Publicado por Carolina Reyes el 13 de Mayo de 2010 a las 4:15am
Leyendo la página de El Universal, encontré la siguiente nota que aparte de indignarme, me puso a reflexionar sobre cómo es la percepción hacia las otras personas. Yo, la verdad me acuso de ser una persona intolerante, la verdad, sobre todo a personas que son abusivas, por ejemplo, en el Metro. Ahí sí puedo ser intolerante y hasta violenta..."no soy yo cuando me enojo". Pero esas historias se las contaré después. El tema que me ocupa es que este caso -uno de miles, desgraciadamente- forma parte de una costumbre bien enraizada: la discriminación. En nuestro país, la discriminación mayor es hacia los indígenas, mujeres, ancianos, discapacitados y de preferencias sexuales.Yo trabajo en Polanco, y bueno, es como visitar otra dimensión, es como una realidad alterna a la que se vive en otros puntos de la ciudad. Hay tiendas de prestigiosos modistas, gastronomía, casas con innovación arquitectónica. Es un lugar inn. Muchos nos desplazamos de otras delegaciones para laborar en esta zona. Por ende, pues no diré que todos somos de "clase pudiente", somos simples trabajadores a realizar una labor.La reportera acompañó a estas dos personas, yo entiendo que como ejercicio periodístico para saber cómo es tratado un sector de la población, en este caso dos jóvenes mujeres indígenas, con la vestimenta típica del estado de Chiapas.He aquí el recorrido de Cecilia Pérez Girón y Petrona Girón Gómez, de 23 y 29 años, respectivamente.“Retiren a las mujeres vestidas como indias”De paseo por Polanco, las tzeltales Cecilia y Petrona fueron objeto de manifestaciones de rechazo sólo por su apariencia. Esta es la crónica de esa discriminación de baja intensidadNatalia Gómez QuinteroEl UniversalJueves 13 de mayo de 2010natalia.gomez@eluniversal.com.mxCuando las dos mujeres de no más de un metro con 45 centímetros, de tez morena y con faldas largas color azul oscuro se encaminaron a la entrada de un centro comercial de Polanco, la alerta entre el personal de seguridad privado fue general. Las miradas nada discretas de hombres de traje las vigilaban cada segundo.Aquello se convirtió en una especie de hostigamiento visual. Parecía que la presencia de Cecilia y Petrona, dos indígenas tzeltales de Tenejapa, Chiapas, representaba la profanación del lugar considerado el fashion hall o pasillo de moda, ese que los publicistas llaman “espacio único al aire libre para las compras de artículos de marcas prestigiadas, entre un equilibrio de belleza y glamour”. (Plaza Antara, pues)Aquella era una muestra de lo que los académicos llaman “discriminación de baja intensidad”, un fenómeno social muy extendido en nuestro país.Rompen con la “normalidad”Para los vigilantes del centro comercial, Cecilia y Petrona rompían con la “normalidad”. En los radio-comunicadores del personal de seguridad se oían las frases: “Atención, dos mujeres vestidas como indias se están tomando fotos a la entrada de la plaza; indíquenles que no se puede; retírenlas”.Ese fue uno de, al menos, seis actos discriminatorios que las mujeres chiapanecas experimentaron durante un paseo de tres horas por Polanco.La diferencia la hacía su atuendo y su forma de hablar, características suficientes para reforzar los datos de la primera y única Encuesta Nacional sobre Discriminación en México hecha en 2006, que indica que la frecuencia de discriminación se da en los grupos más expuestos, como las mujeres, los indígenas, los adultos mayores, las minorías religiosas, los discapacitados y las personas con preferencias sexuales diferentes.Las estadísticas revelan que 42.8% de los mexicanos se han sentido discriminados en el trabajo por su origen étnico y 41.5% relegados en su empleo por su apariencia física.Cecilia Pérez Girón y Petrona Girón Gómez, de 23 y 29 años, respectivamente, iniciaron su periplo en la plaza de la Ciudadela, donde trabajan y viven con su familia, a la que ayudan a vender prendas tradicionales de Chiapas.Ahí, justo afuera del mercado de artesanías, comenzó el paseo y también el acoso de miradas extrañadas, e incluso