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Imagen: Wikimedia.
La estatua de Leona Vicario contempla lo que pasa de forma atónita. Nadie sabe que el escultor que le hizo era también un mago, y que no sólo le dio forma a una piedra, sino que con ella revivió la memoria y los sentidos de la vista y el oído de la homenajeada durante el 2020.
A Leona le sorprende cómo luce la ciudad de México. No entiende por qué se encuentra en una avenida de trazo parisino que tiene poco que ver con la ciudad que alguna vez vivió. No sabe dónde quedaron los edificios coloniales y se pregunta qué tan lejos está la casa en donde ella nació, a unas cuadras de la Catedral y el Zócalo.
Tampoco comprende por qué esta avenida tiene el nombre de Reforma y le sorprende que le llamen Monumento a la Independencia a una gran columna coronada con un ángel dorado. Se pregunta qué tiene que ver esta figura con el movimiento en el cual ella participó y por qué habrán decidido poner allí sus restos y los de sus compañeros de lucha.
Le molesta el ruido que hacen los numerosos vehículos motorizados que han desplazado a las carretas que antes servían como medio de transporte. Leona no alcanza a comprender todo lo que ve, y no se explica por qué decidieron dedicarle un año del calendario. Si fuera un centenario o un bicentenario lo hubiera entendido pero hace cuentas y ratifica que se trató del 231 Aniversario de su natalicio y el 178 aniversario luctuoso. Nada especial.
Se da cuenta que no está sola, sino que su estatua es parte de una serie de monumentos que han llamado “Paseo de las Heroínas”, donde será acompañada, entre otras, por Josefa Ortiz de Domínguez y Gertrudis Bocanegra. Se pregunta entonces dónde quedaron los líderes que estuvieron en las trincheras al frente de la guerra. ¿Habrá cambiado tanto la situación que ahora se reconoce a las mujeres en vez de los hombres?
Seguramente hay otra explicación, las cosas no se pueden haber transformado a tal punto. Recuerda la lucha que tuvo que dar para llegar a publicar en los diarios más importantes de su época como El Semanario, El Federalista y El Ilustrador Americano. Nadie podía explicarse las razones por la cuales una mujer quería compartir sus ideas y todos cuestionaron sus capacidades para hacerlo. Pero ella nunca cesó, hasta el final de su vida siguió escribiendo.
¡Cómo le hubiera gustado que Lucas Alamán, quien afirmó que las mujeres que participaban en la gesta independentista lo hacían porque iban detrás de los hombres, pudiera ver cómo ahora ella es reconocida! A Leona Vicario le enojó tanto esta aseveración que le contestó en la columna de El Federalista, “no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres, a ellas no les son extraños los sentimientos de gloria y libertad”. Alamán quedó tan irritado que, en 1831, como ministro de Relaciones Interiores y Exteriores del gobierno de Anastasio Bustamante, negó cualquier importancia de la participación de Vicario en la Independencia.
Piensa cuán afortunada fue de tener a unos padres que le dieron esta fortaleza. Recuerda con enorme agradecimiento cómo, a diferencia de otras niñas de la época, le dieron la oportunidad de educarse “como hombre” y pudo tomar clases de pintura, matemáticas, historia y filosofía. A pesar de que murieron cuando Leona era una joven, el legado que le dejaron fue invaluable. Con ellos vivió la riqueza de las diversas culturas que sentaron las bases de su concepto de nación. Don Gaspar Marín era un comerciante español proveniente de Castilla Vieja, y Doña Camila, una descendiente directa de Ixchtisochitil, el tlatoani de Texcoco. Leona fue una niña mestiza que creció con las facilidades económicas que correspondían más bien a una familia criolla y el dinero de su herencia lo canalizó a la causa de la Independencia.
Ahora también reconoce con orgullo su lealtad incondicional y su fuerza e integridad para resistir cuando la encarcelaron con la acusación de financiar los cañones insurgentes y de proporcionar información a los rebeldes a quien ella nunca denunció. Lo que más le dolió es que también su hija recién nacida estuvo en prisión con ella en el Convento de Belén de “las Mochas”.
Hoy en día quisiera que su rostro no tuviera la rigidez de una estatua para poder sonreír cuando recuerda cómo se disfrazaron los insurgentes de oficiales virreinales para que ella lograra escapar al cumplir cuarenta días detenida.
Leona empieza a entender que la han colocado en la avenida más importante de la Ciudad de México, y se siente complacida de que se le considere como ejemplo para las nuevas generaciones. Aunque sabe que durante el año que inicia ya no será tan nombrada, se ha enterado que en el 2021 se cumple el 500 Aniversario de la terminación del movimiento contra la conquista que ella y sus compañeros iniciaron, por lo cual espera que, desde el lugar que ahora ocupa, pueda presenciar los homenajes y festejos que seguramente se llevan a cabo con motivo de este conmemoración.
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