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Es curioso pero cuando uno no se prepara para salir a la calle y lleva el cabello despeinado, la ropa mas floja, los tenis mas sucios, sucede que te encuentras con tu expareja.

La sorpresa fue grata, sin rodeos. 

La misma persona que conoci hace mas de seis años, la encontré caminando en uno de sus lugares favoritos,  estaba ahí,  parado frente al cine, volteando al espectacular para elegir la película que vería esa tarde de viernes exactamente a un año de nuestra separación.

La distancia pudo haber hecho que el momento se esfumara, pero avisarle a mi hijo que ahi se encontraba, hizo que éste corriera a saludarlo.

A lo lejos vi que mi adolescente es más alto, que el abrazo que se dieron siempre exitirá entre ellos

Yo me entonces me acerqué a saludarlo.

El abrazo entre nosotros fue diferente, fue como cerrar un candado, sin necesidad de mucha fuerza para hacerlo, ahi, en ese lugar, las cosas terminaron.

Fue cálido, sin sorpresa, con buenos deseos por el año que ya comienza, haciendo preguntas sobre su madre y sus vacaciones mal logradas.

Creo que en minutos resumimos cuatro años de relación. Nos conocimos en un cine, nos despedimos en un cine.

No intenté acomodar mi cabello, tampoco mi ropa floja y sabia que no se fijaria en mis tenis sucios.

Mis emociones las senti igual que mi cabello, libres y tranquilas.

Sin negar que tuve prisa por irme porque no quice saber mas de que su madre estaba enferma y que sus vacaciones no se hicieron, ahí en ese abrazo, cerré un capítulo de mi vida.

Y estoy segura que lo hicimos los tres; él, mi hijo y yo.  

Al seguir caminando por la plaza recordé la escena final de la película "Breakfast on Pluto", donde después que el destino te hace cruzar caminos, lo que queda es seguir por el tuyo y solo voltear hacia atrás para despedirte.

La llave del candado, no existe y aunque existiera, no abriria esa misma puerta.

Diana Rodriguez.

Mexicana, Comunicadora y Locutora en "Conversemos Radio".

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