Publicado por Memo el 16 de Mayo de 2009 a las 1:30pm
+ 5.1.- ¡DISFUNCIONAL... TIENES EL CEREBRO!+ 5.3.- SEXO Y UN COSTAL DE MENTIRAS.+ Amazona y su narrativa de un Alumbramiento sin Luz.+WordPerss: http://es.wordpress.com/tag/nuevas-escritoras-mexicanas/De inmediato Amazona "agarró el paso" en el Taller. Después de éxito de CUANDO EL AMOR CALLA, ahora nos entrega una narrativa llamada a tener una alta lectoría. Es un tema de amor y dolor, de tristeza y de esperanza, pero de Fe por encima de todo. Después vendrá Lissa con una historia de sexo y un costal de mentiras. Ahora leamos:ASESINA ROBACUNASAmazonaEsa mañana, muy temprano, me vestía para irme al trabajo como de costumbre, cuando de repente escuché la voz de mi mamá que daba alaridos desesperados llamándome como si el mundo se estuviera acabando. Acudí al llamado al instante, en ropa interior y envuelta en una toalla, salí y me dirigí al cuarto de los niños donde ella se encontraba. Al llegar al umbral de la puerta, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo:Mi hijo mayor, mi tesoro, protagonista de tantas luchas ganadas, estaba en un estado en el que nunca antes lo había visto, con la mirada perdida y movimientos totalmente irregulares. Me apresuré a hablarle y no me respondía, comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos y mi mente comenzó a trabajar en cuestión de segundos buscando una respuesta inteligente y rápida en medio de la desesperación.Mi esposo y mi papá estaban desayunando y al escuchar los gritos, también se asomaron a la habitación. Solamente atiné a decirle a mi esposo: “llévatelo, llévatelo rápido a la clínica más cercana antes de que sea tarde, yo luego te alcanzo”. Aunque quería irme con ellos, me daba pánico que retenerlo unos minutos más, mientras me ponía algo de ropa, fuera crucial. Se lo llevaron, me armé de valor y me vestí, agarré mi cartera y mi celular, le dije a mi mamá que iría a buscarlos y salí despavorida sin que nadie pudiera detenerme. No tenía auto, así que caminé hasta la avenida principal, pero no pasaba ni una mosca. Lloraba, me sentía aterrorizada, no sabía qué hacer ni hacia dónde dirigirme.Fue en ese momento que me paralizaron las cadenas del pasado.De mi garganta salió una súplica desgarradora, el grito más potente elevado a los cielos que pudieran emitir mis cuerdas vocales, impulsado por el aire reprimido en mis pulmones: ¡Nooooooo! ¡Otra vez no, por favor! Gemía y lloraba, mientras me desplomaba de rodillas en el pavimento. ¡Mi hijo no, por favor Dios mío! ¿Por qué mi niño, por queeeeeé?No sabía qué hacer, estaba aturdida y mi mente comenzó a divagar, brindándome flashazos rápidos en microsegundos, sobre muchas cosas vividas. Lo primero que me vino a la mente fue aquel niño de 12 años que yacía en el hospital, que conocí durante una gira de beneficencia en un centro Pediátrico. Su madre me contó que un par de meses atrás era un niño normal, pero que había quedado con parálisis cerebral después de una fiebre muy alta que lo había hecho convulsionar matándole algunas neuronas de su cerebro. Luego de este recuerdo, volví a gritar mientras regresaba a casa, no estaba bien, sentía que me iba a desmayar. ¡Mi hijo no, por favor Dios mío! ¡Mi niño no, Señor!Mi pequeño estaba próximo a cumplir 11 años, ¿me tocaría vivir lo que aquella mujer? No lo resistiría, pensaba yo en ese momento. Pero no tenía fiebre, ni siquiera estaba resfriado. No descartaba la idea de que fuera algún maleficio o mal de ojo, a veces no hay que dejar de creer. Enseguida se lo encomendé a Dios.Regresé a casa y me desplomé en lo brazos de mi madre, quien se hacía la fuerte para darme ánimo. Siempre nos