burlonas, de gente sorprendida porque las mujeres vestían trajes típicos: nahua (falda larga con una hilera de flores bordada) y huipil (blusa con fondo blanco y bordados de colores rojos y naranjas).Ellas abordaron un taxi con rumbo a Polanco, la primera parada de su paseo. Cecilia se convirtió en la guía y traductora al tzeltal. Ella habla español y su compañera lo entiende poco.El escaneo visual¿Dónde está la entrada de la plaza?, preguntó Cecilia a un joven del valet parking del lugar. El chico le señaló con la mano las puertas corredizas de cristal. Las indígenas avanzaron y el acomodador de autos no disimuló una especie de escaneo visual hacia las mujeres.Antes de que entraran, los vigilantes del interior ya sabían de su presencia. Ellas recorrieron los pasillos de mosaico y madera, vieron la ropa de niños y se acordaron de los suyos que se quedaron en Tenejapa, al cuidado de sus abuelas.Las acompañaban los ojos vigilantes y la alteración contenida de los cuidadores cuando se acercaban a “las otras personas”. Descansaron unos minutos y salieron para continuar con el recorrido. En ese momento, fue justo cuando los vigilantes intervinieron para evitar que Cecilia y Petrona se tomaran fotos con el fondo de la que llaman “exclusiva plaza”.Su curiosidad por ver lo que se vendía en esos comercios de la avenida Presidente Mazaryk las dirigió a una tienda de bolsas. La chica que atendía el lugar apresuró la llamada telefónica que sostenía para atender a las visitantes.Temor a lo diferente“¿Buenas tardes, les puedo ayudar?” No, gracias, sólo vemos”, respondió Cecilia. La vendedora, sin embargo, no se sentó despreocupada a que admiraran sus productos, más bien sus ojos se fijaron de manera directa a las manos morenas que alzaban y acariciaban bolsas.“¿Este es su precio? Híjole, está carísimo, pero la verdad ni nos gustan, ¿verdad?”, decía Cecilia a Petrona entre risas, al referirse a una bolsa. Salieron del lugar y caminaron por las aceras, viendo aparadores de marcas y diseñadores reconocidos a nivel mundial.Fueron cuatro calles las que recorrieron hasta llegar a la tienda de un diseñador italiano. Los curiosos tomaban como un show su paso frente a boutiques y comercios de la zona. Había risas sin disimulo y curiosidad por saber qué hacían esas mujeres ahí.Ningún vestido de los aparadores les gustó. “Son demasiado escotados y otros están muy cortos, nunca me los pondría”, decía Cecilia, quien con la moda italiana sí quedó convencida. Encontró un suéter color hueso con aplicaciones de flores que le encantó.“Está muy bonito, ¿ese es su precio?”, preguntó. La vendedora, que no cesó en perseguirlas por toda la tienda, sólo asintió con la cabeza. La prenda que le gustó costaba 16 mil 500 pesos.Causan nerviosismoEllas siguieron su camino una calle adelante. Ahí se ubica una joyería de alta calidad. Una mujer y un hombre uniformados estaban en la entrada. “¿Será que podemos pasar?”, preguntó Cecilia. El señor de seguridad volteó a ver a la chica que lo acompañaba. “¿Las dejamos entrar?” Ella alzó los hombros y le dijo “Déjalas pasar. ¿Qué pueden hacer?”Dentro del pequeño establecimiento, Cecilia y Petrona se dirigieron a ver las pulseras. Una de las vendedoras salió de inmediato detrás del mostrador. “¿Le puedo ayudar en algo, señora? ¿Le puedo ayudar en algo, señora?”, decía cada vez en tonos más altos y un poco desesperada por la falta de respuesta.Las indígenas no percibieron que les llamaban a ellas. “¿Esta pulsera cuánto cuesta?”, preguntó finalmente Cecilia. Aliviada, la mujer que segundos antes las asediaba, abrió el catálogo que tenía en la mano y le dijo su precio: “3 mil 200”. Sólo se escuchó el “¡Ahhh!” indiferente de quien solicitó la información.Cecilia fue a otro mostrador donde había anillos, la siguió Petrona y también la mujer de negro.En el lugar había tensión por la presencia de las indígenas; las cosas se habían salido de su equilibrio; no se comprendía su presencia. La vendedora intentó relajar el ambiente y les preguntó sobre su vestimenta que les atravesaba el vientre con una faja: “¿De dónde es tu amarrado?” “de Chiapas”, dijo Cecilia. “¿De qué parte?” “de Tenejapa…” “Está muy bonito… “¿Están buscando alguna cosa en especial?” “Cuánto cuesta este anillo?”, preguntó la indígena. “Más de 3 mil pesos… ¿Buscan algo más económico, verdad?”, ellas dijeron que sí.