Educar en la austeridad y para la sobriedad en un entorno de abundancia es un reto ineludible para todos los educadores. La austeridad es un valor propio de personas generosas y solidarias.
Jaume Soler y M. Mercè Conangla
El consumismo que padecen no pocos niños (la palabra se refiere también a las niñas) de nuestra época es una forma de maltrato posmoderno porque impide el florecimiento de la creatividad, aniquila la imaginación, opaca la fantasía, inhibe la capacidad para la resolución de problemas, aliena, en resumen, perjudica seriamente el desarrollo infantil al afectar habilidades esenciales para la vida. Por eso es maltrato, el cual se intensifica en ciertas temporadas del año, la navideña es una de ellas, ¡cuidado!
Esa tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes no siempre necesarios resulta peligrosa cuando atrapa a los niños, pues el mensaje que se anida en su mente es que ellos pueden tener todo lo que deseen, y la vida no es así, en la vida no siempre se tendrá todo ni en el momento oportuno.
Una de nuestras labores educativas consiste en ayudar a los niños a diferenciar entre necesidad y deseo, porque, como dicen los autores de “Ámame para que me pueda ir”, Soler y Conangla, no todo lo que deseamos es necesario ni nos conviene, aunque sería bueno aprender a desear y a apreciar lo que necesitamos y nos conviene.
El consumismo es peligroso porque además de transmitir la idea de que se puede tener todo lo que se desea, instala una actitud de despilfarro.
Al respecto Soler y Conangla advierten que permitir que nuestros hijos despilfarren les va a perjudicar muchísimo en la vida, porque van a hacer lo mismo en otros campos: van a abusar de los recursos, de las palabras, de las personas, van a desperdiciar oportunidades, harán mal uso de los medios, serán poco empáticos con las necesidades de los demás… y, así, este mundo será cada vez menos justo y menos equilibrado.
Así de peligroso es el consumismo, así de trascendentes sus consecuencias negativas.
Y, justamente, esta temporada se ensaña con los niños. Ahora se realizarán el 40 por ciento de las ventas de juguetes del total que se realizan en todo el año en nuestro país.
Fomentar la generosidad, el servicio, la solidaridad, la austeridad y la sobriedad es una de las principales funciones parentales porque permite a los niños adquirir habilidades, actitudes y conductas basadas en la conciencia de la existencia del otro, de la otra, en la responsabilidad de cuidar el entorno.
Un sector de la población somos afortunados al tener acceso a múltiples bienes. Pero en lugar de llenar de regalos a los niños y de satisfacer todos sus deseos, limitémonos a cubrir sus necesidades y vivamos con ellos esos valores propios de las personas generosas y solidarias, la austeridad y la sobriedad. Estas son algunas alternativas para tal fin:
- Facilita la capacidad para jugar con pocos juguetes y aun sin ellos.
- Dales tiempo y espacio para que puedan descubrir lo que pueden hacer utilizando su imaginación y creatividad.
- Promueve espacios de soledad, ocio, calma y relajación, que eviten formar personas enajenadas, ansiosas de adquirir cosas y de buscar estímulos de manera compulsiva.
- Obséquiales regalos solamente en ocasiones muy especiales y explícales que la obtención exagerada de productos genera mucha basura que contribuye al deterioro del medio ambiente.
- Señálales que el acaparamiento y el despilfarro es un acto inmoral. Y muéstrales la generosidad con los semejantes.
- Enséñales a cuidar, reusar y reparar las cosas que se tienen.
- Facilita el contacto y aprecio por la naturaleza.
No está de más decir que todo lo anterior se ha de transmitir no con palabras, o no sólo con ellas, sino sobre todo con el ejemplo.
Te deseo austeras y sobrias fiestas.
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