“Hay algunos cuentos que cuesta escribir más que otros. A veces cuestan por aspectos técnicos, otra por razones emocionales. Me parece que, de la colección, el que más me costó escribir emocionalmente fue “Cristales rotos”. Recuerdo haber llorado mientras le daba forma. Habla de pérdidas del alma. Luego, técnicamente, el que más me costó fue “Porvenir y Fonts”. Es un cuento largo y con bastantes voces. Además, son hechos relativamente verídicos, lo que presenta el desafío de la verisimilitud y de la objetividad. La niñita violentada, las locaciones, el nombre de esas calles o el padre borracho han sido de alguna manera parte de mí en algún momento de mi vida”.
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