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Día de la Educadora

Lic. Daniel Dalabi y Profa. Gloria Fernández

Ser educadora es una profesión y una forma de vida dedicada, exigente, complicada y con una enorme responsabilidad, porque se trabaja con lo más importante, los seres humanos.

La educadora es formadora de vidas humanas y su trabajo, día con día, tiene importancia determinante para el sano desarrollo de los pequeños. No es un trabajo para cualquiera, sólo para personas especiales dispuestas a dar su amor, tiempo, esfuerzo y sabiduría. La remuneración es baja, pero para ellas las recompensas emocionales son muy gratificantes y significativas.

En realidad las educadoras del ayer y del ahora no exigen honores, reconocimientos o méritos, simplemente respeto, apoyo, cooperación y un trabajo colaborativo, no sólo de los padres de familia, sino de la comunidad. Por eso, en este 21 de abril conmemoremos ese esfuerzo que se realiza cada mañana en el salón de clases.

Son muchas las cosas que los niños aprenden con la guía de las educadoras, quienes se dan a la tarea de preparar y generar ambientes de aprendizaje para que los alumnos tengan experiencias significativas, que les permitan construir conocimientos útiles y aplicables a su vida, desarrollando competencias, afectivas, sociales, lingüísticas, motoras, cognitivas y artísticas, así como favoreciendo sus buenos hábitos. Considerando que el niño es un ser integral y que en sus primeros seis años de vida se logra el desarrollo óptimo (los infantes aprenden más en esta etapa que durante el resto de su existencia), es un gran reto y una gran responsabilidad para las educadoras, llevar a cabo su trabajo, teniendo siempre como objetivo: Formar y educar para la vida.