"Odio las cartas cuidadosamente preparadas, copiadas y vueltas a copiar; yo me siento a la máquina y dejo correr el vasto río de los pensamientos y los afectos."Julio Cortázar¿Quién empezó su aventura con la literatura redactando cartas? Nada influyó tanto en mi inclinación por la escritura como las cartas de mi infancia. A pesar de que alguna de sus partes eran fieles copias de modelos que me enseñaron mi madre y la escuela: “”Querida prima, por medio de la presente te saludo esperando que estés bien en compañía de mis tíos y de tu conejo Zinzindorf”. Todo lo demás era un intento muy fresco de relatar mis experiencias del modo más interesante posible . Así redacté mis primeras descripciones, conté sucesos dialogados , expresé mis sentimientos de nostalgia y cariño. Mi mejor modelo eran las cartas de mi abuela Clara. Ella era una apasionada lectora y una gran contadora de anécdotas. Escribía sus cartas a máquina, a una velocidad que sorprendería a muchos usuarios de teclados electrónicos. El papel de sus cartas era delgadísimo, pero el peso de sus palabras enorme. Cuando mi familia se mudó muy lejos de la abuela, ella nos escribías numerosas misivas donde nos contaba con un estilo encantador, a los nietecitos de alrededor de diez años, todo lo referente a las mascotas, los primos, las festividades religiosas y la última cosecha de peras. Siempre terminaba con un: “espero tu respuesta”. Y nunca tuvo que esperar mucho.“Las cartas existen porque el otro es una presencia permanente en nuestras vidas y la relación con ese “otro” toma muchas formas”. Dice la novelista María Tena. ¿Quién no ha visto cambiar estas relaciones por circunstancias como la distancia, los negocios, el amor o el desamor? Es entonces cuando interviene el recurso de la carta, en la que intentamos comunicarnos, dejar un mensaje efectivo, y a pesar de que para ello tenemos que recurrir a nuestro yo más auténtico, toda carta implica tratar al destinatario como si estuviera presente, y eso ya supone una ficción. Adam Gai, crítico literario israelí, afirma que: “La carta enviada o no, leída o no, no pierde su cualidad comunicativa. Esta relación que se crea, a costa del sentido común, da testimonio de la naturaleza fantástica de la escritura”.Leer el post completo en www.dificildejuglar.com
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