Por muchos años se ha estudiado la pirámide de las necesidades de Maslow que coloca en la base de ésta a las necesidades fisiológicas que son todas aquellas que básicamente mantienen a nuestro cuerpo en óptimo funcionamiento, y una de ellas es el sexo.
Pero a pesar de esto todo lo relacionado a la sexualidad se ha mantenido en la categoría de tabú o prohibido y ha generado una gran incongruencia en nuestra sociedad, presionando a los varones a vivir una sexualidad desenfrenada mientras que a las mujeres se les educó para reprimir muchos de sus deseos, o al menos así fue hasta hace poco. Día con día la sociedad da pasos hacia su evolución y se ha tratado de ir modificando estos pensamientos por unos más equitativos, pero aún no hemos respondido la pregunta: ¿el sexo es necesario para sobrevivir?
Pues si bien parecería que así es, lo que es genuinamente cierto es que no podemos sobrevivir sin el contacto de otros seres humanos, sin afectividad y cariño, pero eso no implica que una vida sexual plena no sea clave para un buen desarrollo personal.
Percibir al sexo como únicamente un encuentro físico con otra persona es limitar completamente su esencia y por ende sus beneficios, y si bien hay personas que voluntariamente han decidido vivir sin ello (llamados “asexuales”) eso no los discrimina de poder vivir una sexualidad plena.
Como seres humanos todos respondemos de forma automática a los estímulos que recibimos del exterior y se generan respuestas físicas que podemos reconocer como símbolo de excitación. Si bien una persona asexual no siente especial interés ante estas respuestas su cuerpo seguirá respondiendo gracias a las hormonas sexuales.
Es esta naturaleza biológica la que justifica que la actividad sexual no sólo sea relevante por ser una actividad placentera sino que a su vez genera un equilibrio biológico. Pero, ¿qué pasa si no tenemos sexo?
Ya sea por decisión propia o por consecuencia a otras circunstancias, la abstinencia tiene efectos no sólo a nivel físico sino emocionales que si no se atienden sólo contribuyen al malestar personal.
Nuestro cuerpo se comunica constantemente con nosotros, y el efecto positivo que tienen las hormonas sexuales cuando se liberan durante los encuentros pasionales se ven nublados al reducirlos a cero.
Como en otros muchos aspectos de la vida, es difícil generalizar respecto a cómo el sexo, o la ausencia del mismo, repercute en nuestras vidas, porque dependerá directamente de las múltiples circunstancias de cada individuo, tales como la fortaleza mental, la autoestima de base, cómo desarrolle su autoerotismo y sobre todo cómo era su sexualidad antes de que apareciera este periodo de abstinencia.
Con la actividad sexual no sólo se reduce el nivel de estrés, sino que a su vez liberamos dopamina y endorfinas. Es gracias a ello que experimentamos un bienestar instantáneo que a la larga puede aportar beneficios mayores como una piel más sana y un mejor desempeño en el día a día.
Otra hormona que mantiene una estrecha relación con el bienestar físico y una saludable vida sexual es la serotonina, que si mantiene un bajo nivel en el cuerpo puede afectar la libido y disminuir el apetito sexual.
Las hormonas que se liberan durante la actividad sexual también promueven el buen funcionamiento del sistema endocrino y esto, evidentemente, se propaga al resto del organismo y genera bienestar.
Otro de los efectos que la abstinencia tiene es la dificultad para conciliar el sueño y todos los efectos adversos de esto como los dolores musculares o de cabeza e, incluso, migrañas. Éste es uno de los más significativos ya que afecta la productividad de quien lo padece y aumenta la irritabilidad y nivel de tolerancia que tiene frente a situaciones estresantes. Los altibajos emocionales en general, indican que hace falta satisfacer el apetito sexual.
En estudios postulados por la universidad de Maryland han señalado que la experiencia sexual repetida puede estimular la neurogénesis en adultos y restaurar la función cognitiva, es decir que fomenta la producción de nuevas neuronas, y esta posibilidad se reduce cuando se detiene la vida sexual.
Pero los efectos no son exclusivos del individuo. Las relaciones se ven fragmentadas cuando hay poca intimidad ya que la la conexión que se genera cuando hay un intercambio sexual propicia la buena comunicación y todos los beneficios derivados de eso. En las parejas que el sexo es nulo o escaso aumentan las fricciones y el riesgo de separación.
Por supuesto, no se trata de recurrir al sexo ni de propiciar la actividad sexual desenfrenada sin conexión afectiva verdadera si no se tiene la consciencia o el simple deseo de efectuar esta práctica . Se trata de que debemos aprender a atender esta necesidad de una forma sana, en la medida de nuestras posibilidades.
Las personas solteras, por ejemplo, aunque no tengan un compañero con el cual tener intimidad, pueden realizar ciertos cambios en su dieta, abandonar el sedentarismo y realizar actividades que ayuden a contribuir a su bienestar, pero en cuanto al índole sexual nos referimos es importante fomentar la cultura de la masturbación y autocomplacencia, dejando atrás no sólo los estigmas sociales que esta práctica tiene si no dejando de atribuir a la necesidad de una pareja para vivir una sexualidad plena.
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