A lo largo de la vida, hombres y mujeres, queremos muchas cosas. Y eso no está mal de ninguna manera porque demuestra esa inquietud que tenemos por crecer, por mejorar, por tener una vida más confortable y denota también una ambición que se inscribe dentro de los límites normales de esa lucha que todos tenemos por acceder a una mejor calidad de vida. Ahora, cuando convertimos esas cosas que queremos en cosas imprescindibles, allí es donde empiezan nuestros problemas. Porque mientras no seamos capaces de renunciar a algo que queremos, corremos el riesgo de caer en una dependencia, que también puede ser de orden material.
Detrás de la dependencia afectiva, está la incapacidad para hacernos responsables de nuestra propia existencia, uniendo esto a un miedo, a un temor que en algunas situaciones puede inclusive traspasar la barrera y convertirse en pánico, respecto de la posibilidad de quedarnos solos, de ingresar en ese terreno tan delicado y tan temeroso para los seres humanos que es el tema de la SOLEDAD, desprovistos de amor y de todo lo que una pareja puede ofrecer.
Ahora, inevitablemente, cuando pensamos o hablamos de amor, se nos representa la imagen de la pertenencia, la imagen de la fusión entre dos cuerpos y dos almas que van marchando juntos por los caminos de la vida. Y si bien esto puede ser una imagen idealizada de lo que es el amor, también tiene algo de cierto, porque el límite entre el amor sano, aquél que se construye desde el inicio, con el claro objetivo de compartir, manteniendo de todas formas, la independencia de cada uno como individuo y el amor basado en la dependencia, suele ser muy tenue, extremadamente tenue.
No es una tarea fácil reconocer en qué tipo de vínculo amoroso estamos involucrados. Y… cuando tú pases revista a tus sentimientos y a tu actitud frente al amor, podrás estar en condiciones de sacar conclusiones respecto a cómo tienes que manejarte en el futuro si pretendes rescatar tu identidad y de esa manera poder brindar lo mejor de tu persona a ese vínculo en el cual puedes estar involucrado.
Una cosa es AMAR y otra cosa es DEPENDER. Porque la dependencia de hoy, es la anulación de tu identidad mañana y la desaparición de tus legítimas aspiraciones como ser humano en el futuro.
Entonces, la salvaguarda de tus intereses únicamente está a tu cargo y cuando tú sufres inútilmente por un amor que te oprime en lugar de darte satisfacciones, llegó la hora de que tengas que evaluar si estás o no involucrado o involucrada en una relación de dependencia afectiva que de manera errónea, en un principio, te hizo creer que colmaría todas tus expectativas, aunque hoy puedes comprobar dolorosamente que ha anulado tus legítimos deseos y tus legítimas necesidades.
Yo sé que no es fácil aceptar esto, porque esa relación de dependencia que supuestamente sería una relación de protección, de contención, termina finalmente generando ese sentimiento profundo de insatisfacción.
El desafío es recuperar el protagonismo de tu vida y de tus afectos pero siendo tú mismo tal como eres, con tus virtudes y con tus defectos. De ese modo vas a evitar la dependencia.
Y en las relaciones humanas donde existe manipulación por parte de uno de los integrantes de un vínculo, una forma práctica de autoevaluarse respecto a esa relación de manipulación con determinada persona -nos estamos refiriendo a nivel afectivo, a nivel laboral, a nivel de las relaciones interpersonales - es ver cómo nos sentimos a través del tiempo en la presencia de esa persona, qué sentimientos nos despierta el contacto diario.
Y si de ese balance, de ese análisis, de esa evaluación, surgen sentimientos de rechazo, de inseguridad, de miedo, u otras emociones negativas que todos tenemos, es como que hay una señal de alarma que se enciende en nuestro interior y que nos está advirtiendo que hay algo anormal en esa relación. Que probablemente nos hayamos dado cuenta hace mucho tiempo, pero que hemos desviado la atención en un intento heroico quizás, de poder salvar el vínculo o de poder mantenerlo.
Y cuando nos preguntamos si estamos conformes con nuestro estilo de vida, con la manera en que estamos cediendo cada vez más espacios, si hay alguna razón que justifique nuestra conducta, allí tenemos que sentarnos a dialogar con nosotros mismos, y lenta, pausada, pero firmemente comenzar a responder a estas preguntas cuyas respuestas únicamente pueden surgir del centro mismo de tu persona, en ese análisis franco, leal, honesto, transparente, imparcial, que tú puedes hacer con lo que sientes y que nadie más que tú puedes saber qué es lo que sientes.
El propio instinto de conservación nos ayuda a que en determinado momento de la vida digamos hasta aquí llegamos, esto así de ninguna manera puede continuar.
¡La responsabilidad es de cada ser humano en defender sus espacios, sus límites y su derecho a una vida digna!
Dr. Walter Dresel
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