Publicado por Memo el 1 de Mayo de 2009 a las 8:38am
+ 4.8.- UN ENEMIGO PROTECTOR. 4.10.- CONTESTO A TU PREGUNTA+ Amazona una historia de amor, sin duda, inspirada en hechos realesEl taller de Expresión Literaria AFLORA LA ESCRITORA QUE LLEVAS DENTRO, registra otro caso más del avance de nuestras Escritoras, como es Amazona y su espléndida narrativa, sin duda basada en hechos de la vida real. Aquí hay una historia de amor, de sinceridad, de dignidad y humildad. Pero también la manifestación de alguien que hizo muy bien su trabajo, con relación al tema del cuarto ejercicio LO QUE NUNCA DIJE y, a la vez, con muy buena construcción, manejo de tiempos y con un gran tratamiento del rol de cada personaje sin que los haya de utilería. Amazona, enhorabuena por tu aplicación y avances. Ahora te leemos:CUANDO EL AMOR CALLAAmazonaEran finales de los ochentas, cuando Rosa esbozaba sus catorce años rumbo a los quince. Ella era la perfecta exponente de la edad primaveral, gustaba de caminar por el parque y recoger las flores más lindas que veía, sus favoritas eran los jazmines que perfumaban el espacio, por lo que siempre terminaba con una flor tras la oreja. Ella era una más del jardín.Rosita era ingenua como ninguna, como ya no lo son las señoritas de esa edad, que en aquel entonces todavía se les llamaban niñas. Era la típica jovencita de pueblo, se sonrojaba con el más mínimo halago, sus pasatiempos preferidos eran coser vestidos con patrones de Mc Call que mandaban los paisanos de gringolandia, suspirar con las canciones de Los Bukis y soñaba con ir a la escuela. Le encantaban las matemáticas y le aterraba el inglés. Esta primorosa niña, tan primorosa como la Margarita Debaile de Rubén Darío, era huérfana de madre y de padre desconocido.Éstos dos eran los secretos mejor guardados por el destino. No conoció a su madre ni a su padre, Rosa sólo sabía que la había medio criado una supuesta tía, que no era más que un pariente lejano de su madre, a quien ésta le confió la crianza de Rosa, a cambio de que se quedara con la casa en donde vivía desde niña y que sus abuelos le heredaron a su madre al morir.-¡Eudocia! ¿qué haces aquí? perdiendo el tiempo como siempre, dañando las flores del parque, que chiquilla… ¡apúrate que llegamos tarde a misa!-¡Ay Tía! que no me diga así, ya sabe que odio que me diga Eudocia, yo prefiero llamarme Rosa, como la flor más bella del jardín.-Camina chiquilla y no digas estupideces, que tu no tienes nada de bonita igual que tu madre, en definitiva no heredaste nada bueno de la familia. ¡Anda camina, que quiero que el Padre Antonio me confiese antes de comenzar la homilía!Rosita bajó la cabeza, y poco a poco comenzó a jorobarse, como siempre lo hacía después de que su Tía le recordara lo fea que era, lo poco inteligente y para colmo huérfana. Doña Candelaria era chapada a la antigua, siempre vestía de negro como con un luto permanente. Estricta y fría en su manera, no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba. En el pueblo de Buena Ventura, la tachaban de “vieja amargada” y “viuda negra”, era un secreto a voces que estaba a punto de casarse cuando el novio se fugó con otra y le dejó con los crespos hechos. Toda esa furia y resentimiento lo desquitaba con Rosa, cuyo nombre bautismal era Eudocia, Eudocia Pérez. Nombre que Rosa odiaba, y que le había escogido la que hasta ahora había sido su tutora. Esta indefensa criatura, solamente contaba con el apoyo de una sola persona, su padrino don Heliodoro, un cuarentón, que dicho sea de paso, fue pretendiente de su Tía en sus años mozos y luego del matrimonio frustrado, se encargó de consolarla. Don Heliodoro se empeñaba en que Rosa estudiara, ya que conocía su alto grado de inteligencia, pero doña Candelaria se negaba pues la tenía de sirvienta y no le convenía que la chica se superara.Condenada a una vida de miseria desde su nacimiento, la ingenuidad de Rosita la protegía de la vileza de su Tía, quien no le permitía salir sola de la casa, ni que tuviera amigos. La