Probablemente respondas que no, o, si eres más benevolente contigo misma, dirás que sí, aunque con ciertas reservas. Las madres somos las juezas más severas al calificar nuestro desempeño en la ardua tarea de educar a nuestros hijos. Cuando ellos cometen errores o tienen reacciones que consideramos negativas, es frecuente pensar: “¿qué hice mal?” o “¿qué dejé de hacer?” y rápidamente repasamos la lista de acciones que deberían haber dado como resultado un “buen hijo", prudente y obediente.
¿Has incluido en ese listado muchas acciones que tienen que ver con el servicio? Entonces eres de las que cree que el servir a tus hijos lo es todo: “siempre tiene ropa limpia y doblada”, “lo llevé a la escuela durante toda su vida escolar; es más, hasta le cargaba la mochila para que no fuera a lastimarse la espalda”; “siempre hubo un plato sobre la mesa, y no se diga su lunch”. Aunado a esto, y dependiendo de las posibilidades económicas…”lo llevaba al karate y a la natación”, o, “lo inscribí en un curso de nivelación académica por su bajo rendimiento en el colegio”; ah! Y no puede faltar: “lo dejaba salir con sus amigos y yo lo iba a dejar y lo recogía, sin importar la hora”, “de niño lo llevaba a la feria para contemplarlo dar vueltas en un juego y otro, aunque yo me aburriera espantosamente”. Efectivamente, ésas y muchas cosas más, son factores que suman a la expresión de amor, aunque no necesariamente a una buena crianza, además, el único que puede determinar si eres una buena madre o no, es tu hijo, y lamentablemente, dependiendo de su edad, será la respuesta. Existen épocas en las que eres su heroína, ¡nadie como mamá para arreglarlo todo!, otras, en la que eres un fastidio por andar detrás de él recordándole todo lo que tiene que hacer o castigándolo si no lo hace; tiempo después, y si tienes una buena relación con tu hijo, serás su gran ejemplo en la vida; otras más en las que, por tu edad, producirás sentimientos encontrados (la amo, pero no puedo cuidar de ella), hasta que, cerca del final, seas la mejor madre que ha existido.
Hay una pregunta que le escuché a Louis L. Hay, para reflexionar sobre nuestra forma de expresar amor: “¿Cómo puedo amarte más’” , es decir, que hay que tener el valor de preguntar a esa persona, tan importante en nuestra vida, cómo quiere ser y sentirse amado, y aún así, habría que unificar criterios en lo que significa ser “buena madre”.
Tu responsabilidad como madre es, esencialmente, formar a tus hijos con valores y dotarlos de herramientas para que emprendan el vuelo en cuanto llegue el momento, pero, piensa que ese momento no debe prolongarse tanto, que se genere una relación de dependencia extrema, que a los cuarenta años todavía necesite vivir con mamá.
La calificación que te otorgues como madre no debe apegarse a estereotipos, sino a las necesidades que detectes en tus hijos y cómo logras cubrirlas, con miras a desarrollar en ellos la autonomía requerida para que satisfagan tales necesidades por ellos mismos, en el menor plazo posible; porque, a fin de cuentas, la vida no consiente, complace o regala; es cada uno quien construye su forma de vivir. Mamá: recuerda siempre: no eres la causa de todos los problemas de tus hijos, ni tampoco la solución; eres sólo un vehículo para entregar al mundo seres independientes y responsables de sí mismos.
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