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El maíz, bien lo sabemos, es desde tiempos ancestrales nuestro alimento tanto para el cuerpo como para el alma.
Porque no solo ha nutrido a generaciones de mexicanos desde épocas prehispánicas, sino también, desde entonces, ha sido generador de cultura.
Y qué decir de esa síntesis y culminación de las modalidades de nuestras tradiciones culinarias: la tortilla.
Hoy evoco ese pasado glorioso, pero particularmente un presente generoso donde resalta la figura de un extraordinario hombre de empresa y, orgullosamente, mi paisano: don Roberto González Barrera, quien hace unos días nos abandonó, pero no sin antes dejarnos una riquísimo legado.
Desde la niñez conoció y vivió en esa cultura del trabajo, la perseverancia, la superación personal y, de manera muy especial, la iniciativa emprendedora, tan propia de Nuevo León, tierra que a todas y todos los que ahí nacimos nos abarca y delinea desde la infancia.
Roberto era apenas un niño cuando ya trabajaba ardua y fructíferamente en múltiples ocupaciones. Desde llevar recados hasta bolear zapatos o vender huevos en Cerralvo, su pueblo natal, que siempre amó y apoyó, pues nunca dejó de reconocer, con sencillez, orgullo y grandeza, sus modestos orígenes.
En su momento tuvo la entereza de dedicarse a una sola y colosal tarea, aconsejado por su abuelo, que era comerciante. Se propuso, así, llegar a la cúspide a través de la creación de una de las más exitosas empresas mexicanas, que se ha vuelto líder en el mundo con la fabricación de harina de maíz. Me refiero a lo que hoy se conoce como Gruma, empresa de relevancia tal que tiene presencia en más de cien países.
Pero la inquietud de don Roberto no cesó ahí, de modo que sus afanes se desplegaron también, por ventura, en el mundo financiero. Así, adquirió hace un par de décadas lo que con el tiempo llegaría a ser Grupo Financiero Banorte, que es hoy en día, para nuestro inmenso orgullo, el único banco de capital nacional y el tercer banco más grande de México.
Debo decir que apenas hace un par de años conté con el patrocinio de esa corporación para la edición de Tacos con historia, un libro de mi autoría que se publicó en la conmemoración del bicentenario de nuestra Independencia Nacional y el centenario de la Revolución mexicana. En él abordo la historia del maíz e intento catalogar la gran variedad de los tacos mexicanos. Este libro también se concibió con la idea de celebrar los grandiosos 70 años de Gruma. En él me propuse rememorar y rendirle una vez más tributo a ese alimento que es parte de nuestra esencia, pues decir maíz es evocar a México, a nuestra tierra, a los primeros pobladores que con el paso del tiempo crearon una cultura prodigiosa.
Además, festejamos que la cocina tradicional mexicana fue declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Este reconocimiento contribuye a que sigan vigentes las materias primas originales de nuestra gastronomía, además de otras que con sabiduría han logrado enriquecerla. En fin, que el libro es un canto a lo nuestro en el que pude hacer un recuento de los tacos prehispánicos, virreinales, de la Independencia mexicana, de la Revolucion mexicana (el nacimiento de Gruma), así como perfilar algunas ideas sobre los tacos del futuro.
Sobran, pues, razones y recuerdos para tener presente a don Roberto, un hombre de excepción, y homenajearlo una vez más por sus elevados méritos. Con seguridad, allá donde se encuentre estará preparando nuevos e interesantes proyectos. Quizá, incluso, esté sosteniendo un diálogo fecundo con algún dios prehispánico del maíz.
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