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No puedo olvidar a mi mamá cuando decía: "Las mujeres sólo venimos a este mundo a sufrir", y a mi abuela: "Tu marido es tu cruz". Cuando yo nací, mamá decretó: "No quiero que mi hija tenga que pasar por los dolores de parto"... El resultado: NO tengo hijos. Por decisión propia, pero el deseo de ser madre no se despertó en mí.

Independientemente de que mamá decreta el futuro de sus hijos, mi misión es hacer conciencia, primero en mí misma y luego en quien se deje (je, je, je), de que lo que vive o piensa una mujer a kilómetros de aquí nos afecta a las demás para bien o para mal. ¡Estamos conectadas!

También por eso mi frase es: "Si sana una, sanamos todas", porque sé que lo que cada una hacemos por mejorar, por hacer conciencia, por liberarnos, siembra la semilla en otra y en otra y en otra más. Mi abuela, que también era muy sabia, decía: "Las mujeres de ahora ya pueden decidir". Y sí, estoy segura de que es verdad...

Ya puedo decidir si quiero quedarme en casa o trabajar fuera, ya puedo decidir quedarme soltera, vivir en unión libre o casarme con el ritual o ceremonia que desee, ya puedo decidir si tendré hijos o no... Ese es un gran logro, pero que viene desde dentro. Desde la idea de que yo decido, no de que lo hacen las circunstancias.

Y aquí es donde entra la energía masculina, de la que nosotras las mujeres también poseemos un gran porcentaje y entre más equilibrada, mejor. La energía masculina es la capacidad que tenemos hombres y mujeres de discernir, de crear objetivos, de darles poder, de luchar por ellos. Y la energía masculina, la capacidad de decidir, equilibrada con la energía femenina, la capacidad de transformar son ¡dinamita pura!!!!