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Recuerdo levantarme temprano en aquel día en que el cielo empezaba a dibujar las montañas y volcanes en un paisaje poético.

La silueta del Iztaccihuatly, la amada muerta y del guerrero Popocatepetl platicaban su leyenda en el valle, que desde mi ventana podía admirar.

Un café humeante, aroma y dulzura del comienzo de un día sin mucho quehacer y de mañanas frescas en que iría al club.

Parecía un día especial hasta que comenzó el juego de tenis y el ambiente torno nuestra atención al giro y golpeteo de la pelota sobre la cancha de arcilla, polvo ocre se fundía en el aire y sol.

Pero inexplicable es como cambia de manera radical nuestro sentido de las cosas... Ya que un juego aunque sea juego se debe de entender y aplicar bien las reglas, después de todo, los juegos tienen raíces que se pierden en la antigüedad de los tiempos… Y aunque este se caracteriza como un juego de gran cortesía, no quita tener emociones y sentimientos.

Volví a casa arrastrando los pies y de paso la raqueta que tire lejos de mí.

Así que me fui al parque a trotar… y bajo los eucaliptos, cedros y álamos plateados, iba yo misma abriendo las brechas del camino, marcando las pisadas de mí andar.

Mis sentidos estaban ya enfocados al sonido de la tierra en parte mojada por el riego de los jardines. La atmósfera era tibia y silenciosa de voces humanas a esas horas del día. Y todo volvió a la leyenda que me platicaban ahora las hojas y el viento y los colores contrastantes de luces y sombras de los árboles.

Martha Schumacher.

Pintura JMVelasco.