En la vida cotidiana constantemente nos topamos con “puntos de quiebre”, es decir, con inconvenientes que se atraviesan en el momento menos indicado (aunque en realidad también hay quiebres positivos).
Los “puntos de quiebre” tienen diversos niveles de gravedad, pero, en general, solemos actuar de la misma manera. Rafael Echeverría (2003) nos habla de cuatro tipos de conversaciones que podemos generar frente a un momento que rompe nuestro equilibrio. Veamos una misma situación con las cuatro actitudes y decide cuál de ellas es la que acostumbras adoptar:
Vas llegando a casa después de comprar todo lo necesario para una reunión que organizas para alguien querido; como es tarde, intentas bajar todo de tu automóvil al mismo tiempo; te cuelgas bolsas, tomas las llaves y detienes con una mano el pastel… por supuesto, se cae haciéndose pedazos. ¿Qué haces en ese momento?, ¿le gritas a alguien que esté en casa y empiezas a reclamar el no haberte ayudado?, ¿te insultas diciendo que eres imbécil y no te sale nada bien?, ¿maldices a la vida y piensas que todo se fue al diablo? Este tipo de reacción es la “conversación de juicios personales”. Probablemente tengas un culpable favorito a quien siempre traspasas tu frustración, y si no es así, entonces tendrás razones para despreciarte más cada día porque ante cualquier situación de este tipo generalizas, te dices que no sirves para nada y jamás volverás a organizar una reunión.
Imagina la misma situación; te sientes frustrado e impotente pero, ¿dejarías los paquetes en el suelo por un momento y llamarías a alguno de los invitados para pedirle que pase a comprar un pastel?, ¿entrarías a la casa y pedirías ayuda a la familia para limpiar la acera?, ¿comentarías con tus hijos o con tu pareja lo sucedido y pedirías ideas para sustituir el pastel por alguna otra cosa que se tenga en casa? En cualquiera de esos casos, estarías usando las “conversaciones para coordinar acciones”. Pedir ayuda es natural y a cualquiera podría haberle sucedido.
En un tercer escenario, después de caído el pastel te preguntas: ¿qué puedo hacer?, ya es tarde y no puedo regresar a la pastelería, pero, tal vez podría ir a la tienda a comprar un panqué y lo puedo decorar con algo y ¡listo!, o tal vez me espere y mientras platican en la sobremesa, me salgo a comprar algo para el postre… En ese momento tu conversación es para “posibles acciones”. No es que siempre salga todo bien, pero al menos no te estás concentrando en el problema, sino en la solución.
Por último, podría ocurrir que alguno de tus hijos o tu pareja salga en el momento del quiebre y te empiece a reclamar el haber tirado el pastel cuando ya todo debería de estar listo. Si reaccionas de inmediato a esa provocación, no sólo se quedarán sin pastel sino que habrá una guerra en casa, que los invitados percibirán en cuanto lleguen y, efectivamente, un pastel habrá arruinado la fiesta. ¿Consideras entonces decirle a esa persona que en ese momento no responderás a su comentario, porque hay que arreglar la situación?, ¿podrías invitarlo a que, cuando la reunión haya acabado, platique contigo? A eso Echeverría le llama “conversación para posibles conversaciones”. No siempre es el momento oportuno de enfrascarse en una discusión que no llevará a nada.
Ahora, lo más importante: ¿en cuál de estos escenarios te sentirías más cómoda o cómodo?, ¿cuál de las reacciones es la que demuestra mayor asertividad de tu parte?, ¿cuál crees que es la más adecuada para estar bien contigo mismo y con los demás?
Como dije al inicio, no todos los puntos de quiebre son pasteles caídos, pero si somos más conscientes de la forma en que reaccionamos, en situaciones más delicadas seguramente lo haremos mejor.
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