conversación más larga que tenía Rosa con gente en el pueblo eran ¡buenos días! y en la iglesia ¡la paz del Señor este con usted! La música que escuchaba llegaba a ella desde un tragamonedas de la cantina de enfrente, donde los borrachos del pueblo acostumbraban llorar sus penas y dolores. En sus mejores días, Rosita estrenaba algunos de sus vestidos que había hecho reciclando los pasados de moda y desgastados que dejaba su Tía, que eran más viejos que Matusalén, pero los lucía llena de orgullo por su perfección en el corte y atinada costura que realzaban sus curvas, un poco regordetas pero muy asediadas en el pueblo, desde lejos claro, porque con la Doña cerca, nadie se atrevía ni a mirarla siquiera.En vista de las circunstancias, Don Heliodoro buscaba la forma de rescatar a Rosa del infierno en el que vivía y del que ella misma no estaba consciente, puede ser porque era lo único que conocía y a lo que se había acostumbrado a vivir.Una tarde, en la que las primeras gotas de lluvia caían sobre Buena Ventura, don Heliodoro Cruz, propietario de la única farmacia del pueblo, fue a conversar con la mujer que siempre le había quitado el sueño: Doña Cande, como el siempre quiso llamarla. Luego de varias horas de argumentos, entre suspiros de amor pasmado, la convenció de que dejara a Rosa ir a la capital a trabajar con una señora, cuyo hermano había estudiado con él en la Universidad . Su principal argumento se basaba en que las finanzas de doña Candelaria no estaban muy bien y menos para seguir alimentando dos bocas, con Rosa trabajando en la Capital no solo se desharía de los gastos que ésta generaba, si no que cada mes Rosa podría enviarle algo de lo que ganaba. Doña Candelaria lo pensó, se le notaba un gesto malicioso en la cara y en el fondo de la mirada hasta se le podía ver el símbolo de dinero. Calló unos minutos y al final accedió con la cabeza, soltando una media sonrisa malévola de sus labios delgados y resquebrajados por los años.Fue don Heliodoro quien le dio la noticia a Rosa, él no sabía si era buena o mala, pero para Rosa representaba la oportunidad de conocer otra vida, de ver el mundo desde otra perspectiva. Rosa lo tomó con serenidad, le aterraba el hecho de estar sola en la gran ciudad, sin su Tía para guiarla y reprenderla, sin sus flores en el parque y rodeada de una selva de cemento, como había escuchado a su Tía referirse a la Capital de la República.Rosa hizo la maleta, en la que llevaba sus tres mejores vestidos hechos por ella: uno para el diario, uno para salir al mandado y el otro para ir a misa los domingos. Despegó la foto de Marco Antonio Solís de la pared, que había recortado del periódico y la metió en la Biblia que le había regalado su padrino Heliodoro para la Primera Comunión. Además llevaba un chal, que le regaló su Tía para que escondiera su fealdad y demostrara decencia en las idas a la iglesia. Era reducido el equipaje, era todo lo que llevaba Rosa, que aparte de su ingenuidad, tenía también su sonrisa primorosa, y su inteligencia matemática, en fin lo único que tenía en la vida.Fue un largo y polvoroso trayecto. A Rosa se le olvidó que tenía las piernas dormidas y que las asentaderas ya no tenían acomodo, en cuanto vio con asombro como el autobús en que se trasladaba cruzaba los primeros umbrales de la ciudad.Bajó del transporte y fácilmente su nueva patrona la divisó guiada por la descripción que le hizo don Heliodoro: una adolescente de 14 años, de baja estatura, regordeta, vestida a la antigua con moda de los cincuenta, mejillas rosadas y siempre sonreída. Así bajó Rosa del autobús, sonreída, caminaba sin ver lo que tenía enfrente, admirando todo lo que tenía alrededor. Maravillada por su nuevo entorno, no podía cerrar la boca de asombro, tampoco paraba de sonreír.-¡Eudocia, Eudocia Pérez! ¿eres tú?-Usted debe ser la señora Aurora, mucho gusto señora.-¡Hola niña, bienvenida!-Gracias Señora. Si no es molestia para usted, prefiero que me llame Rosa, así me llaman mis amigos.