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Si los integrantes de una relación de pareja no pueden enfrentar con aplomo y sabiduría las turbulencias provocadas por un conflicto, si no están preparados para abordar las discrepancias maritales escuchando con paciencia, tolerancia y apertura las objeciones y propuestas del compañero, si a partir de esto no son capaces de aprender de sí mismos propiciando un crecimiento personal, entonces las perspectivas del florecimiento de su relación afectiva son prácticamente inexistentes, ya que no habrá manera alguna de eliminar los residuos tóxicos emocionales que expiden los conflictos no resueltos.

       A la postre, este envenenamiento ocasionará primero el debilitamiento y la enfermedad del proyecto conyugal, y después su inexorable fallecimiento.

       una pareja que no esté lo suficientemente capacitada para resolver sus conflictos y capitalizarlos, sólo lo está para aplicar la eutanasia conyugal dejando morir su relación y asistir al funeral llamado divorcio.

Para que tomes conciencia de la disfuncionalidad con la que la  mayoría de las parejas abordan sus discrepancias, te comparto el siguiente caso:

Un matrimonio que se encontraba en un avanzado estado de descomposición, discutía con frecuencia por cualquier motivo. Uno de los múltiples temas de sus pleitos era que el marido solía ser muy impuntual en las citas que concertaba con su esposa; mientras que ella reaccionaba con agresión cada vez que él incurría en esos incumplimientos.

       Cierto día una estimada amiga de esta señora iba a casarse y la invitó a su boda para que fungiera como testigo. Dado que había aceptado ese importante compromiso, le pidió a su esposo que estuviera en casa para recogerla a las seis de la tarde, ya que tenían que estar en la ceremonia a más tardar a las siete.

       Como de costumbre, el hombre incumplió y pasó por ella a las ocho de la noche.

       Con un silencio sepulcral y acribillante se dirigieron al salón de fiestas en donde se llevaba a cabo el banquete y se sentaron en una mesa ubicada en el fondo del lugar.

       Una hora después de estar ahí en silencio y con una actitud de tensa seriedad, mientras algunas parejas pasan a bailar a la pista inician la siguiente discusión:

ELLA: (En un tono de molestia) Me la volviste a hacer, llegaste dos horas más tarde de lo que habíamos acordado, eres un irresponsable, parece que lo haces a propósito y lo que pretendes es molestarme, ¡ya me tienes harta!

Él: (También molesto) Tú nunca entiendes nada, todo lo complicas, ¿que no tienes tantito cerebro para entender que es por compromisos de trabajo, del cual por cierto comes y satisfaces tus frívolos caprichos?

ELLA: (Ya visiblemente enojada) El descerebrado y frívolo eres tú, eres un vulgar mentiroso que sólo busca pretextos porque en el fondo de ti hay un cobarde que le tiene miedo al compromiso emocional.

ÉL: (También muy enojado) Pues si no llego a casa temprano es justamente para evitar estos ataques y estos "teatritos", eres una histérica a la que nunca se le puede dar gusto en nada, eres terriblemente complicada.

ELLA: (Más irritada aún) Ahora me echas a mí la culpa, cuando todo el problema es tu desconsideración, tu insensibilidad y tu incapacidad de amar. Si fueras un hombre maduro no tendríamos estos problemas.

ÉL: (También ya muy irritado, golpeando en la mesa y en un tono más alto) Eres una vil mentirosa, el problema de nuestra relación son tus desequilibrios emocionales y tus exigencias histéricas.

ELLA: (Con gran rabia y manoteando) El desquiciado eres tú, además cómo quieres que te reciba con amor si siempre llegas con tu cara desencajada, pareces un limón agrio, eres un amargado, siempre pasivo e indiferente, además con problemas sexuales, a ver, ¿por qué hace tres meses que ni me tocas? ¿No será acaso que eres maricón?

ÉL: (Ya enardecido) ¡Maricón tu padre! Lo que pasa es que tú eres incapaz de despertar cualquier atracción por alguien.

ELLA: ¡Pues si supieras cuántos hombres me quieren llevar a la cama!

ÉL: ¡Pues será para dormirte porque nadie te soporta!

       Mientras continúan esta estéril y creciente discusión, desde lejos una pareja de amigos los ven manoteando muy alterados, de tal suerte que deciden acercarse a ellos para ofrecerles su ayuda. Una vez que están frente a ellos, en un tono cordial les preguntan: ¿Podemos apoyarlos en algo?, a lo que el matrimonio belicoso les contesta: No muchas gracias, ¿podrían por favor dejarnos solos? ¿qué no ven que estamos arreglando un conflicto?

       La discusión de este matrimonio pone de manifiesto la gran ignorancia y torpeza con las que la mayoría de las parejas intentan resolver sus discrepancias. Parece mentira,  pero tal como lo revela el ejemplo anterior, son demasiadas las personas que siguen creyendo que el camino adecuado para resolver sus conflictos es el de gritar, exigir, amenazar o agredir al compañero.

Para convertirte en una experta en el manejo del conflicto lo primero que tienes que hacer es tomar conciencia de la manera en que te  autoengañas al desconocer el componente  nocivo de tus comportamientos. 

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