BOTELLITA DE JEREZ...

Desde las Cortes de León en 1188 y la Carta Magna de la Inglaterra de 1215, la vida, la libertad y, en general, los derechos de los ciudadanos dejaron de estar supeditados a la voluntad del monarca.

"Ninguna autoridad podrá procesar a un hombre en virtud de acusaciones suyas que no estén sustentadas por pruebas fehacientes.

"Ningún hombre libre puede ser detenido o encarcelado, o desposeído de sus derechos y bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra forma, ni se usará la fuerza contra él, ni se enviará a otros para que la ejerzan, sino en virtud de sentencia judicial de sus pares y conforme a la ley del reino".

Artículos 38 y 39 de la Carta Magna.

Salvo retrocesos notables como el absolutismo monárquico de Luis XIV de Francia y su frase célebre en la que reconoce que "el Estado soy yo", las sociedades modernas recuperaron los derechos que les fueron arrancados por los poderosos, estableciendo límites a su poder.

En la actual concepción de las repúblicas, la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce por medio de autoridades electas conforme a las leyes a las que esas mismas autoridades deben sujetarse. Y para evitar el abuso se crearon instituciones como el "habeas corpus" anglosajón y nuestra ley de amparo, con las que los ciudadanos podían defender sus derechos y garantías individuales.

Aunque tal parece que estos principios en los que nuestra sociedad está fundada estorban a nuestros gobernantes, y a una buena parte de la ciudadanía también, que en aras del fin justifican los medios por atroces que sean. Bien harían en recordar la cita de Niemöller, no vaya a ser que cuando vengan tras ellos no quede nadie que esté dispuesto a defenderlos.

Incluso la Suprema Corte de Justicia se ha unido al clamor que defiende que "el fin justifica los medios", cayendo en la tentación de anular la eficacia de los principios de la institución de amparo.

Con la decisión del 3 de mayo pasado, que niega la posibilidad de suspender una decisión de la Comisión Federal de Telecomunicaciones en materia de interconexión, la Corte dio carta abierta a esa agencia reguladora, y extensivamente a otras, para pasar por sobre los derechos ciudadanos inclusive sin justificación. Con ella mutiló el derecho de los particulares de no ser perjudicados por una resolución hasta en tanto no se declare conforme a la ley, dejándolos en manos de autoridades que con suerte serán sabias, pero que siendo humanas, yerran; algunas veces por negligencia y otras por interés.

Pero la Corte decidió consciente de que, por lo menos en lo que respecta a las susodichas "tarifas de interconexión", las reducciones no redundarán en beneficios para la sociedad hasta en tanto no se resuelva en definitiva la controversia, pero sí tienen el potencial de afectar de inmediato hasta el mismo "interés social" que teóricamente busca proteger.

Lo hizo como sustento al poderío del Estado frente a los derechos de los ciudadanos. Pero ni Cofetel ni el Ejecutivo son el Estado. ¿Se habrán percatado los ministros de la Corte que votaron a favor de esta resolución que con ella amarraron las manos del poder que representan impidiéndole limitar potenciales abusos del Ejecutivo y sus dependencias?

Aquellos que hoy aplauden la decisión de la Corte se deben preguntar: ¿esta misma interpretación aplica a circunstancias semejantes, por ejemplo, a las decisiones de otras agencias cuando resuelvan prácticas monopólicas -que de no suspenderse continuarían afectado el "interés social"?

¿Aplicará también el mismo principio a las resoluciones que fijen, por ejemplo, que las señales de televisión abierta pueden ser libremente retransmitidas por terceros sin pago de contraprestación alguna o por cuatro centavos?

¿Podrá la Corte garantizar que el mismo Estado que busca fortalecer tome partido a favor de unos y deje tranquilo a otros iguales?

Después de esta decisión, los actuales "monopolios malosos" y los que así vayan a ser proclamados por el Comité de Salud Pública de la Revolución, harán bien en poner sus barbas a remojar, porque por naturaleza toda autoridad con poder ilimitado tiende a corromperse y a abusar de ese poder.

También harán bien en reflexionar al respecto quienes hoy se dicen autoridades porque su permanencia es limitada, y todo poder que hoy se autoconfieran se lo estarán entregando a los que vienen, que bien podrán ser sus rivales. No vaya a ser que canten "botellita de jerez, todo lo hagas te lo harán al revés"
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Comentarios

  • Purificación Carpinteyro por  "BOTELLITA DE JEREZ..." Gracias antes que nada te escuche en el programa con Carmen Aristegui y me inspiro mucho tu caso y la forma en que se sirvieron de ti y el daño que te hicieron  y me gustaría muchísimo que leyeras el post que me inspiraste escribir. Favor hacer clic en el siguiente enlace. Cariñosamente y todo mi apoyo a ti. Fabiola

    http://www.retosfemeninos.com/profiles/blogs/cual-es-tu-historia-con-las

  • Gracias por compartir y clarificar la situacion, me encanta leer tus artículos, buen día.

  • Este México nuestro, en manos de quién está, desde que llegaron los españoles(esos que sacaron de la cárcel para que acompañaran a Hernán Cortés), fuimos torturados para aceptar sus cultura.

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