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La confianza se adquiere, se da cuando vivimos en conciencia, cuando nuestros pensamientos y actos tienen convicción y fuertes raíces en nuestro interior. Este hecho es un ingrediente vital que nos fortalece y aporta elementos suficientes para seguir adelante.

Cuando hay congruencia en nuestro ser, en nuestro hacer y querer cada paso nos va empoderando, va privilegiando nuestra autoestima, persiguiendo el equilibrio sustentable en el cual nada ni nadie nos puede afectar sustancialmente, trasladando el centro de la voluntad.

Lo contrario, la desconfianza, tiende, por decir lo menos, a debilitarnos energéticamente, esto es lo que proyectamos, debilidad que se deja ver en cada uno de los pasos que damos en la vida, nos empuja a regresar al punto de origen, al lugar en el que empezamos, como diría el dicho: “un pasito pa’ delante y dos para atrás”.

El ritmo necesario, al que estamos obligados es ir poco a poco hacia adelante, con seguridad. La confianza se pierde fácilmente también cuando estamos expuestos a las opiniones de los demás y tememos ser juzgados; aparece en nuestro entorno ese sentimiento de la vergüenza y preferimos quedarnos estáticos en vez de levantarnos de nuevo y seguir caminando; este es un error constante que se repite en multitud de ocasiones en muchas personas.

Pisar firme nos permite que se abran caminos nuevos que explorar; que surja la satisfacción en nuestros actos, que tengamos paz y reflexión ante las situaciones que nos ocurran y enfrentemos.

Hacer caer la venda que llevamos en los ojos es la figura que presenta más claramente estas circunstancias; tomar conciencia de un infinito mapa de opciones, abrazar nuestro principio de realidad que hace que tengamos el gran poder de la aceptación y el conocimiento de nuestra vida; todo esto da pie a la transformación,  vemos de manera más clara el gran horizonte, el gran cambio que sólo sucede cuando nos conocemos lo suficiente para tomar las decisiones en forma adecuada. Con esa voluntad el camino resulta bastante más fácil y nos aleja de repercusiones negativas y desconocidas; aporta certidumbre.

La diversión a lo largo de la ruta es parte esencial, modifica nuestro humor, ratifica propósitos y permite que el viaje sea más ligero; es trascendental el tener la seguridad de que en todo momento es válido replantearse opciones, metas, alternativas; una y otra vez, las que sean necesarias; cambiar de rumbo siempre con un proyecto, una visión y un objetivo aún siendo este de reciente visualización, siempre y cuando la honestidad nos acompañe; cuando nos engañamos a nosotros mismos todo se complica.

La autoconfianza y la voluntad resultan ser hábitos que se perfeccionan, que se practican con el objetivo de evitar dudas que promuevan lo contrario, la desconfianza; se precisa de una gran apertura de toda índole y el tener presente que hay múltiples alternativas para conseguir propósitos, para crecer, para aspirar a la felicidad que todos somos merecedores y, en suma, para desarrollarnos y progresar.