EXISTENCIA Y BIPOLARIDAD

          Existencia y bipolaridad

 

                         Se parecen en el exceso                             

       tanto la escasez como la abundancia

       Nemer Ibn el Barud

 

 

  En la bipolaridad desdichada se hace inviable cualquier posible armonía tanto como en la estable rigidez. No hay que buscar la estabilidad, no es un valor humano, si en cambio el movimiento proporcionado, el balanceo continuo y sereno. No hay que temer llegar a los extremos sino el quedarse en ellos. Bipolar no es el exceso, sino la falta de retorno al punto medio. Bipolar no es deprimirse o estar eufórico sino no poder integrar ambas emociones en una misma experiencia.

 La existencia es bipolar y el hombre se enferma cuando se resiste a vivir armónicamente la dualidad de la vida, cuando excluye y dogmatiza las cimas y los valles. En suma, el bipolar no hace otra cosa que exagerar un modo de funcionamiento universal inherente a la vida humana y del que todo disponemos: el antagonismo complementario de los opuestos.

No hay nada en la vida que no funcione bipolarmente. Miremos la luna como símbolo que enseña a transitar al hombre en pasos rítmicos. Gracias a la observación de las fases de la luna los seres humanos nos fuimos tornando concientes de nuestro propio modo de ser en el mundo: del ciclo de nacimiento, muerte y resurrección. La luna nos muestra, en su suceder, dualismo, polaridad, oposición, conflicto, así como, la reconciliación de los contrarios, la concordancia de lo discordante. La luna, además, nos acerca al devenir, el crecimiento y el decrecimiento y el hecho de que la muerte no es el final, que siempre le continua un nuevo renacer, que siempre, después de los cambios, la luna vuelve.

A diferencia del sol, la luna representa lo siempre en movimiento, la historia, las emociones y, en este sentido, la bipolaridad es una enfermedad lunar. En cambio la obsesión, en su fijeza y linealidad, es un padecer solar.

Visto así el tema podemos imaginar que la existencia bipolar desdichada es un modo de ser fallido del Ser. Ni las emociones, ni la historia, ni el movimiento, ni el balanceo, son en si mismos negativos. Pero, cuando, en vez de dejar que afloren plenamente en nuestra vida, los abortamos, inhibimos o contenemos, impedimos que se transformen en experiencia y los condenamos a permanecer como eventos, como cosas. Así, aunque no sea la intención que nos alienta nos precipitamos a habitar un modo cosificado y vacío de existencia. Eduardo

 

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