hemos animado la una a la otra, pero ese día ya no nos quedaban fuerzas a ninguna de las dos, mucho menos a mí. La guerrera estaba a punto de ser derrotada por la adversidad. ¡Otra vez no, mami, otra vez no! Le decía a mi madre, mientras ella buscaba la forma de darme ánimo, consuelo y sobre todo esperanzas. Lloro mientras escribo estas líneas. Mi madre y yo nos vimos a los ojos, y surgió un pensamiento colectivo, a las dos se nos vino un episodio nefasto a nuestra mente, nos volvimos a mirar y hacíamos una negación con la cabeza. Ambas fuimos arrastradas por una cadena del pasado, una que me persigue a donde quiera que vaya. Un arrastre similar a las de las olas cuando rompen en la arena o peor aún sobre las rocas, arremetiendo con furia y sin compasión, que si te atrapa, primero te obliga a ponerte de rodillas y luego te lleva mar adentro. Así quedé yo, de rodillas desesperada, sin poder respirar, mientras me adentraba a un mar desconocido, a la oscuridad de la incertidumbre.La cadena me hizo su presa y comencé a recordar. Era sábado y tenía yo 8 meses de embarazo. Era mi segundo embarazo, el primero fue difícil, de alto riesgo para mí y con consecuencias leves para el bebé, ese bebé que ahora tenía 10 años y se habían llevado para el hospital y del cual no tenía noticias. Sigo recordando. Ese sábado amanecí sintiéndome mal, con una horrible pesadez en el cuerpo, y es que embarazada me aparecieron todos los achaques habidos y por haber. Estaba cansada, muy cansada de tantos malestares, ya no podía con mi cuerpo, no me obedecía. En muchas mujeres embarazadas estos achaques son normales y pasajeros, no para mí.Hacía algunas semanas que me quejaba de dolores de cabeza, dolores en el bajo vientre, mareos, náuseas y vómitos incontrolables, cansancio excesivo y mareos. El ginecólogo experto en alto riesgo (como decía el letrero de la puerta de su oficina) me dijo que no era nada de que preocuparse, que todos esos síntomas eran normales del embarazo. Yo sentía que no era así, no en mi caso.Mi cuerpo no era mío, era tal la pesadez que hasta el alma me pesaba y no es que fuera de hierro ni nada parecido, todo lo contrario.Sábado nefasto en que tomé la decisión de ir al trabajo, pues me aterrorizaba el quedarme sola en casa por si se presentaba una emergencia. La presentía. Solo fue cuestión de llegar a la oficina cuando me dieron ganas de ir al baño. Las mujeres embarazadas vamos mucho al baño. Al llegar encontré que mi ropa interior estaba toda manchada de sangre, comencé a dar gritos y como por precaución nunca dejaba la puerta del baño cerrada, mi mejor amiga pudo entrar. Al verme así, asustada llamó a otra compañera que me auxilió, mientras ella detenía a mi esposo que estaba en el estacionamiento. Todo fue muy rápido, cuando acordé estaba en una camilla en la clínica del médico particular que me llevaba el control del embarazo, aquel “experto en ginecología y alto riesgo”.--No te preocupes. Esto sucede a veces sin que haya grande complicaciones – me dijo el doctor. Eso me tranquilizó un poco pues confiaba en él y en su experiencia. “Supuesta experiencia”.Procedió a buscar latidos dentro de mí, y comencé a angustiarme ante el silencio literalmente sepulcral, tanto de la máquina como del médico, quién afanado buscaba, no estoy segura si latidos o un milagro, mientras sudaba copiosamente.--Vamos a llevarte a urgencias. Trata de tranquilizarte, ya que la presión arterial está subiendo. Y por favor, no es hora de buscar culpables.