Para poder superar la ausencia del padre, lo primero y principal es disponerse a perdonar. Es difícil avanzar si no somos capaces de seguir adelante, de dejar de lado el rencor. Incluso, si se tiene la posibilidad, puede ser la oportunidad para empezar una nueva relación con el padre. A veces es difícil, pero se debe intentar entender. Intenta relatarte a ti mismo los momentos que recuerdas con ese padre ausente. Comprende y normaliza tus emociones. Empatiza con él, quizás tuvo un motivo para no estar a tu lado. No pretendas olvidar, sino convivir con ello. Aprende a perdonar. A tomar conciencia.
¿Qué traumas genera un padre ausente?
Estas personas suelen tener miedo a la decepción y al abandono, que trae como consecuencia la dependencia emocional en otros. El rechazo puede crear una autoestima baja con la mayor probabilidad de tener trastornos psicológicos como depresión, ansiedad, bulimia o anorexia.
Los estudios confirman que una persona que experimentó ausencia de padres cuando niños o adolescentes, tiende a compartir emociones de ansiedad, depresión, bajo estado de ánimo, pérdida de autoestima, baja concentración académica, conductas inadecuadas a lo largo de la vida y pueden llegar hasta hacerse daños físicos.
Los niños con padres ausentes se angustian porque no existe un referente emocional en su vida. Sienten ansiedad, miedo y, en el peor de los casos pueden desencadenar depresión y trastornos de personalidad, incluso rebeldía.
¿Cómo explicar y hablarle a un niño de su padre ausente?
Primero aclara tus propios sentimientos.
Espera a que tu hijo realice la pregunta.
Tu familia y seres queridos deben respaldar tu versión.
No hables mal de su padre.
Habla con la verdad y sé positiva.
¿Qué le digo a mi hijo cuando pregunté por su Papá?
Sé sincera
Para contarle qué pasó, usa un lenguaje que pueda comprender a su edad, pero sé lo más honesta posible para, además, establecer las bases de una relación de confianza y comunicación. Dale una idea general y evita los detalles, por ejemplo: decidimos vivir separados, se mudó a otro lugar, etc.
Las heridas de infancia pueden marcar nuestra vida: rechazo. Abandono. Humillación. Traición. Injusticia.
Hay sensaciones que pueden indicarnos que un niño está sufriendo en su interior.
Inseguridad.
Dudas.
Incapacidad de tomar decisiones.
Miedo al abandono.
Dependencia emocional.
Agresividad (hacia él o hacia otros).
Falta de autoestima.
Falta de asertividad.
Debemos ayudarle a sanar sus emociones para que curen sus heridas. Estos son algunos consejos:
Ayudarle a procesar sus emociones y pensamientos.
Enseñarle a respirar profundamente.
Dedicar cada día unos minutos para hacer respiraciones largas y profundas.
Escuchar que siente y enseñarle a describirlo.
Comprenderlo-a y hacerle ver que no es dañino lo que este sintiendo.
Conecta con su Interior.
Observa como se comporta y qué necesita para narrar sus emociones (llorar, estar a solas, o simplemente pedir un abrazo).
Dale espacio para reflexionar.
Déjale estar sin juzgarle o rechazarle.
Piensa que quien sufre de abandono, siente que no tiene suficiente alimento afectivo. Para no sentir esa carencia afectiva, se construyen la máscara de la dependencia. Los dependientes piensan que nunca serán capaces de valerse por sí mismos, y que necesitan a alguien en quien apoyarse.
Se paciente. Escucha a tu hijo, hija. Intenta comprenderle y ayúdale a gestionar sus emociones para que afronte sus miedos. Dale mucho cariño y comprensión.
Recuerda cómo eras de niño, de niña, y lo que querías.
Deja ir el pasado.
Cumple ese sueño que abandonaste.
Juega con él, haz puzzles, comparte espacio.
Mímale.
Haz con él, ella, algo espontáneo y creativo.
Pero lo más importante de todo, es ser una madre comprensible que sepa cubrir ese espacio afectivo.
(Imagen tomada de internet)
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