Publicado por mariona el 23 de Julio de 2009 a las 12:30am
Qué triste es pensar amigas queridas, que una mujer esté o pueda estar privada de su libertad, que no pueda disfrutar de la sonrisa de sus hijos, de la belleza de las flores del campo, del canto de los pájaros, del sonido del agua al correr por los arroyos del bosque y las riveras de los ríos, del aire siempre meciendo las hojas de los árboles, y de los rayos del sol, colándose por las montañas, valles y colinas… Qué difícil es o debe ser para una mujer, estar dentro de un claustro, dentro de un presidio, dentro de una cárcel para mujeres, sumida en sus más profundos pensamientos,impotente, angustiada, desolada y sintiéndose atada, viéndose “guardada” tras sendos barrotes de acero que mantienen cautivo su cuerpo físico, un lugar inhóspito, frío, oscuro y desolador, desde donde ella se preguntará seguramente: ¿Dios mío, qué hice?Las causas pudieron haber sido muchas y diversas, nadie sabe lo que lleva una mujer en su corazón, sólo ella misma lo sabe y conoce sus motivos muy personales que tuvo para llegar al grado de delinquir. ¿Quiénes somos nosotras para juzgar o para condenar actos ajenos?Pero hay otra cárcel más negra todavía amigas queridas, y esta es… ¡La de nuestra propia esclavitud oscura!,conocida también como:“La cárcel de los sentimientos” (en la cárcel de tu amor, como dice una canción), y de allí sí que es más difícil salir todavía, veamos el por qué.La mayoría de las mujeres no conocemos los factores que componen nuestra personalidad ni conocemos a ciencia cierta cuáles son nuestros rasgos característicos mentales, o mejor dicho de carácter psicológico. Nadie conoce los códigos del corazón de una mujer, ni la forma de abrirlos automáticamente. Sólo sabemos que en nuestro hogar, recibimos principios, normas, estatutos, ejemplos, y nada más. Pero nadie nos enseñó cómo vivir la vida interiormente, y cómo tomar decisiones correctas y a tiempo, eso se fue dando en el camino de nuestro crecimiento y también de nuestro entendimiento, de acuerdo a nuestro nivel de ser y de saber.Pero cuando una mujer ya tiene cierta edad y no aprendió a crecer y a madurar ni siquiera por sus errores cometidos, ella se lamentará el resto de su vida de todo lo que le pasa: “Es que mi marido es alcohólico”, “Es que mi familia es histérica”, “Es que me violaron”, “Es que me engañaron”, “Es que me dejaron”, “Es que se burlaron de mí”, “Es que estoy enferma”, “Es que soy muy pobre”, “Es que soy muy torpe”, “Es que no tengo suerte”, etc.Hey… ¡Da la vuelta hacia aquí, a ti te estoy hablando mujer! ¿Sabes cómo se llama todo eso?, esas frases de bolsillo se llaman: EXCUSAS, EXCUSAS, SÓLO EXCUSAS, ¡Entiéndelo por tu propio bien y de una santa y buena de una vez!No podemos ni debemos corazonas de mi alma, darnos el lujo de perder más tiempo lamentándonos por todo lo que nos pasó y hasta por lo que no nos pasa todavía. La mujer como que siempre se adelanta a los hechos, o se quedó en el pasado, en todo está, menos en el presente, en su realidad,en su verdad del aquí y ahora. Enfoquemos la atención en lo que nos pasa ahora y busquemos soluciones, pero empezando por tirar aen un cesto de basura las lamentaciones inútiles.¿Quieres salir de tu cárcel de frustraciones y fracasos mujer?Entonces date cuenta aquí y ahora, de que nadie te tiene prisionera dentro de ti, más que tú misma, y si en una cárcel las rejas están cerradas, ¿quién tiene la llave para abrirlas? ¡La propia celadora o carcelera!… ¡Esa eres tú!, rasga el velo del misterio que hay dentro de ti, conócete a ti misma mujer, ¡Atrévete a conquistarte!… ¡Conquista tu libertad!… y estoy segura de que si lo logras, te será más fácil conquistar el corazón de los demás, porque habrás escalado la cima de propio corazón primero.
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