Decide siempre a tu favor.

“Decide siempre a tu favor”… ¡cómo me gusta esta frase! parece algo tan sencillo pero pasé muchos años de mi vida sin ni siquiera pensar en  que existía esa posibilidad.

 

Aprendí que siempre era más importante agradar a los demás, quedar bien con todos, aunque ello implicara quedar mal conmigo, hacer cosas que no quería hacer y finalmente, como lógica consecuencia, sentir un grado de frustración cada vez mayor y un vacío que no se llenaba con nada.

 

Alguna vez leí  una frase que queda como anillo al dedo el día de hoy, decía “nos enseñaron a ser buenos pero no a ser felices”…  nos enseñaron a enfocar nuestra energía en buscar la aceptación de los demás, llevándonos esto a enfrascarnos en relaciones destructivas donde nuestra voluntad y deseos no existían, por el miedo al rechazo y al abandono.

 

Pero llegó el día, que a todos nos llega en el tiempo adecuado, en el que encontré una manera diferente de ver la vida… ¡bendito día! Me di cuenta de que la base de la felicidad radica en aceptarse y amarse uno mismo. A no buscar ser “bueno” de acuerdo a los estándares y requisitos de los demás, sino a buscar sentirse pleno y satisfecho con nuestra esencia, con nuestras habilidades, nuestras manías, nuestras debilidades, nuestra historia, nuestras decisiones, todo aquello que nos hace ser quien somos. 

 

¡Y la magia sucede! En el momento en que verdaderamente me acepté, todo mi mundo cambió, me di cuenta profunda y completamente de que ese amor propio provocaba irremediablemente que la gente que amo me aceptara tal cual soy, sin máscaras y sin miedos, me di cuenta que aquello que haces hacia ti mismo irradia una energía de manera tal que los demás lo sienten y te lo regresan multiplicado. Amor provoca amor.

 

Así pues, decidí que siempre decidiría a mi favor ¡con todo y redundancia! Decidí que todas las cosas que hiciera y pensara serían viéndome a mi misma como mi mejor amiga, como aquella persona a la que amo y que merece lo mejor. Aprendí a decidir a mi favor.

 

Hoy se, que se puede cambiar el esquema que aprendimos desde niños, se puede pensar en uno mismo con profunda autoestima sin sentirse culpable o egoísta ¡se puede!

 

Qué tal si hoy empiezas a decir “si” o “no” porque realmente lo quieres, no porque tienes miedo de lo que la otra persona haga o diga, o creas que si dices lo que piensas se darán la vuelta y se irán, sólo atrévete… vale la pena intentar ¿no crees?

 

De corazón, Mar Barbosa.

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