Este año, el Día Internacional de la Mujer estuvo dedicado a las mujeres que viven en zonas agrícolas, quienes a pesar de que constituyen la cuarta parte de la población mundial, suelen ubicarse en los puntos más bajos en todos los indicadores socioeconómicos.
Como señaló la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet: “Son agricultoras, empresarias y líderes, y sus contribuciones mantienen a sus familias, sus comunidades, sus naciones y a todos nosotros. A pesar de ello, se enfrentan a algunas de las peores desigualdades en el acceso a los servicios sociales, a la tierra y a otros bienes productivos. Eso las priva a ellas, y al mundo, de alcanzar su pleno potencial”.
En efecto, la Organización de las Naciones Unidas, que decidió consagrar a estas mujeres la conmemoración del 8 de marzo, considera que entre 100 y 150 millones de personas dejarían de pasar hambre en el mundo si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los varones a los recursos agrícolas.
Particular problemática se vive en América Latina, donde 58 millones de mujeres viven en áreas rurales, en condiciones particularmente difíciles, pues más de la mitad (54%) subsiste bajo el umbral de la pobreza. Por si eso no fuera suficiente para dar voces de alarma, se ha documentado que esta región tiene los niveles más altos de violencia contra las mujeres.
Cabe recordar que si bien el Día de la Mujer se celebraba desde la segunda década del siglo XX en diversos puntos del planeta y en distintas fechas para exigir el derecho a votar, ocupar cargos públicos, a la enseñanza, así como a trabajar y terminar con la terrible discriminación laboral que sufría el sexo femenino, fue apenas en los años setenta que de manera formal se estableció de manera generalizada el 8 de marzo para este efecto. Durante el marco de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en México en 1975 (Año Internacional de la Mujer), la Organización de las Naciones Unidas estableció su fundación con el siguiente enunciado: “La mujer es un miembro activo y con plenos derechos, y a la vez parte importante para el desarrollo de los pueblos”.
El hecho, al margen de las fechas, es que los años siguen transcurriendo y más allá de la palabrería, la retórica, es preciso, ahora sí, dar un salto cualitativo en la emancipación de la mujer.
Si el 8 de marzo es nuestro día, surge entonces una pregunta: ¿Cómo lo celebramos?... Pues trabajando, como siempre lo hemos hecho. Y luego vienen a nuestra mente las imágenes de tantas mujeres que además de trabajar muchísimo lo hacen en condiciones precarias, pues bien sabemos que nuestros esfuerzos son en general mayores que los de los hombres, ya que debemos combinar las labores del hogar con nuestras actividades profesionales.
Nos conmueve también saber que existe una inmensa mayoría de mujeres que trabajan con un salario menor al de los hombres y habitualmente sus puestos son subordinados y con prestaciones ínfimas.
Por otra parte, nos llegan los pronunciamiento de los impulsores de la campaña “Las niñas también cuentan”, quienes informaron que solamente en el año 2010 se registraron en nuestro país 329 homicidios de mujeres menores de edad, la cifra más grande de homicidios en ese rango de edad en los últimos 10 años.
Ahora, a través del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi, podemos obtener una información muy precisa, como la que señala que 53.5% de los 80 millones de personas que trabajan en el país son mujeres y muchas veces desempeñan sus tareas sin recibir ningún pago. Las cifras señalan que dos de cada tres realizan tareas que no son recompensadas económicamente, mientras en el caso de los hombres el porcentaje es de 26%.
Y así siguen los datos duros que nos confirman lo que ya sabemos por experiencia: que trabajamos más horas, jornadas que con frecuencia no son solo dobles, sino continuas, sin descanso, y normalmente sin la ayuda del hombre.
Y vemos así que pasan los años y persisten las diferencias.
Otro aspecto que también es muy lamentable es que la mitad de las mujeres trabajadoras que faltan a sus empleos por un parto o alguna enfermedad no gozan de una incapacidad o licencia médica, además de que no perciben ningún sueldo durante su ausencia. Y quienes llegan a recibir algún apoyo durante el tiempo de lactancia, no suman ni 40%.
Así, en este día de celebración advertimos que muchas mujeres siguen sufriendo discriminación laboral y social, además de violencia de diversos tipos. Ahí tenemos el caso del criminal apodado El coqueto, violador y asesino de mujeres, que ha ocupado la atención del público en los días recientes, no por los indignantes crímenes que venía cometiendo desde hace años, sino por haberse fugado tan campante del sitio donde lo tenían detenido; de verdad, el caso no podía ser más ignominioso.
Con todo esto, podemos concluir que los gobiernos, las instituciones y la sociedad entera tienen una enorme deuda con las mujeres, pues no les han cumplido ni en lo individual ni en lo social.
Pienso, entonces, que el 8 de marzo nos da la oportunidad de analizar cómo desarrollar mejores políticas públicas a fin de resolver el problema de las mujeres de forma radical y eficaz.
Y sería importante, a la vez, establecer programas para evaluar y desterrar los niveles de violencia tanto estatal como federal.
Por lo pronto, tenemos que tomar acciones para que esta situación cambie, dado que el problema ya no puede esperar para mañana.
Urgen soluciones, ¡ya!, pues mientras haya feminicidios, tantas injusticias e inequidad, no tenemos nada que celebrar.
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