¿Culpables? ¿De qué culpables me está hablando? ¿Qué está pasando?Llegué a la sala de urgencias donde un especialista me estaba esperando. Me acosté en la camilla y se inició una nueva búsqueda. Durante más de una hora el médico, lleno de ansiedad nerviosa, me hundió en la barriga el aparato de ultrasonidos con un gel escalofriantemente helado, de arriba abajo y viceversa, hurgándome las entrañas como esperando un milagro, pero no sucedió. En esta búsqueda…tampoco se encontró nada.--Lo siento Señora – dijo el especialista de urgencias – pero su bebé ya no tiene vida. Por favor salga con calma y déle la noticia a su esposo que espera afuera. La vamos a dejar recluida para atenderla, ya que su presión arterial ya está en 165 sobre 100, debemos ingresarla a cuidados intensivos, si no la atendemos enseguida corremos el riego de perderla a usted también.Aturdida, tratando de asimilar mi cruel realidad, no sabía cómo abrir mi boca para decirle a mi amado lo que había sucedido. Era una noticia demasiado cruel y dura para asimilar, y mucho peor para transmitírsela a alguien a quien amas. Esperábamos una niña. Con ella completábamos la parejita y listo, ¡no más riesgos! Pero fue un intento frustrado, tal vez por los avatares del destino, por la voluntad Divina, por decisiones mal tomadas, nunca lo sabré. Lo que sí sé y sabía en este momento, era que aquel especialista tenía razón: no era momento de buscar culpables, y menos culparme yo, ¡era tiempo de pelear para sobrevivir!Caminé hacia él, quien al verme se sonrió esperando buenas noticias. No sabía cómo decirlo, ni yo misma entendía nada. Son esas cosas de la vida, que mientras les pase a otros son lamentables, pero cuando te pasan a ti es el fin del mundo.Al fin le conté a mi esposo lo sucedido, y aún no se me borra de la mente su reacción: se dejó caer con un estrellón fuerte de espaldas sobre la pared, y sobre está se deslizó hasta el piso, donde en posición fetal se puso a llorar. ¿Qué hacer?, de inmediato se encerró en un estado de shock. La pena se apoderó del hombre con el que con mucho amor habíamos planeado el futuro, olvidándose momentáneamente de mí, que también sufría por la pérdida, además la llevaba en mi vientre todavía, me sentí abandonada en el más cruel de los dolores, sola con mi cruda realidad que apenas comenzaba.Las enfermeras salieron a buscarme para llevarme rápidamente a cuidados intensivos. La presión seguía subiendo, si no la detenían yo podría convulsionar y en la peor de las consecuencias: morir. Procedieron a inyectarme a través de una intravenosa un medicamento que te corre por la venas como candela misma, era un ardor en el cuerpo como si me quemaran viva.En ese momento, como si ya no fuera suficiente, comenzó a temblar. Un sismo de tierra sacudió la ciudad en ese preciso instante. Las luces se encendían y se apagaban, todo comenzó a sacudirse, los frascos y utensilios médicos caían al suelo. Realmente estremecedor, como si estuviera atrapada en una película de horror. Asombrosamente las enfermeras, que se supone que saben qué hacer en estos casos, fueron presa del pánico y salieron buscando refugio, quedando solas en la habitación otra paciente y yo. A pesar de que todo me daba igual, en ese instante tuve mucho miedo, pues encima de todo lo que me estaba ocurriendo, solo faltaba que también cayeran sobre mí los ocho pisos del hospital. La paciente de al lado, que realmente le hacía honor al título, pues con paciencia y tranquilidad me tomó de la mano, me sonrió.