Hay un principio elemental que lleva a deducir la causa por sus efectos, aún cuando a esa causa no se le vea.
Si un pájaro en pleno vuelo es alcanzado por una bala que lo mata, suponemos que fue un tirador, aunque no lo veamos. No es entonces siempre necesario ver algo para saber que existe. En todos los órdenes ocurre absolutamente lo mismo: observando los efectos se llega a conocer las causas.
La existencia del reloj confirma la existencia del relojero: la ingeniosidad del mecanismo testifica la inteligencia y conocimientos del relojero. Cuando un reloj nos da la información que necesitamos, ¿pensamos acaso que él es inteligente?
Podemos decir lo mismo del mecanismo del universo: Dios no se muestra, pero afirma su existencia por sus obras.
Por eso en la clase este mes decidí recordarte cómo es que funciona.
¿Qué dices? ¿Me acompañas en esta clase?
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