“Las atenderán con todo placer”Cecilia y Petrona se despidieron. Era el momento de ir a tomar un postre en un restaurante italiano.Las mujeres se sentaron en las mesas que invaden la banqueta, luciendo su vestimenta tradicional, esa que, reconocen, habitualmente ya no utilizan las generaciones jóvenes de tzeltales y que incluso entre la misma comunidad llegan a ser motivo de burla.Sólo Petrona tenía puesto el atuendo típico porque Cecilia no tenía a la mano su huipil. Llegó el mesero, les puso sus servilletas en las piernas pero luego nunca se dirigió a ellas, sino siempre a la reportera que las acompañaba.—¿Saben sobre la Ley de Arizona que permite a los policías detener a las personas sólo por su apariencia física?—Sí, esa en que los agarran y los regresan para México. Está bien difícil.—¿A ustedes las han maltratado por ser indígenas?—No, nunca —afirmaron las tzeltales.Durante la estancia en ese restaurante hubo extrañeza entre los meseros e incluso burlas. Cuando el capitán llegó a decir “les dejo a mi compañero que les atenderá con todo placer”, a sólo unos cuantos metros algunos de sus compañeros se rieron.Pero Cecilia y Petrona nunca se dieron cuenta -o prefirieron ignorar- los desplantes de gente con la que comparten no sólo el color de piel sino también la nacionalidad.
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Mélida, gracias por tu comentario, así como el de las demás personas que han leído esta nota. Pues me solidarizo en la cuestión que mencionas, ya que también me he visto en situaciones de ser discriminada, pero aquí no hay más que levantar la voz y dejar muy claro que esta acción no se vale, ya que somos PERSONAS antes de estratificaciones sociales y convenciones. De alguna manera te pido disculpas por esos mexicanos que "se creen mucho" pero hay personas que tenemos los pies bien plantados en el suelo.
En alguna ocasión me sucedió cuando iba a un gimnasio, al que acudían también, señoras como las que comentas que dejan a sus hijos y se van a perder tiempo y eso. A un comentario que la verdad ni venía al caso porque yo iba al gimnasio y no a verlas a ellas, de que iban a ir a tomarse un café pero que no sabían si invitarme o no, así lo dijeron, yo les respondí que, la verdad, tenía cosas más importantes que hacer a estar platicando de cosas frívolas como ellas, por lo que prefería gastar mi dinero en un café pero con gente de ideas y no de cabezas huecas. Fue dura mi respuesta pero la verdad, el tiempo que acudía y por las pláticas que alcanzaba a escuchar no me perdía de nada. ¡Santo remedio! Yo pienso que uno también debe ser firme en sus respuestas y pues alejarse de la gente negativa, que no nos aporta más que sus frustraciones o egocentrismos.
Este tema es ciertamente escabroso y es que como extranjera (Orgullosamente Venezolana) he sentido la discriminación en mi persona y en toda mi familia. Y es que es muy delicado hacer ver a los mexicanos, que si bien han sido víctimas de discriminación, poco o mucho les cuesta aceptar que tambien tienen una cultura discriminatoria. Eslogans como "HAY NIVELES"... es una clara muestra de ello.
Mis hijos han sufrido bullying en el colegio, y es triste cuando tu pequeño de 7 años justifica a sus agresores diciendo: Es que no les gustamos ... porque no somos mexicanos, porque lo mismo le pasa a otro amiguito colombiano.
No es agradable ver como en una reunión de CAFé de distinguidas señoras del Colegio, ni siquiera muestran interes por entablar una conversación... finalmente: ¿Que podemos hablar una vieja encopetada y yo, con tantas diferencias, empezando que ni siquiera ellas son las que cocinan la comida que comen sus hijos, la mayoría no sabe ni siquiera la ropa interior que llevan sus hijos al colegio... (pero que bien se saben la vida de las otras mamás, o de los papás de sus compañeros de clases)?
