta visible, caminando solo hacia una misma dirección, reuniendo sueños, energías y acciones hacia un mismo fin. Y al momento de alcanzar una meta, aparece la siguiente.

“Las grandes hazañas requieren de un motor, de una fuerza interna que sólo tú eres capaz de descubrir, si no, simplemente, es un accidente”, reza un proverbio anónimo.

Es importante el planteamiento de un objetivo, pero si éste se queda en la cabeza, se enfría. Hay que desearlo intensamente para implementarlo, es decir, “deseo hacerlo, sí puedo hacerlo, lo estoy haciendo”.

Tener muy claro y saber diferenciar entre lo esencial y lo accesorio; cada kilo pesa, y todo lo llevas a cuestas.

Antes, creía que la disciplina significaba “dejar de hacer, de hablar, de moverme, de jugar, dedistraerme”. Portarse bien, en pocas palabras. En la montaña, por el contrario, la disciplina significa hacer cosa: levantarse, trabajar, esforzarse y sufrir un poquito.

En la montaña son muchos: altitud, temperaturas extremas, avalanchas, grietas, entre otros. El conocimiento precede la victoria, es decir, sin información sobre los riesgos estás indefenso porque desconoces sus alcances, no hay manera de prevenirlos porque ni siquiera se detectan. Hay que saber cómo funcionan. La vida supone riesgos, y conforme más intensa quieras vivirla, mayores serán éstos. Los riesgos existen no para morir en ellos. Si hay dolor, pero no se sufre sólo por sentirlo, sino como paso intermedio para alcanzar algo más alto. El riesgo es un fin, el alpinista lo asume porque éste se encuentra en el camino a su cumbre y lo prepara para vencerlo.

La cumbre trae implícita la motivación. Arriba está la cima. Llegar a ella es el motor, el combustible; uno es el vehículo. La estancia en la montaña es larga antes de llegar a la meta. Ese período desgasta la motivación inicial. Los pequeños detalles, la música, la sonrisa, una palmada en la espalda, el atardecer, las estrellas, un “estamos contigo” pueden convertirse en la fuente renovadora de motivación. La cumbre, como motivo único, a veces no es suficiente, y son estos detalles los que provocan seguir adelante.

En la montaña, la única persona a la que puedes vencer, superar, es a ti mismo. Los demás manejan sus propios retos; el tuyo es el que vale para ti. No existe margen de comparación ni de competencia. No hay más récord qué romper que el propio. Eres tú y la montaña.

Sabe a humanidad, recuerda nuestra enorme capacidad para errar, casi natural. Existe un rechazo al fracaso porque son marcas negativas dentro de nuestro statu quo. Son las señales que te alejan del éxito. Socialmente conceptualizado. No quieres habitar ese escenario oscuro, te quieres ver en el lado brillante del triunfo.

El fracaso duele, sabe amargo y merma la confianza. Sin embargo, si se capitaliza es fuente inagotable de aprendizaje, experiencia y crecimiento. Al examinar minuciosamente todos los pasos que llevaron al resultado, en el análisis final aprender más del fracaso que del éxito, lo que es, en sí, un éxito menor.

Los defectos, aquellos que conducen al fracaso, son áreas de oportunidad. Se vale equivocarnos, pero hay que aprender de los errores, no repetirlos.

Es uno de los valores más importantes que se desarrollan. No ser honesto con el compañero, al no reconocer cansancios, miedos y problemas en general, pone en riesgo la vida de ambos. La honestidad controla nuestro ego y se convierte en un valor obligado, y permite ser 100% objetivos con nosotros mismos; algo imprescindible para no defraudarnos, ni a la gente que nos apoya y confía en nosotros, los patrocinadores, por que la confianza se gana a través de la honestidad.

Es aquel que tiene la capacidad de ver más allá que los demás del grupo. Posee la claridad mental para trazar las rutas de acceso viables y seguras para lograr el objetivo. Comunica y convoca para que el equipo marche al mismo ritmo y tras la misma meta en tiempos comunes. Un verdadero líder delega y escucha.

Es quien sabe identificar las cualidades de cada miembro del equipo y complementar entre ellos las fortalezas y carencias para que se maximicen las oportunidades del grupo.

En la montaña la decisión abarca un espectro inmenso: dar el siguiente paso, seguir adelante, fijar bien la cuerda, regresar, vivir. En todo caso, la decisión tiene que ser acertada y tan rápida como un reflejo. Se hace lo que se tiene que hacer conforme a una planeación previa, basada en una toma de decisiones que reflejan los años y experiencias de éxito.

Si no existe el temor, no se miden los peligros. Aprendí que el miedo no está para demostrar mi valentía o capacidad; existe como una alerta que exige prudencia, objetividad.

Hay dos tipos de miedo: el que infunde respeto y el que paraliza. El miedo se debe usar a favor, se tiene que convertir en aliado, no en enemigo. El miedo nos hace humildes.

El miedo al fracaso es el más dañino de los temores porque dejamos proponernos metas con tal de no sufrir rechazos por la falta de comprensión de unos, y la desilusión del ridículo, al no alcanzarlas por otros. Al final, todo se reduce al terrible “hubiera”.

Tu vida, es como una carrera. Persevera hasta el fin siguiendo el ejemplo de aquellos que han ido antes que tú.