Hoy, lunes 12 de enero se realizará en Washington el primer encuentro personal entre los presidentes Felipe Calderón y Barack Obama. Todos conocemos la importancia de una primera impresión, con independencia del profesionalismo de los equipos encargados de la relación bilateral; de ella depende que el nuevo mandatario de los Estados Unidos encuentre razón y hasta gusto de voltear al sur cuando otros muchos asuntos ocupan el centro de su atención.El espacio del encuentro, el Centro Cultural de México, un hermoso edificio de principios del siglo XX, ya anota un primer gol para el equipo calderonista: será en este espacio en el que Obama siga la tradición de más de 30 años, mediante la cual el único mandatario con el cual un presidente electo de los Estados Unidos se reúne antes de su toma de posesión es con el de México.El colorido y el dramatismo de los murales de la sede del encuentro, resaltada en una foto reciente del embajador Arturo Sarukhán al pie de su escalinata, son un digno telón de fondo para un encuentro que muchos pensaron no se realizaría y que fue precisamente la destreza diplomática de Sarukhán lo que lo hizo posible.La relación de Estados Unidos con México debería ser estratégica, debería… pero no lo es.Sin importar el hecho de que sea su segundo o tercer socio comercial, depende el año, de que sus propias autoridades calculen que hay siete millones de indocumentados mexicanos trabajando en su territorio, más las 22 millones 800 mil personas de ascendencia mexicana que residen en Estados Unidos, lo cierto es que, históricamente, a Estados Unidos le importa muy poco México.Paul Kennedy, historiador de la Universidad de Yale y autor de Ascenso y caída de los grandes imperios, lo dijo recientemente en una entrevista que le hicieron para el periódico español El País: sorprende el poco interés y atención que dirige la clase política estadunidense hacia México.Obama es, con mucho, el más internacionalista de los presidentes de la historia moderna de los Estados Unidos. El único que ha vivido fuera de su país (Indonesia) pero nunca ha puesto un pie al sur del río Bravo.El primer encuentro entre Obama, dentro de esa ignorancia manifiesta, y Felipe Calderón, quien tampoco es reconocido por su afecto hacia los estadunidenses y lo estadunidense, presenta, pues, una agenda compleja.En seguridad, habrá que ver dónde se coloca Obama con respecto al único elemento concreto que hereda de la administración Bush respecto a la relación con México: la Iniciativa Mérida.Simbólica como lo es, puesto que implica el reconocimiento, por primera vez en la historia por parte de los Estados Unidos, de su corresponsabilidad en el asunto del consumo de drogas, así como del tráfico de armas y estupefacientes, la iniciativa no acaba de despegar.El presidente Calderón tendrá frente a sí un político que conoce el impacto que las drogas tienen sobre ciertas comunidades. Obama trabajó en los edificios de interés social (projects) de Chicago, retratados espléndidamente por el cineasta Ridley Scott en su versión neoyorquina dentro de la película Gangster americano.En cuanto a competitividad, el uso mismo de la palabra ya implica un acierto. Hablar de comercio remite inexorablemente al Tratado de Libre Comercio y reverbera negativamente en las bases de apoyo sindical del presidente Obama. Mejor hablar de competitividad para plantearse una salida juntos de la vorágine económica mundial, porque no hay duda que en la interdependencia que México y Estados Unidos viven, la suma sería más grande que las partes para competir con otros que sí se viven como región en Europa y en Asia.Finalmente, respecto al tema del bienestar, Calderón y Obama sólo son los representantes de sus respectivos pueblos. Lo más relevante del encuentro sería que salieran convencidos de que en los cuatro años en los que coincidirán en sus respetivas responsabilidades, más de 400 millones de seres humanos dependemos de su sano juicio.Vivir mejor en este vecindario debería ser una prioridad. Insisto, como ya lo he escrito antes en este espacio, en que introducir en el dominio de las relaciones bilaterales el rubro de la salud y el de las energías renovables le daría a la relación bilateral un giro positivo, un tono de que pueden hacerse cosas y no sólo evitarse el conflicto o administrar las viejas rencillas.Hago votos porque así sea.Si Obama escribió un libro cuyo titulo es La audacia de la esperanza, no podrá suceder este lunes, cuando se reúna con Calderón, que se dé la magia de lo que sucede en los primeros encuentros amorosos, algo inexplicable, algo que nos cambie la vida para bien a ambos pueblos… algo que nos permita soñar, que si nos fue mal antes, si no nos llevábamos bien, podemos intentarlo de nuevo y quién sabe si con madurez y buena voluntad, dentro de estos lazos geográficos indisolubles, tal vez los hijos comunes tengan una mejor vida.Nota: Este artículo puede ser consultado en la página electrónica de Milenio Monterrey dando un clic aquí
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