EVIDENCIAR LA DESIGUALDAD DE GÉNERO

Es verdad que ha habido avances importantes en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres se refiere, pero aún estamos lejos del punto donde podríamos pararnos a festejar. En la actualidad decirle a las mujeres: “Felicidades en tu día” es un desatino y hasta un insulto. ¿Por qué? Porque el 8 de marzo se instituyó con el fin de visibilizar a las mujeres y sus circunstancias. Sin embargo, en los últimos años la desigualdad vigente se ha echado bajo la alfombra a través de  ciertos discursos, manifestaciones y actividades que se han ido instituyendo lentamente.

Una vez que los organismos oficiales metieron la fecha en sus agendas, comenzaron a desvirtuar su sentido, terminando por hacer del Día Internacional de la Mujer, una fiesta o verbena tipo Día de las Madres o del Amor y la Amistad. ¿Cómo ocurrió tal cosa? Atacando la memoria para que el colectivo olvidara el sentido original: evidenciar la desigualdad y recordar el compromiso que el Estado tiene de promover la igualdad. Lo cual debería de traducirse en presupuestos, políticas públicas, acciones concretas, no en discursos donde se deslizan quejas, culpas y hasta reclamos hacia las mujeres que han optado por la libertad, por salir del hogar, por hacer del rol materno una opción en lugar de una imposición, por hacer lo que su cuerpo les indica en lugar de lo que el otro pretende imponerles, por entrar al mercado y aumentar la demanda de trabajo y con ello la competencia, por ocupar un escaño que la cuota de género les permite legítimamente, y un largo etcétera.

Existen avances en términos de igualdad, pero las excesivas expresiones de júbilo y optimismo de las que somos testigos aún no encuentran justificación porque están alejadas de las evidencias concretas y empíricas que van hacia otro lado: las mujeres siguen ganando menos por igual trabajo realizado por los hombres; acceder a puestos directivos en el sector público y en el privado no es tan fácil para ellas, menos aún si osan embarazarse; el acoso sexual y laboral en estos ámbitos es una constante; las oportunidades laborales no siempre obedecen a un asunto de igualdad sino a una maniobra de adquisición de mano de obra barata; las dobles o triples jornadas no hay quien las pare; la diferencia de sexos convertida en desigualdad sigue vigente; la violencia y la pobreza tiene rostro de mujer; las que realmente promueven los derechos de las mujeres no encuentran oídos responsables ni justos…

Con todo y eso ayer fue un día de júbilo: circulación de felicitaciones por medios electrónicos, flores, tarjetas, abrazos y algunas frases hechas y embusteras. “Felicidades a todas las mujeres porque sin ellas el mundo no funcionaria”. Verdad que no se traduce en acciones consecuentes, sólo palabras. Si ellas hacen tanto para que el mundo ande, ¿por qué el mundo no anda con ellas?

La oficialización de la fecha está teniendo éxito. Ayer le escuché a más de algún comunicador/a, con tono triunfalista, lanzar loas a las mujeres por los avances logrados, y previa disculpa, dio algunos datos duros que evidencian la desigualdad: feminicidio, violencia, pobreza... Como si evidenciar la desigualdad y la injusticia ya no fuera el objetivo principal de la fecha.

El 8 de marzo felicitaciones no, reconocimiento sí. Lástima no, medidas afirmativas sí. Condescendencia no, justicia sí. Desigualdad no, diferencia sí. Día Internacional de la Mujer sí, kermeses, verbenas, talleres, cursos y detalles que las estereotipen ¡no!

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