No sabes lo que se siente, cuando entras al gimnasio del residencial donde vives, y la chica NICE (Nais) se da la vuelta en redondo porque no quiere compartir el aire con una venezolana, una panameña, una colombiana y alguna mexicana provincial... (Es mucha sangre judio-española la que corre por sus venas y no puede contaminarla por hablar con nosotras).
¿Sabes lo que se siente ir a mirar un coche y el vendedor te juzgue por la vestimenta, asumiendo que eres una pobre diabla que sólo quiere hacerle perder su tiempo?
¿Sabes lo que es que te excluyan de un grupo por cometer la BARBARIDAD, el pecado y el GRAN DELITO de saludar de beso a la indígena oaxaqueña que es sirvienta?
Amiga, es un tema escabroso, muy doloroso, porque expone actitudes sociales de las que no nos sentimos orgullosos, pero que lamentablemente están arraigadas en la sociedad.
Lo bueno es que hay mucha gente, que se atreve a ser diferente y que ve mas allá de estúpidas poses sociales, que a la larga no te aportan nada enrriquecedor al espíritu, y que por el contrario te evitan conocer a gente maravillosa que engrandece tu alma y tu corazón.
Atreverse a ser diferente y no dejarse arrastrar por esas ridiculeces es lo que ayudará a que crezca la pluralidad en el corazón de las personas.
Hola Eréndira, no había aprobado tu comentario porque apenas pude revisar el blog, doble disculpa, pero sí he tenido unos días atareados, esto por el trabajo, pero ya puedo decir -por el momento- que ya hay cierta tranquilidad. Es triste, es yo creo que más bien indignante como comentas y pues evidencia que no necesitamos estar tan lejos de Arizona para ver situaciones así. La solución, como mencionas, está en no seguir en la misma situación de "pobreteamiento", sino de verdad actuar al respecto.
Esté tipo de situaciones me provocan muchos sentimientos sobre todo mucho coraje ya que es triste que a estas alturas siga habiendo "gente" con ese tipo de superioridad ante otros, la apariencia no lo es todo, pero me consuela el saber que Dios no discrmina a nadie y que tarde o temprano cada quien tendremos lo que nos merecemos y aplica esto que dice "como me ves te veras y como me trates te trataran" saludos!
Agradezco sus comentarios, ya que enriquecen este espacio y ésa es la intención. Pues sí, es lamentable esta situación y realmente ha movido a reflexión este tema tanto así que también en Twitter hubo respuesta volviéndolo Trending Topic, o tema importante. Me parece incongruente, por ejemplo, como comentan Mary Tere y Angeles que, finalmente acuden a esta zona de Polanco por un servicio como lo fue una clase de Photoshop, o como Mary Tere que también trabaja en la zona y ven este trato.
Como comentan las demás compañeras como Esperanza y Mónica, también es para reflexionar el trato a paisanos nuestros en nuestro país así como a otras personas de otros países.
saben yo queria tomar un curso de photoshop presisamente en polanco, pague y todo bien, y a la primera hora de clase me sacaron, todo porque les dije que trabajaba en la ingenieria geofisica, volando un helicoptero,el maestro dijo que yo no estaba al nivel y de una forma muy vergonzosa nos saco a mi amigo de la clase, el prof. ni siquiera me dio la oportunidad de encender la compu. Solo se dejo llevar por lo que le dije, lo que el nunca supo es que tengo varias licenciaturas y muchos premios una de ellas la diseñadora industrial. No s´´e que le espera a este país, porque la discriminación esta en todos los niveles.
ES UNA VERGUENZA , YO TAMBIEN TRABAJO POR POLANCO , Y ME DA PENA VER COMO GENTE QUE AHI CIRCULA SE SIENTE DE OTRA CALSE , MIRAN DE ARRIBA A ABAJO A TODO AQUEL QUE NO LUCE COMO ELLOS , QUIEREN TRATO PREFERENTE PARA TODO Y SON DESPOTAS Y GROSEROS CON LOS DEMAS , COMO PODEMOS QUEJARNOS DE LOS ESTADOUNIDENSES DE SUS LEYES SI EN ESTA CIUDAD EN UNA COLONIA HAY GENTE PEOR
Solo quiero comentar que en otros paises llegan los migrantes con sus atuendos regionales y existen comunidades enteras establecidas que no renuncian a ellas (como los Indus) ¿sera que nos averguenzan nuestras raices? ¿o es cuestion de Educacion, de cultura?¿de respeto?