-Desde luego Rosa, sígueme vamos al auto.Rosa vio la oportunidad de relacionarse con nueva gente, sin la sombra de su Tía, de ser ella misma y algo más, dando rienda suelta a su imaginación, inventando a la primera amigos que la llamaban Rosa que aparecieron en su mente en ese instante.Rosa se adaptó rápidamente a su trabajo y nuevo hogar, ya que su patrona una viuda acomodada, vivía sola en su apartamento y más que una criada, necesitaba compañía. Aurora había enviudado hacía ya cinco años, y todavía no superaba la pérdida del amor de su vida. Tampoco se acostumbraba a la idea de que su único hijo estaba estudiando medicina en Cuba, pues se había ganado una beca.Pasaron los meses y una nueva Rosa había resurgido como el Ave Fénix de entre las cenizas. Aurora había visto en Rosita la hija que nunca tuvo, a la cual le ayudó a modernizarse en cuanto a vestir y peinados. Rosa estaba más delgada y hasta un poco más alta, pues estaba en pleno desarrollo. También se le veía un brillo diferente en los ojos, reflejaba una paz interior que antes no se le notaba.Habían pasado ya seis meses desde que Rosa había llegado a la Capital, no extrañaba para nada a su Tía, y menos cuando se enteró por carta de su padrino que Doña Candelaria la había despojado legalmente de lo único que tenía de su Madre: la casa donde había nacido. No teniendo nada que la retuviera en el pueblo, Rosa decidió dejar su pasado atrás y comenzar una nueva vida. Ella veía siempre la vida con optimismo, veía siempre lo mejor de las cosas, así escapaba del sufrimiento. Aurora al enterarse de la decisión de Rosa, se ofreció a pagarle los estudios en una escuela nocturna y luego le tramitaría una beca para estudiar en la Universidad, ya que tenía buenos contactos para ello. Tenían muchos planes juntas, y Rosa tenía toda una vida por delante.Había una expectativa muy grande en la casa de Aurora, pues se celebrarían dos acontecimientos en una sola noche: la llegada de su hijo Adrián que venía a pasar vacaciones en casa y también el momento más esperado por Rosa, la celebración de sus quince años. Llegó por fin el momento más anhelado, Rosa se veía esplendorosa, Aurora le había regalado el vestido más hermoso que hubiera visto en su vida: de tafetán rosa, ajustado en la cintura, escote moderado y un gran vuelo. Rosa dio vueltas hasta caer mareada en un sillón.En eso, sonó el timbre de la puerta y Rosita se apresuró a abrir, más Aurora insistió en abrir ella la puerta, ya que era un día especial.-¡Hijo mío! al fin llegaste, no sabes cuanto te he extrañado.-Hola Mamá, yo también te extrañé. ¿Y qué es todo esto? ¿A qué se debe esta celebración?-Ven hijo, déjame presentarte a Rosa, es la chica de la que te había comentado en mis cartas, hoy celebramos sus 15 años.Rosa vio al que hasta ahora era un total desconocido, ya que ni en fotos lo había visto. Se le quedó mirando fijamente a los ojos sin parar de parpadear. Se fue acercando tímidamente y un poco cabizbaja.-Adelante hija, no seas tímida – dijo Aurora.-Adrián, te presento a Rosa. Rosa este es mi hijo Adrián.Adrián la miró de arriba abajo, estaba un poco confundido con la belleza campirana de la nueva habitante de su casa, le habló con poca efusividad:-Mucho gusto Rosa, me alegra que cuides a mi madre en mi ausencia y feliz cumpleaños.-El gusto es mío joven, bienvenido a su casa- respondió Rosa en tono bajo.-Bueno muchachos – dijo Aurora – no me agrada mucho el protocolo, así que vayamos directo al comedor, ya todo está listo para cenar, y Rosa ni te muevas que manchas tu vestido.Adrián, seguía mirando detenidamente a Rosa, al punto que en varias ocasiones incómodamente la hizo sonrojar. Rosa por su parte no dejaba de mirar el plato durante toda la cena, trataba de no chocar su mirada con la de Adrián. Al fin se terminó la cena, que solo duraría escasos 45 minutos, pero para Adrián y Rosa fue una eternidad, ambos extraños estaban inquietos el uno con el otro. Lo siguiente fue un brindis en la sala.-Y…entonces, Rosa, Rosa es que te llamas ¿cierto?-Sí, Rosa.