En tiempo de pandemia, se acentúa la vida negra. Esa vida llena de fatales designios en la que prevalece la desgracia, el sufrimiento y la desesperanza. Cuando estos pensamientos se apoderan del individuo, son tan penetrantes, que cuando escucha mensajes de optimismo, se ofende; indignado porque, desde su perspectiva, esos que osaron expresarse con alegría, son inconscientes e insensibles frente al sufrimiento de otros.
Los que tienen una vida negra creen que la objetividad los ha llevado a ver la “realidad” tal cual es. Basta con ver o escuchar las noticias, con enterarse de las cifras de decesos, de enfermos, de desempleados, de gente con hambre, de padecimientos incurables y mucho más, para convencerse de que la vida no puede ser de otro color, más que negra.
Si a todo este panorama angustiante agregamos que hay estudios que demuestran, que de los más de 30,000 pensamientos que tenemos diariamente, el 80% son negativos, entenderemos porque solemos ver nuestra película de la vida en negro.
Hay, sin embargo, otras teorías que equilibran la forma en que vemos el mundo, en que pensamos, y por tanto, en que vivimos. Una de ellas es el Ying-yang, dos conceptos taoístas que hablan de la dualidad del universo. Las dos fuerzas opuestas que muestran el lado oscuro y el luminoso de la existencia.
Otra idea que apunta al equilibrio entre lo negro y lo blanco, es de Norbert Elias Stearns, quien propone la gestión de las emociones, sin reprimirlas, pero sí regulándolas.
En otro análisis, William James enfatiza en el valor intrínseco de la vida, razón suficiente para luchar contra el exceso de pesimismo, producto de la melancolía, de los cuestionamientos a todos y a todo, y de la escasa actividad física.
Podríamos pensar de manera muy simple que este universo que habitamos está basado en movimientos cíclicos. Nada permanece inerte, todo cumple con un cometido y que lo que hoy es, mañana no será. Es ante esa rueda de la fortuna donde debemos elegir el color del paisaje que llena nuestra mente, emociones y acciones, porque la vida no es negra, ni blanca; es un conjunto de matices que a veces lucen con un brillo espectacular y que nos hacen latir con fuerza el corazón; otras veces son colores cálidos que nos llenan de paz el alma, y en otras ocasiones son colores pastel cubiertos de romanticismo o ternura. Cada uno elige el color que desea que prevalezca durante su estancia en este plano de existencia, a sabiendas de que habrá cambios como en un caleidoscopio que va transformando sus figuras e imágenes; y del que seremos responsables para agitarlo otra vez y ponerlo frente a la luz que nos permitirá ver cosas extraordinarias, llenas de color y amor.
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