El maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase elegimos una papa por cada persona a la que guardábamos resentimiento. Escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa de papas. Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y, cómo, mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran más importantes para mí
. Crecer no es una tarea sencilla. Avances, retrocesos, desilusiones, esperanzas y mucho dolor acompañan el proceso vital del hombre en este mundo. En este trayecto forzosamente existirán personas que nos lastimen, que nos nieguen aquello que deseamos, que no nos comprendan o incluso que nos traicionen.
Se trate de una herida emocional que nos hayan provocado nuestros padres, de alguien que nos ha olvidado o de un amigo que no ha sabido actuar con lealtad. Todos hemos sufrido alguna vez por causa de otra persona. Ahora bien:
¿Qué sentimos por esa persona que nos dañó? ¿Intentamos alguna vez comprender por qué actuó de ese modo? ¿Somos capaces de olvidar la ofensa sufrida? ¿Sabemos perdonar?
Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra "mochila" sentimental.
Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiar. Me di cuenta que cuando le daba demasiada importancia a las promesas no cumplidas me llenaba de resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se dispersaba.
Cuando las cicatrices no logran cerrarse y el rencor continúa anidando en nuestro espíritu, su energía actúa como un veneno.
Muchas de nuestras enfermedades se deben a la ira permanente, a los pensamientos de venganza y destrucción que ocupan nuestra mente. Sólo cuando conocemos el verdadero amor, que es un regalo del cielo, ocurre el milagro de perdonar y dejar atrás las cadenas que nos atan al pasado.
¿Cómo amar a aquellas personas que te aborrecen o tú aborreces? - Perdonándolas o aceptando su perdón. Deseándoles lo mejor en sus vidas. Hacerles el bien cuando se te presente la oportunidad. Orar por ellas.
Es cierto que hacer esto va más allá de los límites de la razón y la voluntad. Quizás no está en tu capacidad hacerlo, pero sí a través de la acción poderosa de Dios en ti. Deja que sea Dios quien se encargue de romper con toda atadura que te ligue a todas esas actitudes de rechazo, resentimiento o rencor. Pídele hoy en oración que te de la capacidad de inyectar amor donde no lo hay, y Él lo hará.
Perdonar me llenó de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro, sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón es una expresión de amor. Y el amor incondicional que demuestras aún hacia aquellos que te han dañado, es la señal evidente que Dios gobierna tus sentimientos.
Lecturas, Cuentos y Reflexiones
Comentarios
En la vida estamos expuestos a toda clase de sentimientos, algunos nos dañan más que otros. También la vida la caminamos con toda clase de personas que, por desgracia nos persiguen hasta el final tratando de hacernos daño hasta sus últimas consecuencias. Es un derecho nuestro, el defendernos porque sentimos y sufrimos por esos motivos. Lo único que sacamos con esta lectura es tratar de perdonar (nada fácil) pero tenemos que hacerlo sino es cosa de nunca acabar. Para mi es imprescindible la presencia del Ser Supremo para que todo tome su lugar, que no haya victimarios más, ni víctimas. que logremos se calmen las aguas y poder seguir adelante es mi deseo en cualquier problema. Para llegar a ese resultado debe haber una tregua para que pensemos cada uno y resolvamos las cosas con la mente y el corazón claros.
No dejo de reconocer que hay personas que se regocijan con hacerle la vida pesada y sin piedad a quien creen más desvalido. Es una pena.