Los seres humanos estamos expuestos en la vida cotidiana a una multiplicidad de agentes agresores externos e internos que desencadenan la reacción de estrés que nuestro organismo acuña en forma automática, sin preguntarnos si lo deseamos o no.
Pero, ¿de qué estamos hablando cuando decimos o contestamos a la pregunta de cómo estamos… con la frase…muy estresados?
La reacción del estrés es tan antigua como la estadía de hombres y mujeres en este planeta. La podemos dividir en tres fases bien definidas que se van sucediendo con continuidad, afectando las funciones de órganos y sistemas de nuestro organismo.
Fase de alarma: en esta primera etapa se activan una serie de mecanismos internos que nos preparan para la lucha o para la huída. Aumentan los latidos cardíacos, aumenta la presión arterial, la sangre se dirige a los grupos musculares, hay un espasmo de la pared muscular de las arterias y se vuelca una cantidad importante de ácido clorhídrico en el tubo digestivo. Sudoración, miedo y sensación de muerte se asocian en esta etapa.
Esto es lo que sucede cada vez que nos enfrentamos a una discusión, o a una situación que pone en peligro nuestra integridad tanto física como emocional.
Fase de mantenimiento: cuando los factores que nos agreden se mantienen a través del tiempo, nuestro organismo se torna muy complaciente y nos acompaña en todos los excesos a los que nosotros lo sometemos. Pero, esta compañía no es gratuita pues en determinado momento que puede ser a los cinco, diez, quince, veinte años o más, aparecen las primeras señales de enfermedad, cuando no una muerte súbita. Esta es la señal de que nuestro cuerpo no ha podido resistir el asedio al cual lo hemos sometido y claudica finalmente, dando lugar a la:
Fase de claudicación: es el derrumbe definitivo de nuestros mecanismos de defensa y la consecuencia de haber vivido una sobretensión durante un período de tiempo variable y que se ha relacionado con nuestra capacidad de tolerancia frente a los agentes agresores.
Por supuesto que lo ideal es no tener que llegar a estas instancias, pues la medicina no tiene las respuestas a todo lo que nos sucede.
Tú al igual que cada hombre y cada mujer deben intentar descubrir el nivel óptimo de estrés, que son aquellos estímulos que son necesarios para que nosotros podamos actuar positivamente en la vida, con una actitud proactiva, pero protegiendo nuestra salud y en última instancia nuestra vida.
Por ello lo del título…cuánto necesitamos…? cada uno debe saberlo para poder funcionar al cien por ciento de su capacidad y no desbordarse y en consecuencia enfermar a veces definitivamente.
En próximas entregas estaremos hablando de estrategias para poder controlar a este enemigo moderno y a un asesino sigiloso que actúa en las sombras, poniendo en jaque a nuestro sistema inmunológico que es el ejército de defensa que protege nuestro organismo celosamente.
Reflexiona acerca de esto y sobre todo actúa a tiempo si percibes que estás sometido a un estrés desmedido que puede afectar tu salud tanto física como emocional.
Los factores agresores externos no los podrás modificar, pero sí puedes modificar tu actitud frente a los mismos.
Revisa tu día a día y anota aquellos factores que sientes que te desestabilizan y comienza ya a levantarles un muro de contención. No te arrepentirás. Estarás cuidando el capital más importante que tienes… tu vida y tu salud.
Dr. Walter Dresel
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