Amanecí pensando en los mitos modernos del hombre que se hace a sí mismo, en los libros de bolsillo o propagandas web que ofrecen soluciones únicas a problemas complejos porque nuestra visión es miope, en el escandaloso extremo de la individualidad y la superficialidad. Nos hemos creído tanto esos cuentos que la mayoría probamos de vez en vez o con cierta frecuencia el amargo sabor de la soledad, de la desesperanza y el cansancio por luchas que parecen no amainar. (Depresión, ansiedad, le llaman los psiquiatras).
Hemos perdido el sentido de comunidad, estamos tan ensimismados en nuestros problemas que somos incapaces de ver que éstos serían menos si nos dejáramos ayudar por otros, si creciéramos como comunidad o si levantáramos nuestra mirada y notáramos que el asunto hace mucho que dejó de ser personal, individual. Si dejáramos atrás las diferencias y comenzáramos a trabajar juntos por el bienestar común, pero de verdad por el bienestar común.
Hace ya algunos lustros, los filósofos hablaban de la era del vacío. Y parecía que ya habíamos tocado fondo. Pero seguimos avanzando en una dirección que sigue deshumanizándonos.
En México tenemos una enorme creatividad, es un don y un maleficio, pues si alguna vez nos aprovechó hacer de la tragedia comedia, para poder seguir caminando valiéndonos del humor, esto llega a un extremo donde todo se trivializa al grado de convertirnos en seres cínicos y desinteresados, al grado de contaminar la bondad y la esperanza.
No somos solo individuos, amigos del alma. Somos una comunidad, el bienestar de los otros impacta en el nuestro. De nada sirve el éxito en soledad. En nada nos ayuda voltear la mirada cuando nuestros hermanos están atravesando dificultades, de nada sirve un chiste cuando es pretexto para la indiferencia.
Nuestra creatividad nos ha servido también para encontrar justificaciones interminables para no comprometernos. "¿Por que ayudar a los otros, cuando tanto daño nos han hecho?" Por supuesto estas justificaciones siempre nos redimen de la capacidad que tenemos para hacernos responsables y hacer un esfuerzo para dar un poco más, un poco mejor, para salir de nosotros mismos. Nos sentimos cansados, pero no es por lo que damos, es porque lo que damos es tan poco, y lo que recibimos es tan poco también que no se hace ninguna diferencia y hemos enfermado de desesperanza.
Y cómo comencé esta reflexión, no hay soluciones de bolsillo. Es tiempo de darlo todo, de darlo de corazón, de poner el alma en cada paso, en cada mirada. Es tiempo de dar, de construir, de unir, de proponer y actuar, pero juntos, acompañándonos unos a otros en el proceso de crecer, de hacer pareja, de hacer familia, de hacer país y ¿por que no? de hacer un mundo mejor. Yo quiero un mundo mejor. Quiero un mundo de confianzas, sin temores, con certezas. Con la certeza de que afuera va a haber una mano o dos o tres tan comprometidas como la mía para ayudarnos mutuamente, para construir algo que alcance a muchos, que nos beneficie a todos. Pero eso solo es posible cuando entendamos que las soluciones no son simples, que requieren tiempo, compromiso, unidad, interés, alma, profundidad, perdón.
Conozco seres que se rigen desde este empeño , pero son los menos. Tal vez mi generación no sea capaz de ver el cambio que deseo, pero podemos comenzar. No va de un granito, señores, va de ponerlo todo en todo momento.
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Comentarios
Erika, tocaya, aunque en mi caso Erica es con C. Siempre me encanta lo que publicas. Me hace reflexionar a fondo. Ojalá podamos construir ese sentido y acción de comunidad en los próximas décadas. Nos urge como humanidad.
Saludos y gracias por compartir.
Tiene razon hay que echarle ahorita todas las ganas a dar para los demas. Me gusta mucho el parrafo donde dice que somos una comunidad; y que el bienestar de los demas impacta el nuestro; Y hay que poner mucha atencion que muchas veces usamos los chistes para emocionalmente desposarnos de la responsabilidad para ayudar al necesitado.