El águila amablemente persuadió con ruegos a su cría hasta el final del nido.
Su corazón se estremecía con emociones encontradas al sentir cómo se resistían a sus codazos insistentes.
¿Por qué la emoción de volar tiene que comenzar con el miedo de caer?
Pensó. No había respuesta para esa pregunta clásica.
Como una tradición de la especie, su nido estaba ubicado en lo alto de una roca escarpada.
Por debajo no había nada más que aire para soportar las alas de cada uno de sus hijos.
“¿Es posible que esto no funcione esta vez?” -pensó-. Pero a pesar de sus temores, el águila sabía que era el momento.
Su misión maternal estaba casi completa, sólo quedaba una tarea final:
¡¡¡ El Empujón. !!!
El águila tomó coraje de una sabiduría innata. Hasta que sus hijos descubrieran sus alas, sus vidas no tendrían sentido. Hasta que aprendieran a volar, no serían capaces de entender el privilegio que era haber nacido águila.
El empujón fue el regalo más grande que les podía dar. Era su acto de amor supremo.
Y así, uno a uno, los empujó. Y así, uno a uno: Volaron.
Cuando emprendas algo, no dejes que el temor al fracaso te impida triunfar.
Recuerda que incluso las águilas, necesitan un empujoncito.
Comentarios
Hola María Azucena es bueno que te haya gustado, Gracias por tu comentario. Hasta pronto...
El comportamiento de todos los animalitos nos dan ejemplos incalculables de lo que debemos hacer con nuestros hijos. Apapacharlos cuando son chiquitos, más ir enseñando poco a poco con constancia y amor para que estén preparados a tiempo para emprender el vuelo. El mejor obsequio que podemos darles es una buena educación e instrucción adecuada ya que con esas herramientas puedan defenderse en la vida y sean libres, nunca secuestrados por nuestro amor equivocado.
Nacemos para ser libres. !!!
( No es nada fácil. tal vez a unas madres nos cueste más trabajo que a otras, pero en fin, muy buenos deseos para las nuevas madres, que sean de lo mejor que otras fuimos )