--No te preocupes, me dijo, Dios está con nosotras, todo va a salir bien.Todo va a salir bien, quiere decir que puede ser peor. Aún así tomé su consejo, y fue cuando me llegaron a la mente aquellas felices imágenes de cuando en un caso similar, tuve a mi pequeño y logré escuchar su llanto al nacer. Yo había perdido un hijo, pero no me iba a dar por vencida, ese ser tan especial no merecía perder a su madre, tenía que volver a la lucha como gladiador en un coliseo romano y vivir para seguir peleando por él. Mi hijo me necesitaba tanto como yo a él, siempre ha sido y será así.Dejó de temblar y todo volvió a la normalidad entre los comentarios de lo sucedido y el regaño a las enfermeras cobardes que dejaron a sus pacientes graves tirados y desprotegidos. A la mujer de la sonrisa tranquila, no la vi más. Siempre la recordaré.Una vez en la sala de cuidados intensivos, los médicos estaban muy preocupados por mi salud mental y espiritual, para bajar mi presión necesitaban más que medicamentos, necesitaban que en medio del dolor, yo pusiera de mi parte y me tranquilizara. Traté, luché, pero era algo que estaba más allá de mis fuerzas.Fue horrible, fueron 38 horas tratando de inducirme un parto, en el cual me sentía espantosamente sola, entre inyecciones y pastillas para provocarme las contracciones, los antibióticos y pruebas de sangre, sentía que me moría, ¿cuánto más iba a ser yo la tumba de mi bebita? Necesitaba una mano a la cual aferrarme, un abrazo, una mirada de cariño, algo que me hiciera sentir que tenía esperanza, pero no había nadie, las visitas estaban totalmente restringidas. Tuve que seguir entre la indiferencia y frialdad del personal médico y enfermeras, ellos están acostumbrados a esto. Los dolores eran desgarradores. Las lágrimas se me salían ya por inercia, mis dos ojos eran como una represa rota, que no puede contener el agua. Lloraba mi alma, todo mi ser. El fruto inerte de mi vientre y yo habíamos leído juntas muchos cuentos y habíamos cantado muchas canciones de cuna, solas y también con el hermanito, en ese entonces con escasos tres añitos. Saber que él estaba bien era lo que me sostenía.De pronto, una de las puertas de la habitación donde yo estaba se abrió despacio, dejando entrar lentamente un rayito de luz del exterior, y a través de ese rayito pude ver la carita de mi pequeñito, con una sonrisa dulce e inocente, ajeno a lo que ocurría. Metió su manito para saludarme de lejos, desde donde me lanzó un dulce beso, uno tan mágico como el de los cuentos donde los príncipes despiertan a sus princesas, un beso que el viento trajo a mí para llenarme de fuerza y de tanto amor, que me hizo reaccionar y aferrarme a la vida. Después de todo Dios me había dado la oportunidad de ser madre. Esta acción fue producto de las estrategias utilizadas por mi hermana mayor, evadiendo la seguridad del hospital, para dejarme saber, de una forma u otra, que todos estaban conmigo allá en el mundo exterior, que todos compartían la pena, pero que también querían que luchara por mí, ya que no querían perderme. Yo era importante para mi familia.Llegó el momento de la verdad, el alumbramiento en el que no hubo luz. Pedí no verla para recordarla como me la imaginaba, ya no quería agregar a mi mente más imágenes, más cadenas de las que tenía ya.Pasó el tiempo, recuperar mi vida fue difícil, pues no podía darme el lujo de deprimirme por dos razones: no quería entristecer a mi niño y no podía correr el riesgo de que se subiera nuevamente la presión. Buscaba y buscaba el por qué de tanto dolor, la asesina silenciosa me había atacado, se llama Preclampsia Severa, había vuelto a hacer de las suyas. En mi primer embarazo atacó, pero gracias a Dios poco a poco le ganamos la batalla, aparentemente. Alguien me dijo que no me preocupara, que esa bebé iba a regresar. Yo me negaba a quedar embarazada nuevamente, me aterrorizaba la idea de pasar por lo mismo, pero mi niño preguntaba por su hermanita. Dos años y medio después, nació un