-Uhum, y hoy cumples quince años…-Es correcto. Y usted cuántos tiene, si se puede saber.-Ehhhh, tengo 22 años. ¿De dónde me dijiste que eres?-La verdad no le he dicho aún y no me gusta hablar mucho de mí, no es interesante.-¿Listos muchachos?- interrumpió Aurora – brindemos por ambos y por este día tan especial.Aurora no sabía lo especial que iba a ser.La velada tan tensa fue interrumpida cuando Rosa decidió retirarse a su cuarto. Aurora y Adrián conversaron largo rato y a eso de las diez se fueron a dormir.A la media noche Rosa sintió sed y se dirigió a la cocina. Nunca llegó a la cocina, pues en medio camino fue interceptada por Adrián.Adrián era solo un poco más alto que Rosa, era bastante guapo pero no demasiado, lo suficiente para que Rosa se sintiera atraída por el, aparte que era lo más cerca que había estado de un hombre como tal.-¿Hacia adónde vas chiquita? ven vamos a conversar en mi cuarto, pongámonos cómodos.-¡Ay joven que hace! Se va a despertar su mamá, mejor me voy a mi cuarto.Con todo lo fresco que se puso Adrián y con lo nerviosa que estaba, Rosa sentía una gran curiosidad. Había leído demasiadas fotonovelas, y en su interior deseaba ser la protagonista de una. Así que accedió y se metió en la boca del lobo.-Vengo solo a conversar, para que no diga que soy grosera ¿oyó?-Así que tú eres la gran Rosa de la que habla mi mamá. Y tenía razón eres una gran chica. Disculpa lo anterior, solamente quería descubrir que tan inocente eras y perdona también mi sinceridad, pero tenía que estar seguro que en esta casa no había entrado cualquier advenediza a sacarle provecho a mi madre. Pero no te preocupes, me pareces buena persona.-Y cómo sabe que soy buena persona.-Lo veo en tus ojos.Adrián se sintió atraído por la mirada de Rosa y ella no opuso resistencia. Se besaron. Por primera vez Rosa sentía esa emoción y ese sentimiento de los que hablaban en las canciones románticas. Cerró los ojos y se dejó llevar. Adrián con más experiencia que Rosa, seguía besándola mientras cerraba la puerta de su cuarto con llave. Mientras Adrián decidió poseerla, Rosa despertaba las más intensas sensaciones femeninas y daba rienda suelta a su pasión. En medio de la penumbra, dejó caer sus desnudas quince primaveras sobre la cama y se estrenó como mujer. Adrián por su lado, seguía más confundido que antes. Un joven con camino recorrido, que había estado con muchachas de su mismo estatus social e intelectual, embolillado en su cuarto con la muchacha del servicio, porque eso era Rosa, por mucho que su madre se hubiera encariñado con ella.-Rosa, vístete y sal rápido de aquí. Que esto quede entre nosotros, ¿entendiste?-Sí, joven Adrián.Fue lo único que dijo. Era muy extraño para Adrián, pues ella no le reclamó que se llevara su virginidad, ni le preguntó nada. Ni siquiera se fue enojada. Una situación muy rara, por la que nunca antes había pasado.Al día siguiente, Rosa estaba más alegre que nunca. Se levantó temprano, hizo el desayuno y actuó como si la noche anterior no hubiese pasado nada. El que no dijo palabra en todo el desayuno fue Adrián, que hizo sospechar a su madre.-Hijo qué te pasa, ¿por qué no comes?-No es nada mamá, no estoy acostumbrado a comer mucho por las mañanas. No te preocupes.En su mente no podía creer lo que había hecho. No era un mal muchacho, pero sus instintos, reprimidos desde hace mucho por sus estudios, fueron más fuertes qué él. Se metió en su cuarto a pensar, qué iba a hacer con aquella muchacha. Si su mamá se enteraba qué le iba a decir. Por lo que decidió alejarse e irse a pasar unos días en casa de sus abuelos paternos.Cuando Adrián regresó a casa de su madre habían pasado escasos cinco días, y ya sólo le quedaban dos para volver a sus estudios. Por lo que decidió encarar a Rosa y hablarle de frente, explicarle como eran las cosas.-Rosa, necesito hablar contigo.-No es necesario joven, entiendo perfectamente.-Pero, ¿qué es lo que entiendes?-Que usted está de paso y yo también.-¿Eso es todo?