Entiendo si crees que la libertad en una pandemia es una idea absurda. Los tiempos en los que vivimos no tienen precedentes para nuestra generación. Puedes encontrarte sin trabajo, o que no puedes salir de su casa, o que estás enfermo, o tal vez alguien cercano a ti lo está. Y, como todos los demás, lo más probable es que estés rodeado de interminables historias de angustia y tristeza, ruina económica, enfermedad, muerte y un virus que parece imparable. Sí, es difícil sentirse libre.
Pero, ¿qué pasa cuando no nos sentimos libres? Es muy probable que también nos sintamos atrapados y tal vez enojados o deprimidos. Perdemos la esperanza. Y, lo que es peor, empezamos a jugar el juego de la espera. Esperamos una vacuna para tiempos mejores, y un regreso a la normalidad. Esperamos hasta que estemos libres de nuevo. Felices y en paz.
Por supuesto que la verdad real — y en el fondo de nuestros corazones lo sabemos — no es la pandemia que nos impide ser libres; es cómo vemos a la pandemia. También el hecho de estar esperando. Esperar es lo que nos hace prisioneros. Esperar es lo que nos hace cautivos de nuestras mentes y esclavos al futuro. En pocas palabras, la espera es la ilusión de que el mundo cambie, en vez de que cambiemos nosotros. Esperar es lo que nos saca del momento presente, y el momento presente es el único lugar donde alguna vez seremos verdaderamente libres.
Nelson Mandela pasó 27 años en prisión en una celda estrecha y apretada. Dieciocho de esos años los pasó en una isla remota, donde se vio obligado a trabajar junto a otros en una cantera de cal. Fue encarcelado todo ese tiempo porque era un hombre negro. Mientras soportaba un sufrimiento y aislamiento inimaginable, sobrevivió debido a su creencia inquebrantable de que su libertad (también su paz y felicidad) era producto de su espíritu o de su “vida interior”. Como solía decir: “Yo soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”. Nelson Mandela sabía lo que todos los seres conscientes saben: debemos asumir la responsabilidad de nuestra propia paz y felicidad.
Como he dicho a menudo, si estamos buscando la libertad y la paz fuera de nosotros mismos, nunca encontraremos la paz dentro. Por difícil que sea la pandemia mundial, se nos ha dado una oportunidad única de crecer y evolucionar. Se nos ha dado la oportunidad de aprovechar estos tiempos difíciles para cambiar la forma en que miramos al mundo, o en palabras del filósofo Pierre Teilhard de Chardin, para darnos cuenta de que “no somos seres humanos que tienen una experiencia espiritual, sino seres espirituales que tienen una experiencia humana”.
He dedicado mi vida a esta mayor conciencia. Es por eso que he creado Zero Frequency®, un programa dedicado a ayudarnos a experimentar la paz y la plenitud del momento presente (y hacerlo en momentos desafiantes y cotidianos de nuestra vida física).
Yo llamo a este viaje un regreso a nuestro estado natural de Cero, el estado ilimitado que viene cuando vivimos en el ahora, presente, consciente y libre de juicio. Es en este estado de conciencia donde encontraremos que la libertad y la paz son posibles, incluso en un mundo pandémico imperfecto.
Para muchos, este viaje puede parecer como empujar una roca cuesta arriba: trabajo duro, doloroso e incluso imposible. Inclusive aterrador. Como dijo Nelson Mandela sobre su tiempo en prisión, “aprendí que el valor no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese miedo”.
En mi programa Zero Frequency®, enseño que debemos vencer este miedo a través de la entrega, el soltar y confiar. Conquistamos este miedo al deshacernos de las memorias que tocan dentro de nosotros: las viejas cintas, creencias, viejas opiniones y juicios que nos esclavizan. Conquistamos este miedo al llegar a ser tan claros que finalmente podemos ver lo que es real, y para que podamos trascender nuestros desafíos terrenales en la búsqueda de una conciencia superior.
Mi mensaje es claro: debemos dejar de esperar la libertad y la paz y darnos cuenta de que la libertad y la paz ya están aquí. Están dentro de nosotros, y siempre lo han estado.
Y aquí está el bono, que me gusta llamar el gran regalo del universo. Una vez que aceptamos esta libertad y paz como parte de nuestra nueva realidad, entonces podemos cambiar el mundo.
Y no tendremos que gritar nuestras verdades desde los tejados, o decirle a alguien cómo actuar, o pensar, o qué creer. Dejaremos que nuestras acciones hablen por sí mismas. Inspiraremos con el ejemplo, viviendo una vida libre y feliz. Y a partir de este nuevo estado de conciencia (Cero), podemos entonces expandir y crear una nueva pandemia: una pandemia de amor y paz.
Y les diré esto, amigos míos, no hay vacuna en el mundo que pueda detener el amor y la paz.
Y todo comienza en el momento en que elegimos ser libres.
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