El deporte ha sido un eje importante en las acciones que despliegan los centros educativos –bien sean públicos o privados– para procurar una formación integral de los estudiantes.
Cómo no recordar, por ejemplo, el historial de mi alma máter, la Universidad Nacional Autónoma de México, dentro de esta actividad, no solo por ser un semillero de deportistas amateurs, sino también por su importancia en el ámbito del deporte profesional, de modo relevante en el futbol, con los ya legendarios Pumas.
Si nos referimos a la educación básica, también comprobamos una labor meritoria en lo que se refiere a la enseñanza en este renglón a través de las clases de educación física, aunque falten instalaciones adecuadas en cantidad y calidad.
Por cierto, me vienen a la memoria aquellos juegos de intersecundarias que organizaba por la Secretaría de Educación Pública en los años cincuenta, y que abrían esa sana competencia entre los adolescentes con edades entre 13 y 15 años, lo mismo en el atletismo que en voleibol, basquetbol y otros deportes. Lo cierto es que con esta actividad que despertaba tantas emociones entre los educandos se fomentaba toda una cultura del deporte.
De igual forma, debemos mencionar otras justas deportivas en una escala mayor, llámense Juegos Panamericanos o Juegos Olímpicos, donde México ha obtenido algunos triunfos significativos.
Hoy quiero referirme a una gran universidad estatal, la Autónoma de Nuevo León, por su persistente compromiso con el deporte en todos los planos, si bien es en el futbol donde recientemente fructificaron muchos años de esfuerzo: el equipo Tigres de esa institución se coronó campeón del futbol mexicano.
Habían pasado ya 29 años desde que el equipo universitario había conseguido el título nacional, aunque justo es reconocer que año con año continuó en ese intento, además de que en torneos anteriores llegó a colocarse entre los mejores equipos y a contender incluso en varias ocasiones en lo que llamamos la liguilla.
Un gran triunfo el de los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, no solamente en el plano deportivo y hasta en el económico, sino también por el hecho de que emanó de una universidad pública de notable calidad.
Asimismo, es una realidad fehaciente que nos remite a su capacidad de organización, el aprovechamiento de los recursos, así como su eficacia con resultados y aportaciones visibles en las más diferentes disciplinas sociales, tecnológicas y científicas, incluido, desde luego, el deporte.
Cabe destacar especialmente que este triunfo futbolístico se convierte a la vez en un genuino y vital estímulo para el ánimo social de una comunidad que se ha visto estremecida por la violencia y la destrucción provocada por las organizaciones criminales.
Me uno, pues, desde esta tribuna, a la celebración de los neoleoneses. Así lo hago siempre que se registra un acontecimiento positivo, como el que consumaron nuestros Tigres, junto a la enorme y trascendente labor de la Universidad de mi tierra natal, conducida ahora por un extraordinario rector, el doctor Jesús Ancer Rodríguez.
Ahí queda, entonces, un magnífico ejemplo de lo que hemos sido y somos, pero sobre todo de lo que podemos ser en todos los planos de la vida social de nuestro gran terruño.
¡Que vivan Nuevo León, su Universidad y nuestros Tigres! ¡Y vamos por más!
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