-Sí, y es mejor que lo dejemos de este tamaño. No queremos preocupar a su mamá ¿cierto?-Es cierto, yo solo quería decirte que…-…Que soy una buena persona, eso ya me lo había dicho.-Entonces es todo.-Es todo.Los próximos días que quedaban, Rosa casi no salió de su cuarto. Aurora casi no lo notó, pues era muy poco el tiempo que le quedaba para estar con su hijo antes de que se fuera de nuevo a Cuba a seguir con sus estudios.Pasaron dos meses de la partida de Adrián, cuando Rosa se empezó a sentir rara.-Qué te pasa Rosita, te veo muy descompuesta…-Nada, doñita, es que siento un presentimiento muy raro, como si algo fuera a suceder.-Ay no niña, ¡no digas eso! , que va a pasar, ya te he dicho que tienes que dejar esas creencias de pueblo atrás, ahora tienes otra vida.-Puede que tenga razón, Aurorita, pero aún así no se me quita esta opresión en el pecho.-Estás muy pálida Rosita, si sigues así te voy a llevar con el médico.Una mañana de domingo, como de costumbre, Rosa salió temprano a comprar el pan. A ella y a Aurora les encantaba desayunar con pan acabadito de sacar del horno y ver como se derretía la mantequilla sobre este. Rosa había amanecido con unas ganas horribles de comer pan calientito con mantequilla remojado en el café.El barrio donde quedaba la casa de Aurora era callado y a esa hora durante el domingo no transitaba mucha gente. Rosa caminaba por la acera, cuando de pronto sintió el motor de un auto que rodaba suavemente detrás de ella. Era una camioneta tipo Van blanca, con vidrios oscuros y puerta lateral deslizable. Rosa apresuró el paso, pero el auto seguía allí tras ella. No había nadie en ese tramo, ni siquiera una puerta abierta en donde encontrar refugio. Se sintió atrapada, estaba muy asustada, se le aceleró la respiración, tragaba grueso, el corazón le palpitaba muy rápido y casi no podía pensar.Cuando menos lo esperaba, la agarraron por el vuelo del vestido y de un jalón la metieron en el vehículo. Ni siquiera pudo ver quién era. Le vendaron los ojos, la amordazaron, y le dieron un par de golpes. Rosa solamente sintió mucho dolor, cuando un hombre que no dijo una sola palabra, la perpetró a la fuerza. Lloraba de impotencia, apretaba los puños, se ahogaba en su miedo. Toda lucha fue en vano. Tan fuerte como siempre, mientras se mordía los labios para aguantar el dolor, trasladó su mente al momento donde voluntariamente se entregó a Adrián hasta que perdió el conocimiento.-Rosa, Rosita, háblame por favor ¿quién te hizo esto hija?-Enfermera, ¿qué fue lo que sucedió?-¿Es su hija Señora?-Como si lo fuera, soy responsable de ella.-La paciente fue violada, luego la dejaron tirada totalmente desnuda en un basurero.-¡Oh, Dios mío! hasta cuándo le tocará vivir a esta niña tantos duros momentos. ¡Señor, tu que eres misericordioso, apiádate de esta criatura!Rosa se recuperaba lentamente, ya estaba mejor, tanto que le habían dado de alta después de cinco días en el hospital.-Vamos hija, nos vamos a la casa. Allí te cuidaré y te pondrás bien muy pronto. Vas a ver que serás la misma Rosita de antes.-No, Aurorita. Eso no sucederá, ya no soy la misma de antes.-Claro que sí mi niña, olvidaremos todo esto y seguiremos adelante.-Llamé a tu padrino contándole que tuviste un accidente, pero no sé si quieres que le cuente la verdad. Es tu decisión.-No, prefiero que no sepa nada. Y creo que lo mejor es que me regrese al pueblo con él. Tengo mucho miedo estar aquí, no quiero que nadie se me acerque, que nadie me toque.-Te entiendo Rosa, y respeto tu decisión, aunque me vas a hacer mucha falta.