Una de las cosas más importantes que he aprendido desde que decidí dedicarme profesionalmente a ser feliz, es aceptar y respetar a los demás tal y como son.
La aceptación de los demás te da libertad. En cambio, el no aceptarlos y quererlos cambiar para que sean como a ti te gustaría, te resta libertad a ti y por supuesto también a ellos.
Personalmente considero que todas y cada una de las personas que habitamos este planeta tenemos derecho a ser libres y a ser felices. Pero al mismo tiempo, nuestra libertad de decidir nos permite vivir de un modo distinto. Podemos renunciar a ser libres, y también podemos renunciar a ser felices. De hecho, hay mucha gente que vive de ese modo.
No debemos obligar a nadie a ser feliz, a dejar de sufrir, o simplemente a dejar de ser víctima. Cada quien elige el modo en el que vive, y cualquier elección forma parte de su libertad y es totalmente respetable.
Cuando intentamos convencer a los demás para que vivan de un modo distinto al que lo hacen, estamos intentando imponerles nuestras creencias, o lo que es lo mismo, nuestra forma de ver la vida.
Pero tanto nuestras creencias como las suyas son igual de válidas y de correctas. De hecho, no hay creencias mejores que otras. Tan solo hay creencias que nos llevan a sufrir mientras que otras nos llevan a vivir en paz. Pero todas las experiencias que vivimos son igual de válidas, ya que todas forman parte de nuestro proceso de desarrollo evolutivo.
Hay quien elige identificarse con las experiencias vividas, asumiendo el rol de víctima de las “circunstancias”, y renunciando al poder que realmente tiene. Y debemos respetarlo del mismo modo que nosotros queremos que nos respeten en la elección que hacemos del modo en el que vivimos.
Por supuesto podemos ofrecer nuestra ayuda a los demás por si en algún momento deseen cambiar. Si no les gusta la vida que tienen, siempre hay una salida, y si estás capacitado para ello, puedes ayudarles a cambiar. Pero siempre desde el respeto y la aceptación.
Aquellos que nos dedicamos a ayudar a los demás a mejorar sus vidas, y que tenemos claro que el sufrimiento y el dolor son elecciones personales que pueden cambiarse con facilidad, acostumbramos a caer en el error de querer salvar a todo el mundo, incluso cuando los demás no quieren ser salvados. Actuamos movidos por nuestra propia necesidad de eliminar el malestar o el sufrimiento que nos genera el dolor del otro, ignorando su libertad para decidir.
Como padres acostumbramos a caer en el mismo error, y frecuentemente sobreprotegemos a nuestros hijos. Nuestra necesidad de “no verles sufrir” para evitar sufrir nosotros nos lleva a limitar las experiencias que ellos viven, impidiendo que adquieran la madurez y las capacidades necesarias para enfrentarse a problemas mayores en el futuro.
Ayudemos a los demás a ser conscientes de su libertad de elección. Ayudémosles a elegir conscientemente, y a no dejarse llevar por las emociones. Ayudémosles a asumir el poder creador que todos y cada uno de nosotros tenemos. De ese modo, además de respetarlos, les estaremos ayudando a que mejoren su vida si así lo deciden.
Un último consejo: Quien decida sufrir, respeta su sufrimiento sin compartirlo; y quien decida ser feliz, ayúdale a que lo sea.
Ricardo Eiriz
Creador del Método INTEGRA®
Autor y conferenciante.
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.
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