Es bien sabido que en la actualidad, necesitas leer muy bien las letras pequeñitas de tu contrato matrimonial. No especifica quién se encargará de la casa, se supone que la mujer; no dice que tienes que ayudar con los gastos, aunque limpies todo lo que ensucian los demás; tampoco está escrito que la equidad desaparece. Etc., Etc., Cuando este contrato se rompe, casi siempre porque el señor se va de la casa, los hijos se quedan con su madre porque así debe ser según una ley no escrita y el señor hace una nueva familia muy cómodamente que hasta deja de visitar a sus hijos o llevarlos de vacaciones. Estorban.
Si hay bienes y no te pones lista te quedas sin nada, porque el señor tuvo cuidado de ponerlos a nombre de su mamá y no te diste cuenta porque tu cerebro estaba nublado por la confianza.
Me gustó más mi época, casarse sin pensar, con mucho amor y ciegos totalmente a la traición. Sin rompimiento de contrato porque se hizo lo imposible para seguir juntos, si éramos dos extraños hubo un gran esfuerzo por compartir las manías, responsabilidad para aceptar el papel y comprensión hacia ese humano, que como tal está lleno de defectos que un día se revolvieron con los míos y surgieron otros que pudimos absorber por el bien común.
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