Usualmente , confundimos la condición temporal o permanente de soledad con la sensación de emocional de desolación. La soledad, desde un punto de vista terapéutico, es la decisión de estar solos para vivir, procesar, digerir e integrar un proceso que estamos viviendo. Incluso, puede ser una decisión permanente de vida, es decir, una forma de estar en el mundo, en compañía propia, más bien que en compañía de otros. Sin embargo, la presión social o conserva cultural, regularmente critica esta decisión de vida por no comprenderla apropiadamente.
Por otro lado, la desolación tiene que ver con una sensación interna de estar desvalidos, sin el amor de otros, con la impresión (usualmente imaginaria) de no ser querido por los demás. Tiene que ver con la sensación de sentirnos secos, incompletos, con una gran falta de cariño; y con la idea de que los seres que están conmigo no me aman, o no lo hacen como deseo que lo hagan. Planteado desde otro punto de vista, tenemos la sensación de que no logramos entrar en comunión con los seres que me acompañan, con aquellos que están conmigo.
Sin embargo, esa sensación de desolación, más que un indicativo de que los demás no me aman, o no lo hacen apropiadamente, de acuerdo a mis expectativas; más bien tiene que ver con un indicativo de que la relación que tengo conmigo está deteriorada, bien sea porque no me respeto mis tiempos, mis necesidades, no me escucho apropiadamente, no me quiero, no me pongo límites apropiados, y termino abusando de mi como ser humano. También puede ser un indicativo que muestra que mi amor propio está menoscabado, pues cuando mi relación con los demás está deteriorada, esto termina hablando de mi relación conmigo mismo.
No estar en comunión con los demás, termina siendo un indicador de que no estoy en comunión conmigo; y lo que reclamo o espero de los demás termina siendo aquello que en primera persona no estoy haciendo en mi vida para sentirme bien. Incluso, si las relaciones que tengo con otros son ciertamente relaciones tóxicas e inapropiadas en mi vida, fui yo quien en algún momento las escogió por alguna necesidad inconsciente.
Muchas veces, este estado de falta de comunión con los demás, y en última instancia, con nosotros mismos, tiene que ver con esa necesidad de mantenernos en un permanente estado de insatisfacción, de ausencia de felicidad, que está sobre todo fundamentado en la cultura del éxito, del tener, del poseer, del lograr; y de la falta de aceptación de nuestra vida tal como está, de lo que estamos transitando. Esto trae como consecuencia una sucesión de aparentes alegrías, cuando las cosas se aproximan a lo que deseo; y de profunda tristeza y desolación, cuando las cosas se alejan de aquello que continuo esperando, en desconexión de lo que realmente está ocurriendo en el mundo exterior.
La propuesta es, entonces, revisar esa sensación de desolación, en primera persona, en mi intimidad, para ver cómo esa soledad existencial que siento en relación con el mundo exterior, está hablando de mi propia soledad interior, de mi propio vacío, de mis propios descuidos conmigo mismo.
Desde mis momentos de soledad, profundamente cultivados y respetados para poder tener un espacio de intimidad conmigo, hasta mis momentos de dolorosa desolación, que llegan para mostrarme aquello que debo trabajar en primera persona, mi alma acompañada de mi ser, saluda a tu alma.
Miguel Frik
Haciendo Alma
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*** No estar en comunión con los demás, termina siendo un indicador de que no estoy en comunión conmigo; y lo que reclamo o espero de los demás termina siendo aquello que en primera persona no estoy haciendo en mi vida para sentirme bien. ***