La manera de conservar un patrimonio de una generación a otra ha sido a través de la herencia. Ésta significa el deseo de una persona de transmitirle a otra toda o parte de su fortuna… ¿a cambio de qué o por qué? Uno de los varios ángulos mediante los cuales la herencia puede ser abordada es el de ser un instrumento de control y sometimiento al que muchos se ajustan por conveniencia. Bastaría que volteáramos la cabeza en nuestro entorno para encontrar un gran número de casos de personas que literalmente sufren al lado de otras pero no las dejan por temor a que las deshereden. Es ésta quizás una de las situaciones más terribles de codependencia de la que muy poco se habla porque generalmente da mucha vergüenza reconocerlo. Un individuo quizás jamás va a decir que vive con otro por interés. No lo va a aceptar nunca; ni siquiera ante sí mismo. Y si ese individuo con quien se vive es un ser destructivo, desquiciante o malvado –pero con bienes que heredar– la excusa que invariablemente surge es que se le soporta por piedad, agradecimiento, nobleza, humanidad o “por amor a los hijos”. Pero no por la verdadera razón: “porque me conviene”. Y el que se engaña a sí mismo hace más insoportable su codependencia y se convierte –a su vez– en insoportable para los demás quienes muchas veces sí se dan cuenta y confrontan al codependiente tornándolo agresivo al sentirse descubierto.
Cuando pasamos al caso de los padres y los hijos, las circunstancias se tornan más difíciles y delicadas porque ¿de qué manera exactamente se podría distinguir a hijos que ven por sus padres por verdadero amor y no por interés de la herencia?, ¿cómo distinguir a los agradecidos de los oportunistas? Pletóricos están los juzgados de demandas entre familiares por cuestiones de herencia: hermano contra hermano; hijo contra madre y viceversa. Tristísimo pero real. E igualmente ¿cómo distinguir cuándo los padres en verdad aman y apoyan a los hijos y cuándo en el fondo los convierten en seres totalmente dependientes, incapaces de valerse por sí mismos sin la ayuda paterna y sin la expectativa de una herencia?
A todo esto podría ser interesante preguntarnos: ¿dónde nos hallamos nosotros mismos respecto de este tema? No sería inoportuno ni sobraría en nuestras vidas hacer un análisis profundo de si hemos considerado a nuestros padres justos respecto del manejo y decisión de sus bienes, y sondear si no es por ahí que les guardamos cierto rencor, a fin de no andar buscando excusas por otro lado respecto de nuestros conflictos familiares. También cabría revisar con lupa si la realidad de nuestra desgracia marital no es que la pareja nos tenga sometidas y sea un macho y un mal hombre, y un infeliz porque nos engaña y nos usa, etcétera, sino porque no soportamos ¡ni por un segundo! la idea de que “todo se le vaya a quedar a otra”, siendo esta la exacta realidad de nuestro aguante…
Si nos hallamos en alguna de estas situaciones de codependencia por estar a la espera de una posible herencia y queremos afrontarlo, tendríamos que pensar de otra forma. Tendríamos que dejar de creer que nuestra felicidad, tranquilidad y realización dependen o están por debajo de posibles bienes que eventualmente nos pudieran otorgar otros el día que mueran, si no es que nosotros morimos antes llenos de tristeza, amargura y decepción.
Para poner en práctica esta otra nueva forma de pensar quizás sería conveniente considerar alguno de estos puntos:
- No mentirse a sí mismo cuando se soporta a alguien sólo por temor de quedar desheredado.
- No culpar de esta situación a otras personas, como los hijos –por ejemplo– quienes son los que generalmente pagan las consecuencias del coraje interno que se tiene por no haber sido valiente y haber tomado la decisión de liberarse.
- Si se tiene las posibilidades, ponerse a estudiar o aprender un oficio o carrera, comenzar un negocio, un medio de vida que eventualmente otorgue una vía de salida.
- Ahorrar, cuidar cada recurso, convertirlo en un capital para crear un patrimonio propio.
- No fingir que se soporta a alguien por piedad, sacrificio, nobleza o conciencia; la simulación sólo acarrea desconfianza y rechazo.
- Recordar que el verdadero amor, agradecimiento y nobleza brillan por sí mismos; no necesitan ser alardeados.
Además de estos puntos, es importante recordar que todo lo que pueda hacerse mediante la reflexión y la verdad es seguro que redundará en una posibilidad de crecimiento propio. Quien asume el compromiso de crecer sabia y honestamente es muy probable que se acerque a disfrutar de la libertad y la autenticidad, bienes que incluso en un momento dado podrían llegar a ser más valiosos que cualquier otro bien material que pudiese llegar a ser heredado. Exactamente así lo experimentó el personaje de un cuentito que me voy a permitir contar en la próxima entrega.
Comentarios
Desgraciadamente los hijos no pensamos que los padres trabajaron para hacerse de bienes los cuales ellos estan en el pleno derecho de hacer o entregar a quienes ellos deseen no a los que creen merecerlos.
Gracias por el artículo, muy interesante.
Desafortunadamente en el ámbito familiar también está predominando el dinero. Los que creen que tienen derecho siempre buscarán la manera de molestar a otros para lograr su cometido. El cuidado que se tiene de los bienes en un beneficio para todos es el último recurso que ven los otros.
Saludos y bendiciones.