ángel, una niña hermosa, otra princesa guerrera. Esta vez le ganamos a la preclampsia al 100%, y eso que la nena nació completándose los siete meses de embarazo, pero fue una prematura perfecta. Pesó más que su hermano al nacer, aunque la diferencia fue de unas onzas, él pesó 2 libras 5 onzas y ella 2 libras 9 onzas, pero ambos hermosos y con ojos radiantes.Me tocó batallar, tuvimos la asesina silenciosa y yo tres batallas, siempre pensé que le había ganado dos a una, así había quedado la puntuación.Con mi hijo mayor, ganamos muchas batallas, la primera a través de terapias intensivas pues superó un retraso en el sistema motor, y así le dieron de alta al cumplir un año de edad. Luego a los nueve años lo operamos de estrabismo, producto de la secuela de la bendita preclampsia, y que dicho sea de paso le causó muy malos momentos en la escuela, pues los niños suelen ser crueles. Pero mi bello niño superó al Goliat que se le presentó y ya estaba totalmente bien hasta ese día.Volví a la realidad después de revivir las cadenas en cosa de segundos. Salí nuevamente a la calle y en ese momento pasó un taxi, estaba dispuesta a ir de hospital en hospital hasta que encontrara a mi hijo, pues ni mi esposo ni mi papá contestaban el celular. Cuando ya iba acercándome al primer hospital, sonó el celular, me puse de acuerdo con mi esposo que se encontraba cerca e hice trasbordo del taxi al auto donde estaba mi hijo. Que alegría me dio al verlo, un poco más normal, en sí, aunque un poco turulato. Le hablé y me contestó todo lo que le pregunté, pero de lo sucedido no recordaba nada. Ese día y los días siguientes lo vieron especialistas, le hicieron toda clase de estudios. Al final la conclusión: Epilepsia del sueño, producto de la preclampsia severa de la que fuimos víctimas en su nacimiento.Él es un niño fabuloso, buen alumno, excelente hijo y un hermano mayor admirable. Está bajo tratamiento médico, con expectativas de superar este desorden en tres años.La Preclampsia, no se sabe con certeza qué la ocasiona. Su síntoma más traicionero es la presión arterial que silenciosamente puede subir sin mostrar ningún síntoma o malestar. Adicionalmente causa entre otras cosas envejecimiento prematuro de la placenta, lo cual no permite que el bebé en gestación se alimente correctamente. En mi caso ambos bebés nacieron prematuros, bajos de peso y por cesárea. Todo indica que el asalto que ganó la asesina silenciosa fue producto de negligencia médica, cuyo resultado final fue un desprendimiento de placenta.Entregué este caso a la justicia Divina. Dos años después me enteré que el médico había muerto de cáncer después de un doloroso padecimiento. No me alegra. No me atrevo a hacer conjeturas. Mi posición es pensar que todo pasa por una razón y que de estos eventos tenemos la oportunidad de aprender, de madurar, de fortalecernos y sobre todo de apoyar a personas que pasan por lo mismo. Somos más fuertes de lo que nosotros mismos creemos. Lo bueno: nos unió más como familia, mi esposo y yo crecimos como pareja.Lo que sí es cierto es que en algún momento somos víctimas del pasado, que regresa para encadenarnos y hacernos su presa, como esta cruel traicionera roba cunas.Siempre pensé que ella se había quedado atrás, que era parte de mi pasado y que era etapa superada. Hasta aquel día que nos pusimos a prueba, nos miramos cara a cara, pero no importa cuanto me haga arrodillar, no importa cuanto tenga que gritar e implorarle a Dios, aunque me arrastre a las profundidades más abismales, yo me levantaré y saldré adelante, pues Dios me hizo Amazona y con la fortaleza y la sabiduría que viene de lo Divino saldré siempre adelante.
