Si bien es cierto que la inconformidad con la situación actual del país es difícilmente superable, la energía que la sociedad está dispuesta a invertir para lograr un cambio es casi inexistente. Pero es entendible: carecemos de una visión de lo que esperamos obtener del cambio y, aunque la tuviéramos, no sabríamos qué hacer para alcanzarla.
Pero aun cuando todos los elementos estuviesen presentes, la falta de organización ciudadana para sumar y sumarse para enfrentar la intransigencia de los poderosos, las dificultades de comunicación entre los inconformes y el inmediato "sospechosismo" de las motivaciones de quienes están dispuestos a hacer algo han generado una sociedad paralizada.
Pero los tiempos cambian, y segundo a segundo esta fórmula debe ser recalculada cada vez que cualquiera de las variables modifica su valor. ¿Qué pasaría si la ciudadanía se uniera, si las agrupaciones y movimientos civiles se sumaran, si el conjunto de voces de la sociedad fuera tan grande que no pudiera ser ignorado por las resistencias de quienes se sienten ganadores del poder? ¿Cuál sería el resultado de que una mayoría llegara a un consenso que diera certidumbre respecto a lo que es posible obtener con un cambio, que consiguiera definir los planes a dar para lograrlo?
Parece iluso, pero muchas sociedades han atravesado por momentos de coyuntura que representan oportunidades únicas de cambio. Tiempos en los que los individuos fueron capaces de anteponer el bienestar de la colectividad a sus intereses particulares, como lo demostró España a la muerte de Franco cuando lograron consenso y suscribieron los Pactos de la Moncloa, Chile después de la salida del dictador Pinochet, o la Mongolia tras la caída de la URSS.
Y ¿por qué no México?
Aunque son muchos los que apuestan al continuismo de la alternancia en el poder, sin que consideren necesario reformar las estructuras del Estado que garantizan la permanencia del statu quo, las condiciones están dadas para que la frustración y la desesperanza conviertan a la sociedad en un jugador inesperado que altere los pronósticos.
La inconformidad crece día a día y las perspectivas del continuismo no ofrecen esperanza para la inmensa mayoría de la población. Si damos credibilidad a las encuestas, por lo menos una cuarta parte de los votantes no sabría por quién votar si las elecciones de 2012 fueran hoy. Y aunque las causas de su indefinición pueden ser muchas, cualquiera que estas sean todas derivan en una: ninguno de los aspirantes a la Presidencia y ninguno de los partidos les ofrecen algo diferente a lo que ya ha sido ni a lo que es.
Para estos mexicanos y otros muchos, los precandidatos y sus partidos garantizan continuismo y sus promesas son las de siempre: más de lo mismo aunque un poco mejor. Pero cualquiera que sea la mejoría que prometan, no conseguirá ser suficiente para romper la desesperanza generalizada. De algo estamos seguros: nadie que forme parte del establishment, por poderoso que sea, puede comprometerse a llevar a cabo la transformación radical que México requiere y que haga creíble la posibilidad de transformarnos en un país para todos y no para unos pocos.
Aunque en murmullos, casi todos reconocen que, a menos que pase algo,
habemus Presidente sin siquiera tener que pagar por el costoso proceso de elecciones en el 2012. Y aunque no está en los cálculos tradicionales, algo podría estar cuajando; algo que podría imprimir una dinámica de coincidencia de contrarios como resultado de la energía de una sociedad que reclama ser protagonista del cambio.
El próximo lunes en el Foro Ciudadano por un Pacto por la Nación, algunos ciudadanos experimentaremos la energía de cambio y la turbulencia en el entorno. Será interesante la experiencia y cualquiera que sea el resultado será ganancia: estamos aprendiendo a participar, y se lo debemos a México.
Creemos que es digno ser vencidos en la batalla y no ser cobardes que prefieren no hacer nada para no perder.
Comentarios
Estoy muy interesada de que nos sigas informando al respecto. Me encantaria participar de alguna manera.