Los mexicanos nos sorprendemos de la discriminación en el mundo, cuando en realidad nosotros somos muy discriminadores, porqué creen que los extranjeros, como salvadoreños, guatemaltecos, etc., al menos que estén más o o menos de buen ver, no duran mucho en este país, se van huyendo. Y nuestros paisanos índigenas salen de sus comunidades a soportar penurias y ser maltratados porque no les queda otra. Los mexicanos no nos queremos, nos tratamos mal.
Comentarios
En alguna ocasión me sucedió cuando iba a un gimnasio, al que acudían también, señoras como las que comentas que dejan a sus hijos y se van a perder tiempo y eso. A un comentario que la verdad ni venía al caso porque yo iba al gimnasio y no a verlas a ellas, de que iban a ir a tomarse un café pero que no sabían si invitarme o no, así lo dijeron, yo les respondí que, la verdad, tenía cosas más importantes que hacer a estar platicando de cosas frívolas como ellas, por lo que prefería gastar mi dinero en un café pero con gente de ideas y no de cabezas huecas. Fue dura mi respuesta pero la verdad, el tiempo que acudía y por las pláticas que alcanzaba a escuchar no me perdía de nada. ¡Santo remedio! Yo pienso que uno también debe ser firme en sus respuestas y pues alejarse de la gente negativa, que no nos aporta más que sus frustraciones o egocentrismos.
Este tema es ciertamente escabroso y es que como extranjera (Orgullosamente Venezolana) he sentido la discriminación en mi persona y en toda mi familia. Y es que es muy delicado hacer ver a los mexicanos, que si bien han sido víctimas de discriminación, poco o mucho les cuesta aceptar que tambien tienen una cultura discriminatoria. Eslogans como "HAY NIVELES"... es una clara muestra de ello.
Mis hijos han sufrido bullying en el colegio, y es triste cuando tu pequeño de 7 años justifica a sus agresores diciendo: Es que no les gustamos ... porque no somos mexicanos, porque lo mismo le pasa a otro amiguito colombiano.
No es agradable ver como en una reunión de CAFé de distinguidas señoras del Colegio, ni siquiera muestran interes por entablar una conversación... finalmente: ¿Que podemos hablar una vieja encopetada y yo, con tantas diferencias, empezando que ni siquiera ellas son las que cocinan la comida que comen sus hijos, la mayoría no sabe ni siquiera la ropa interior que llevan sus hijos al colegio... (pero que bien se saben la vida de las otras mamás, o de los papás de sus compañeros de clases)?
No sabes lo que se siente, cuando entras al gimnasio del residencial donde vives, y la chica NICE (Nais) se da la vuelta en redondo porque no quiere compartir el aire con una venezolana, una panameña, una colombiana y alguna mexicana provincial... (Es mucha sangre judio-española la que corre por sus venas y no puede contaminarla por hablar con nosotras).
¿Sabes lo que se siente ir a mirar un coche y el vendedor te juzgue por la vestimenta, asumiendo que eres una pobre diabla que sólo quiere hacerle perder su tiempo?
¿Sabes lo que es que te excluyan de un grupo por cometer la BARBARIDAD, el pecado y el GRAN DELITO de saludar de beso a la indígena oaxaqueña que es sirvienta?
Amiga, es un tema escabroso, muy doloroso, porque expone actitudes sociales de las que no nos sentimos orgullosos, pero que lamentablemente están arraigadas en la sociedad.
Lo bueno es que hay mucha gente, que se atreve a ser diferente y que ve mas allá de estúpidas poses sociales, que a la larga no te aportan nada enrriquecedor al espíritu, y que por el contrario te evitan conocer a gente maravillosa que engrandece tu alma y tu corazón.
Atreverse a ser diferente y no dejarse arrastrar por esas ridiculeces es lo que ayudará a que crezca la pluralidad en el corazón de las personas.
Gracias por compartir este maravilloso artículo.
Mélida
Como comentan las demás compañeras como Esperanza y Mónica, también es para reflexionar el trato a paisanos nuestros en nuestro país así como a otras personas de otros países.