Si bien en las elecciones del pasado domingo 4 de junio se registró una clara ventaja del Partido Acción Nacional –que ganó siete de las doce gubernaturas en disputa–, es evidente que los sufragios emitidos por los ciudadanos en las diferentes entidades llevan aparejados una serie de mensajes tanto a los partidos como al gobierno.
Por una parte, está muy claro que hubo un voto de castigo al binomio PRI-gobierno, que refleja un descontento generalizado ante la inseguridad prevaleciente y los escándalos de corrupción e impunidad, que se suman a los escasos resultados en el ámbito de la economía, apenas en el nivel mínimo de crecimiento.
También se manifestó la desconfianza de la sociedad hacia la mayoría de los demás partidos, llámense PRD, Morena o cualquier otro, los cuales no se perciben como alternativas reales para gobernar en diferentes entidades y menos aún califican para ocupar la Presidencia de la República.
Otra certeza es que si bien el PAN obtuvo importantes triunfos que históricamente nunca había conquistado en elecciones intermedias, eso no significa que tenga allanado el camino hacia el 2018. El ejercicio de poder, lo sabemos, desgasta enormemente, y los votantes podrían castigar también a este instituto político en las urnas si en el corto plazo no perciben mejorías en relación con el proceder y los logros del partido actualmente en el poder.
Así que los resultados de los comicios del pasado domingo constituyen tendencias que podrían o no confirmarse para el gran momento que se avecina en las elecciones presidenciales del 2018.
Por lo que toca a la llamada izquierda, resultó indiscutible que una vez más se encuentra dividida, y se confirma que de esa forma ni uno ni otro de los supuestos abanderados de esta ideología podrá conseguir la Presidencia de México en elecciones próximas.
En el caso de la Ciudad de México, la baja presencia de votantes para decidir la conformación de la Asamblea Constituyente hizo patente el rechazo ciudadano a los partidos políticos y a ese proceso que muchos consideran insatisfactorio, una forma de democracia a medias.
En otros puntos de la geografía nacional destacan los casos de Veracruz y Tamaulipas. En ambas entidades perdió el partido gobernante; es decir, el PRI. En el primer caso por la reprobación ciudadana al régimen errático y desprestigiado de Javier Duarte; en el otro, por la violencia incontenible en la entidad, además de la incapacidad de las fuerzas policiales. Por lo que toca a Chihuahua y Durango, algunos piensan que el PRI postuló mejores candidatos que el PAN, pero los votantes de esas entidades prefirieron inclinarse por el blanquiazul debido a los desatinos de los gobiernos locales y el ambiente nacional de crítica y desánimo social que ha prevalecido contra el gobierno en general.
Una lección adicional derivada de estos comicios fue el escaso apoyo de los electores a los candidatos independientes.
Así que, sin duda, hay ganadores y perdedores de la pasada jornada electoral. Pero más vale no sacar conclusiones muy adelantadas, pues tampoco está escrito que en el futuro inmediato se repetirán las tendencias registradas ahora. Lo cierto es que el electorado es cada vez más volátil respecto a sus preferencias y se expresa en las urnas de acuerdo con la percepción que tenga en determinado momento sobre quienes lo gobiernan.
A fin de cuentas, la gran lección es para los tres principales partidos: una última llamada al PRI para que cambie de una vez por todas; una invitación al PAN para que dé resultados en el corto plazo, y una convocatoria a la izquierda para que se una y supere la estridencia, el radicalismo, la desfachatez autoritaria.
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Comentarios
Comentarios muy contundentes, Sra Marha