La literatura universal es prolija en esta materia, fábulas, cuentos infantiles, novelas transmiten el pensamiento y la emoción del ser humano para valorar justamente aquello que tenemos, su importancia tanto para los momentos agradables como para la felicidad.
Sin calificarlos como ambiciosos todos conocemos a esos que se pasan la vida en el mayor de los esfuerzos para conseguir un bien material como una casa, un auto, joyas, totalmente convencidos que para lograr el bienestar precisamos tener.
En infinidad de ocasiones cuando los objetos en cuestión forman parte de los haberes de esa persona su importancia relativa disminuye considerablemente; logran estar inmersos en una espiral desfavorable que se fundamenta en el tener por tener.
La felicidad y la paz están mucho más cerca de lo que imaginamos, están a nuestro alcance y se pueden lograr.
Si encauzamos nuestros deseos hacia metas y valores la plenitud llegará; dejar de lado ese consumismo atroz que se agota a sí mismo con cada adquisición.
La ruta de una felicidad duradera es poner por anticipado los deseos auténticos de nuestro corazón.
El gran secreto se encuentra en modificar nuestra manera de desear y de soñar; la elección adecuada nos permite disfrutar nuestro presente darle el valor que tienen nuestros afectos y lo nuestro, lo que conduce a gozar inmensamente las pequeñas cosas que son nuestros tesoros y la riqueza indudable inmersa en nuestros quereres, la amistad verdadera y por supuesto, el amor que nos acompaña y el que tuvimos en algunos momentos.
El deseo nos impulsa, nos mueve, inspira y nos hace imaginativos para poder llegar a donde nos hemos planteado.
En algunas ocasiones puede conducir a la frustración cuando las metas son irreales o tienen exclusivamente un precio, lo que es distinto al valor.
La condicionalidad de los aspectos materiales confunde nuestros sentimientos, hace suponer que nuestro ánimo tendrá una correspondencia absoluta con la tenencia de tal o cual objeto, nada más falso. Si observamos que inmersos en esta actitud la carrera por poseer se hace infinita nos daremos cuenta que tiene el mismo sentido y tamaño las consecutivas frustraciones por carecer de algo.
Ser creativo es darle su dimensión a las cosas, hacer valioso lo que construimos, hacerle caso a lo que nos mueve internamente.
Requerimos de aprender a desear, en ello se encuentra la habilidad que surge inmediatamente para gozar profundamente, para disfrutar cada pequeño avance.
Imagina todos aquellos momentos donde te has sentido a plenitud, donde en alguna forma detuviste el crecimiento de esa gratificante sensación, darle el tiempo adecuado y exacto a cada circunstancia es un arte muy fino que llega a ser vital en tu estado de ánimo.
Sólo en la satisfacción se eliminan los miedos y las amarguras; sólo en este estado que los clásicos llamarían “buena esperanza” se da, brota la gratitud, la memoria del corazón como yo la llamo.
Esta última es una de las emociones más poderosas y empoderadoras, te sitúa por encima de defectos y del dolor; entrega, en principio, una parte muy importante de ti a los demás.
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