-También la voy a extrañar. Me llevo un gran recuerdo suyo dentro de mí…corazón.Rosa se fue a vivir con su padrino y le ayudaba con la farmacia, así se mantenía ocupada para no pensar, para no recordar. Se aferraba por las noches antes de dormir, al recuerdo de Adrián, para tratar de esquivar las horribles pesadillas que la asaltaban por las noches. Sólo pensar en Adrián le daba paz, mientras recordaba aquellos instantes cuando se humedecía su cuerpo con sus besos, latía con fuerza su corazón, era una experiencia mejor que escuchar a Los Bukis.Después de un par de semanas, estando más estable emocionalmente, tomó una decisión, y es que a la pobre Rosita le había tocado madurar demasiado antes de tiempo. Ella trataba de ser lo más honesta posible, por lo que le contó lo del atraco a don Heliodoro, y mejor así, ya que a los tres meses de lo sucedido no pudo ocultar los síntomas de embarazo y la barriga que venía creciendo. Embarazo que don Heliodoro justificó con la violación. Rosa sintió todo el apoyo de su padrino, quién veló por ella hasta el último suspiro. Suspiro que se entremezcló a los meses con el llanto más bello de todos, el llanto de la vida. Una vida que vio la luz prematuramente a los siete meses, producto de un cuerpo muy joven, maltratado por el ultraje y que cambió drásticamente por un embarazo en la adolescencia.A Rosa solo le quedaba un poco de aliento para ver a su hijo, darle un abrazo y bendecirlo, mientras se despedía de este mundo, quedándose dormida en el sueño eterno.Veinticinco años pasaron, Adrián el hijo de Rosa estaba convertido en todo un médico, el único médico del pueblo. Luego de terminar sus estudios en la Capital regresa a casa con el único familiar que había conocido, don Heliodoro su abuelo. Instalándose nuevamente en el que había sido su hogar durante la infancia, antes de irse a estudiar a un internado, encuentra un papel doblado en cuatro con una Rosa disecada dentro. Adrián, el hijo de Rosa, la abrió y la leyó en voz alta:“Señor, a pesar de que mi vida ha sido dura, tu siempre me diste algo para que fuera mejor. Durante mi niñez me diste las flores y pajaritos del parque. Para cuando cumplí mis quince me diste a Adrián, la única persona que por tan solo unos minutos me dio besos, abrazos y me tomó con pasión. Escribo esto porque no aguanto más con este secreto, que no debo revelar, es un grito a voces que llevo en mi alma. Traicioné a doña Aurora, la mano que me dio de comer, y eso no tiene perdón. Entendí el castigo. Pero te agradezco Señor, pues permitiste que llevara en mis entrañas al fruto del afecto que sentí por única vez, que ahora llena mis entrañas y que sé que será “una gran persona” como me dijera Adrián la sola vez que nos vimos. Ella nunca sabrá que mi hijo es su nieto, Él nunca sabrá que tuvimos un hijo, en el pueblo nunca sabrán de quién es mi hijo, pero entre tú y yo guardaremos el secreto que nadie más sabrá, porque este gran amor que está por nacer será solamente mío, mío y de nadie más. Lo disfrutaré mientras tenga vida y me aferraré a este niño como el tesoro más preciado que me has dado. Gracias Diosito, por el mejor regalo de amor…”Adrián tomó el papel y mostrándoselo a su abuelo, Don Heliodoro, le preguntó si sabía quien lo había escrito.-Y entonces abuelo, ¿sabes quién escribió esto? ¿acaso mi madre?-No hijo, debió ser de alguna clienta que lo dejó en la farmacia.-Ahh, bueno puede ser. Son muy hermosas palabras, me hubiera gustado que fuesen de mi Madre, yo también l hubiera amado de la misma manera. La quiero de la misma manera donde quiera que se encuentre.Don Heliodoro llegó al cementerio con un ramo de rosas rojas, y caminó hacia una tumba, cuya lápida decía: “Aquí yace Eudocia Pérez, la Rosa más bella del jardín, cuyo amor vivirá por siempre”.-Hola Rosita, vengo a decirte que después de tantos años, tu secreto está a salvo. Guardaré solo para ti, lo que nunca dijiste.
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Amazona, muy linda la historia de amor que escribes, sólo me pareció algo triste el final de Rosa, aunque llegó a conocer la felicidad en su corta vida, Gracias por compartir tu talento. Felicidades.
Una historia triste con la sublime entrega de amor.....logre conectarme con los persnajes y te felicito x describir de manera tan palpable dicha historia,,gracias..
Comentarios
sorry.
Me encanto la manera en que relatas, la vida de rosa, desafortunadamente, el amor, la esperanza, y la alegria, le dan vida, a tu historia,.
FELICIDADES.
Martha