Aquél que no tiene el éxito que esperaba, o que se siente incomprendido y marginado por los demás, vive estas vejaciones dolorosamente, es natural. Pero debe esforzarse para no dejarse llevar por el pesimismo, por la rebeldía, porque estos pensamientos son como un humo que oscurece el alma, que acaba dejando huellas incluso en el rostro: su color y su mirada se apagan, sus labios palidecen… y todas las mímicas que hace para poner buena cara, sólo engañan a los que son incapaces de sentir la realidad de los seres detrás de la fachada que tratan de mantener.

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*** Es imposible no sufrir cuando uno se siente disminuido a los ojos de los demás, pero este sufrimiento debe abrirnos a otra dimensión. ***