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Felicidades por tu forma de narrar esa parte de tu vida que te lastima. Deseo de todo corazón que tu hijo recupere muy pronto la salud. Por otra parte tambén te felicito por la hermosa y unida familia que tienes, empezando por tu pareja, que dices siempre te ha apoyado.
Que historia AMAZONA, con mayúsculas !!!
Mis respetos por esa entereza que tienes al presentarte ante la adversidad, sólo siendo la "princesa de un príncipe que envía besos que la despiertan, se puede tener ese valor para vivir y superarse día con día.
Comparto contigo esa fuerza inigualable que nos dan NUESTROS PRINCIPES !!!!
Un abrazo y felicidades.
Abrir el gran cofre de los recuerdos es doloroso lo se, por que lo he vivido muchas veces, y siempre digo esto no lo recordare por que me lastima, pero sabes estas vivencias nos ayudadn mucho para leventarnos con mas fuerza para salir avante de todo, y ver que la vida es hermosa, cuando caemos el amor nos levanta con mas fuerza.
Gracias por compartir un pedacito de tu vida, mi admiración sincera y un fuerte abrazo, para t y tu familia.
Te felicito mucho por el talento que se manifiesta en tu texto, pues compartes con nosotros algo tan conmovedor del pasado que como lo mencionas a final de cuentas los Unió como familia.
Excelente narración, y te felicito doblemente porque te tocó remover cosas muy personales del pasado pero al escribir este testimonio está claro que eres como el ave félix que se levanta de las cenizas y superas las pruebas que te presenta la vida.
Muchas gracias por compartir tu experiencia con nosotros y sigue adelante.
Hola, gracias por compartir tu pena, y sobre todo por recordarme que aveces nos quejamos y nos dejamos vencer por cosas que realmente no tienen mucha importancia, sin reconocer que hay cosas realmente valiosas como lo es la familia, yo estoy conciente que soy muy afortunada por tener la familia que tengo. Estoy contigo, recibe un abrazo y sigue adelante.
Magnifica narracion, nos llevas de un momento a otro con tanta precision que pareciera que volamos con el ritmo de tu mente, no cabe duda que cuando una historia nace del corazon te atrapa inevitablemente, un gran escritor es aquel que logra transportar a sus lectores, aquel que hace llorar y reir, aquel que hace que vivamos con el... el dolor, la angustia, y sobre todo aquel, que logra que el lector no abandone la lectura hasta llegar al final, te felicito, tienes un magnifico futuro, te vere brillar seguro! Sin embargo, lo mas importante de ti, no es la escritora que llevas dentro, sino la grandiosa mujer que eres, sin duda una verdadera AMAZONA. Felicidades....
Comentarios
Te mando un fuerte abrazo, y mis mejores deseos
Mis respetos por esa entereza que tienes al presentarte ante la adversidad, sólo siendo la "princesa de un príncipe que envía besos que la despiertan, se puede tener ese valor para vivir y superarse día con día.
Comparto contigo esa fuerza inigualable que nos dan NUESTROS PRINCIPES !!!!
Un abrazo y felicidades.
Abrir el gran cofre de los recuerdos es doloroso lo se, por que lo he vivido muchas veces, y siempre digo esto no lo recordare por que me lastima, pero sabes estas vivencias nos ayudadn mucho para leventarnos con mas fuerza para salir avante de todo, y ver que la vida es hermosa, cuando caemos el amor nos levanta con mas fuerza.
Gracias por compartir un pedacito de tu vida, mi admiración sincera y un fuerte abrazo, para t y tu familia.
Recuerda que Dios esta contigo cada instante.
Wow, Muchas FELICIDADES por ganar estas guerras!! ERES SUPER FUERTE!!! Mi admiracion para ti.
Me gusto mucho!!
Muchas gracias por compartir tu experiencia con nosotros y sigue adelante.
me pusiste la piel de gallina.
animo!! siempre ve para adelante!!!
feliz dia!!
sara